El telescopio James Webb permite a científicos “ver” un agujero negro supermasivo
Astrofísicos de varios países han conseguido “asomarse” a uno de los agujeros negros más masivos y distantes de la Tierra.
Con información de Sinc y Efe
Astrofísicos de varios países han conseguido, gracias al Telescopio Espacial James Webb, “asomarse” a uno de los agujeros negros más masivos y distantes de la Tierra, situado a unos 13.000 millones de años luz y cuando el Universo tenía “solo” unos 800 millones de años de edad.
Los resultados del trabajo de investigación se publicaron este lunes en la revista Nature Astronomy. Lo más “sorprendente” para los investigadores, informó uno de los institutos que participaron en una nota difundida este lunes, ha sido comprobar que ese lejano y masivo agujero negro se “alimenta” de la misma manera que los agujeros negros más recientes y cercanos en el Universo.
De hecho, los primeros mil millones de años de la historia cósmica han planteado un desafío para quienes estudian el Universo: los primeros agujeros negros conocidos en los centros de las galaxias tienen masas sorprendentemente grandes.
¿Cómo se volvieron tan masivos y tan rápido? Estas nuevas observaciones proporcionan pruebas sólidas en contra de algunas explicaciones propuestas.
El grupo de investigadores explicó que la luz necesita tiempo para viajar desde un objeto distante, por lo que “mirar” hacia objetos lejanos significa mirar hacia el pasado distante y ver los cuásares conocidos más distantes tal como eran durante el “amanecer cósmico”, que se sitúa unos mil millones de años después del Big Bang, cuando se formaron las primeras estrellas y galaxias.
Un objeto clave para estudiar el universo
Con la llegada del telescopio espacial JWST, específicamente el instrumento de infrarrojo medio MIRI, la capacidad de los astrónomos para estudiar cuásares, como llaman a las galaxias que albergan un agujero negro supermasivo, dio un salto gigantesco.
El instrumento MIRI fue construido por un consorcio internacional con la participación de los científicos e ingenieros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). A cambio de construir el instrumento, el consorcio recibió una cierta cantidad de tiempo de observación. En 2019, años antes del lanzamiento del Webb, el consorcio europeo de MIRI decidió utilizar parte de este tiempo para observar el que entonces era el cuásar más distante conocido, un objeto que lleva la designación J1120+0641.
Astrofísicos de varios países han conseguido, gracias al Telescopio Espacial James Webb, “asomarse” a uno de los agujeros negros más masivos y distantes de la Tierra, situado a unos 13.000 millones de años luz y cuando el Universo tenía “solo” unos 800 millones de años de edad.
Los resultados del trabajo de investigación se publicaron este lunes en la revista Nature Astronomy. Lo más “sorprendente” para los investigadores, informó uno de los institutos que participaron en una nota difundida este lunes, ha sido comprobar que ese lejano y masivo agujero negro se “alimenta” de la misma manera que los agujeros negros más recientes y cercanos en el Universo.
De hecho, los primeros mil millones de años de la historia cósmica han planteado un desafío para quienes estudian el Universo: los primeros agujeros negros conocidos en los centros de las galaxias tienen masas sorprendentemente grandes.
¿Cómo se volvieron tan masivos y tan rápido? Estas nuevas observaciones proporcionan pruebas sólidas en contra de algunas explicaciones propuestas.
El grupo de investigadores explicó que la luz necesita tiempo para viajar desde un objeto distante, por lo que “mirar” hacia objetos lejanos significa mirar hacia el pasado distante y ver los cuásares conocidos más distantes tal como eran durante el “amanecer cósmico”, que se sitúa unos mil millones de años después del Big Bang, cuando se formaron las primeras estrellas y galaxias.
Un objeto clave para estudiar el universo
Con la llegada del telescopio espacial JWST, específicamente el instrumento de infrarrojo medio MIRI, la capacidad de los astrónomos para estudiar cuásares, como llaman a las galaxias que albergan un agujero negro supermasivo, dio un salto gigantesco.
El instrumento MIRI fue construido por un consorcio internacional con la participación de los científicos e ingenieros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). A cambio de construir el instrumento, el consorcio recibió una cierta cantidad de tiempo de observación. En 2019, años antes del lanzamiento del Webb, el consorcio europeo de MIRI decidió utilizar parte de este tiempo para observar el que entonces era el cuásar más distante conocido, un objeto que lleva la designación J1120+0641.