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El Observatorio Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA) busca mejorar el mapa más completo de la Vía Láctea creado hasta ahora. Con este fin, planean capturar nuevas imágenes en infrarrojo, con las que esperan seguir el rastro de más de 20 mil estrellas.
En una entrevista con el portal de ciencia IFLScience, el profesor David Hobbs, de la Universidad de Lund, explicó que el nuevo proyecto, denominado GaiaNIR, permitiría “ver a través del polvo de la Vía Láctea”. Según Hobbs, esto facilitaría una mejor comprensión del núcleo de nuestra galaxia y una medición más precisa de las estrellas.
Hobbs también señaló que, aunque Gaia es uno de los proyectos más ambiciosos de la ESA, su capacidad de medición, en comparación con la magnitud de la Vía Láctea, es limitada. “Solo mide el 1 %”, comentó.
Es en este contexto donde cobra relevancia la incorporación del infrarrojo a las mediciones. Según Hobbs, lo más interesante del espacio se encuentra en el plano galáctico, donde también se concentra la mayor cantidad de polvo. “Para explicarlo mejor, Gaia es muy eficaz para observar fuera de la galaxia, pero no tanto para ver dentro de ella. En términos sencillos, necesita una especie de gafas para ver a través del polvo, y eso es lo que permitirían los detectores de infrarrojo”, añadió el científico.
Sin embargo, GaiaNIR fue presentado oficialmente como proyecto apenas en agosto pasado, durante la XXXII Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional, celebrada entre el 6 y 15 de ese mes.
De ser aprobado, se espera que su implementación comience hacia 2040, con nuevos instrumentos como un espectrógrafo, que permitirá obtener información más detallada sobre las estrellas.
Hasta ahora, Gaia ha permitido importantes descubrimientos, como la detección de agujeros negros y asteroides, además de la medición precisa de la posición de estrellas y galaxias distantes. Por ejemplo, en marzo de 2022, un conjunto de datos proporcionados por el observatorio de la ESA reveló información sobre la formación de la Vía Láctea, que podría haber comenzado 800 millones de años después del Big Bang, lo que sugiere que nuestra galaxia es 2 mil millones de años más antigua de lo que se pensaba.
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