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El pasado martes 12 de diciembre, en la sala 1324 del edificio de oficinas de Longworth House, el Subcomité de Supervisión e Investigaciones del Comité de Recursos Naturales del Congreso de Estados Unidos celebró una audiencia titulada así: “La cadena de suministro de minerales y la nueva carrera espacial”.
En ella, participaron personas como Moses P. Milazzo, científico jefe del ecosistema de datos planetarios de la NASA; Michelle Hanlon, del Centro de derecho aéreo y espacial de la Facultad de Derecho de la Universidad de Mississippi; y Eric Sundby, director ejecutivo de una empresa llamada Space Force Association. Esta última pretende convertirse en los próximos años en la primera compañía privada en hacer minería espacial, un asunto que parece estar interesando cada vez más a países como EE. UU.
Prueba de esto último puede ser el memorándum de la audiencia. En el documento, se señala que la demanda mundial de minerales aumentará exponencialmente en los próximos años. Minerales como el cobre, el litio o el cobalto se utilizan hoy en casi todas las aplicaciones de alta tecnología, desde los teléfonos inteligentes hasta los satélites y los sistemas de defensa antimisiles. De hecho, según estimaciones del Banco Mundial, la creciente demanda de minerales aumentará casi un 500% para 2050, pero hay un problema, según ese memorándum: “Estados Unidos tiene una peligrosa dependencia extranjera de minerales, especialmente minerales críticos”. Según se puede leer, “lo más preocupante es que las cadenas de suministro de minerales actuales están incuestionablemente controladas por China”.
Aún más, en el documento se afirma que China “tiene planes ambiciosos, agresivos y a largo plazo para establecer una presencia permanente en la Luna y comenzar la minería espacial en la Luna”. “Estados Unidos debe tomar medidas para asegurar la cadena de suministro de minerales celestiales y garantizar que China no gane superioridad sobre la minería en el espacio”, se puede leer en otro apartado.
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La minería espacial, para definirla de alguna manera, es el conjunto de actividades relacionadas con la extracción de recursos naturales y minerales de asteroides, planetas, lunas u otros cuerpos celestes en el espacio. Este concepto se refiere a la búsqueda, identificación, extracción y procesamiento de recursos minerales y materiales valiosos fuera de la Tierra con el fin de utilizarlos en aplicaciones espaciales o para su retorno a la Tierra. Y es que cuerpos celestes como los asteroides pueden contener una variedad de minerales, incluyendo metales como hierro, níquel, cobalto, platino y agua en forma de hielo.
A pesar de lo lejano que puede sonar eso, ya hay regulaciones que prevén ese momento. En Estados Unidos, por ejemplo, hay ordenanzas federales que garantizan que “las entidades comerciales estadounidenses tienen derecho a cualquier recurso espacial que obtengan, incluido el uso o la venta de esos recursos”. La Orden Ejecutiva 13914 (Fomento del apoyo internacional para la recuperación y el uso de recursos espaciales) se emitió en abril de 2020 y ordenó al Departamento de Estado, al Departamento de Comercio y a la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) tomar las medidas adecuadas para fomentar el apoyo internacional a recuperación y uso público y privado de recursos espaciales.
A nivel internacional, hay tres marcos principales de gobernanza para la minería espacial: el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre; el Acuerdo sobre la Luna; y los Acuerdos de Artemis. El primero tiene elementos clave como la prohibición de que cualquier país reclame soberanía en el espacio, pero el segundo y el tercer tratado pueden ser aún más importantes. El Acuerdo sobre la Luna señala que la superficie y el subsuelo de la Luna y sus recursos no pueden pasar a ser propiedad de ningún país, organización intergubernamental o entidad no gubernamental, pero este no ha sido firmado por países como Estados Unidos, Rusia y China. Los Acuerdos de Artemis, por último, son un acuerdo no vinculante entre naciones para la exploración espacial.
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El hecho de que algunas de las condiciones más importantes de estos tratados no sean vinculantes o no hayan sido firmadas por las grandes potencias está generando preocupación desde hace algunos años. Más aún considerando el potencial de la minería espacial. En el memorándum del Congreso de EE. UU. se señala que la abundancia geológica promedio de ciertos metales como el cobalto, el níquel o el platino es mucho mayor en los asteroides metálicos que en la Tierra. Es este interés donde entran empresas como Space Force Association. Esta es una compañía estadounidense que planea lanzar en algún momento del próximo año una nave espacial a un objeto rocoso cercano a la órbita de la Tierra.
En su página web, la compañía señala que su primer objetivo es realizar un sobrevuelo del asteroide y tomar imágenes de alta resolución de su superficie. La nave se llama “Odín” (como el dios nórdico). Hasta la última actualización que hizo la compañía el 12 de diciembre pasado, “Odín” había superado con éxito una prueba de fuego en caliente del sistema de propulsión. Además, los generadores de imágenes de carga útil diseñados y construidos internamente que se utilizarán para obtener imágenes de la superficie del asteroide habían completado las pruebas de calificación y entonces se estaban integrando a la nave.
¿Qué asteroide es el objetivo de Space Force? No se sabe. “Anunciar a qué asteroide estamos apuntando abre el riesgo de que otra entidad pueda apoderarse de ese asteroide”, le dijo a The New York Times Matt Gialich, director ejecutivo de AstroForge. Ese desconocimiento está preocupando a personas como Jonathan McDowell, astrónomo del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica en Massachusetts que, consultado por el Times, cree que es un mal precedente: “Es necesario que haya algún tipo de transparencia”, dijo.
Space Force no es la única empresa que se ha propuesto hacer esto. En el pasado, compañías como Deep Space Industries y Planetary Resources intentaron desarrollar un mercado para la minería espacial, pero no pudieron generar ganancias y posteriormente fueron adquiridas por otras empresas que reutilizaron su tecnología para otras aplicaciones. Y es que la rentabilidad de esta práctica sigue en discusión.
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Los defensores de la minería espacial argumentan que la extracción de metales preciosos y minerales críticos de cuerpos celestes para su venta en la Tierra será rentable dado el alto valor de los recursos de interés. Pero hay quienes piensan que la extracción de recursos espaciales para su venta en la Tierra no es rentable, pues los costos del transporte espacial (tanto en el transporte de equipos a los destinos como en el retorno de los recursos a la Tierra) probablemente superen el valor potencial de los recursos extraídos. Debido a esto, los escépticos argumentan que la minería espacial no se convertirá en una alternativa a la minería terrestre.
Sin embargo, y pese a estas dudas, el potencial de ganancias todavía representa un atractivo comercial. Hay una gran cantidad de empresas privadas, como AstroForge, Karman+, Blue Origin y Trans Astronautica Corporation que pretenden explotar recursos espaciales. Estas empresas privadas de minería espacial todavía están recaudando fondos y se encuentran en las primeras etapas de desarrollo tecnológico.
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Este mismo potencial es el que también algunos políticos, como los del Comité de Recursos Naturales de EE.UU., que, finalizan el memorándum de la audiencia con esta conclusión: “Con el tiempo, el volumen y el valor de la minería espacial proporcionarán beneficios inconmensurables a quien controle la cadena de suministro de minerales celestiales y la minería espacial resultará calamitosa para quienes la ignoren. Estados Unidos debe tomar las medidas necesarias para asegurar nuestras cadenas de suministro de minerales, aumentando el desarrollo minero nacional y liderando el desarrollo de actividades de minería espacial”.