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Hace poco entré a una tienda de aparatos electrónicos, en medio de una de las calles comerciales de Montreal, en Canadá. Mientras miraba el precio de unos audífonos, uno de los vendedores me preguntó qué hacía en la ciudad. Le contesté que había venido a la COP15. Me miró extrañado. “La conferencia que se está haciendo en el centro de convenciones, a 10 minutos de acá”, aclaré. Se le iluminaron los ojos. “Ah, la conferencia de biolo…”, comenzó a decir, dubitativo. “De biodiversidad”, repliqué. “La cumbre de la ONU sobre biodiversidad”. (Lea El cambio climático también deteriora las calles de concreto)
De vuelta al hotel, pensé en el encuentro. Si un canadiense, que trabaja todos los días en un local cercano al lugar en donde se está haciendo la cumbre, no tiene idea sobre qué trata ni tiene muy claro qué es la biodiversidad, ¿quienes viven en otros países y no pueden consumir información de manera constante comprenderán lo que está en juego en la reunión de Canadá? La COP15 es el encuentro más importante en más de 12 años para quienes están relacionados con la biodiversidad, pero también es una cumbre que puede ser un mundo muy lejano —y desconocido— para la mayoría de ciudadanos. (Lea La voz de la juventud colombiana en la cumbre de biodiversidad)
Sin embargo, lo que se decida en Montreal impactará nuestra vida cotidiana y las decisiones que tome Colombia. La biodiversidad comprende cosas tan sencillas y cercanas a nuestras rutinas como el perro que podemos tener de mascota, o tan complejas como las relaciones entre organismos y flujos energéticos en un ecosistema.
Los problemas que enfrenta la biodiversidad son varios. En 2019, el grupo de científicos que más sabe e investiga el tema, la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) reveló que hay un millón de especies en riesgo de extinción.
“Esta evaluación incluyó especies silvestres y domesticadas. Lo que encontró significa que estamos en un proceso, con las especies silvestres, de alterar equilibrios ecosistémicos; estamos impactando las contribuciones de la naturaleza para las personas: hay un efecto dominó en lo que puede empezar a ocurrir en el mundo”, explica la colombiana Ana María Hernández, presidenta de la IPBES.
Es difícil dimensionar este efecto dominó. Pero lo que los expertos han dejado claro durante esta COP es que perder la biodiversidad mundial no solo implicaría dejar de ver animales carismáticos como los pandas o paisajes naturales de Instagram. Está en riesgo la diversidad de comida que consumimos a diario, la calidad del aire que respiramos y hasta nuestra salud.
El nuevo acuerdo por la biodiversidad —que aún es negociado (y peleado) al cierre de esta edición— tiene el objetivo ambicioso de prevenir que todo esto pase. Hay 22 metas para construir este camino, y varias de esas (si no todas) tendrán efectos directos en cómo se maneja la protección de la biodiversidad en Colombia.
Retos sobre la biodiversidad en Colombia
Basta con ver las noticias un par de días para identificar algunos de los problemas relacionados con la biodiversidad que enfrenta Colombia. Antes de terminar su período presidencial, Iván Duque anunció que cumplió con una de sus metas ambientales más ambiciosas: proteger el 30 % del territorio. Este porcentaje hace parte de una gran iniciativa global, conocida como la meta 30x30, que busca proteger el 30 % de las áreas marinas y terrestres para 2030, pues son uno de los mejores instrumentos para enfrentar la pérdida de biodiversidad y conservar ecosistemas estratégicos.
El borrador del nuevo acuerdo para la biodiversidad contiene esta meta, aunque los países aún no se han puesto de acuerdo sobre el porcentaje a conservar.Según Duque, técnicamente, en Colombia ya alcanzamos esta meta, aunque hay muchos peros, todavía. Por una parte, en agosto pasado, después de revisar en detalle varios de los procesos, El Espectador comprobó que, a esa fecha, varios no habían culminado; es decir, que se trataba de áreas que no habían sido declaradas como protegidas.
Hay otras dudas, además, sobre la efectividad con que se están protegiendo ecosistemas estratégicos en Colombia. Solo este año, cuatro de los seis departamentos con más deforestación estaban en la Amazonia y varios de los puntos focales fueron parques nacionales como la serranía del Chiribiquete o el Parque Tinigua.
En teoría, el nuevo marco de biodiversidad y la estrategia de 30x30 buscarán cómo hacer que las áreas protegidas sí sean efectivas. Los pueblos indígenas amazónicos, agrupados en la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), han propuesto que sus territorios también clasifiquen como áreas conservadas. Piden, además, proteger el 80 % de la Amazonia para 2025, mientras que otros expertos han recomendado que sea el 50 % para el mundo.
Pero hablar de porcentajes es complicado, porque, como dice Hernández, “el 30 % de protección es un mínimo, no un techo”. Pero, Basile van Havre, copresidente del grupo que debate la creación del nuevo marco de biodiversidad, asegura que alcanzar un acuerdo así de ambicioso no es fácil.
“Conllevará un gran esfuerzo llegar al 30 % en ocho años; no podemos apuntar a metas que no podamos alcanzar en ese tiempo. Yo, incluso, dudo que podamos hablar de ese porcentaje mínimo”, indica.
Claudia Vásquez, directora de The Nature Conservancy (TNC) Colombia, se pregunta cómo se manejará el otro 70 % de la Tierra, pues la meta 30x30 tampoco puede ser un permiso para devastar.
Otro de los problemas de biodiversidad más conocidos en Colombia que puede ayudar a comprender la importancia de lo que sucede en Canadá es el de los hipopótamos, que pasaron de ser una de las anécdotas sobre la vida de Pablo Escobar a una amenaza muy grave para la biodiversidad nacional. Solo hace unas semanas, un hombre que transitaba en moto en Puerto Triunfo (Antioquia) se estrelló contra un hipopótamo en una carretera de noche y terminó con un brazo roto por el accidente.
A pesar de que la población de hipopótamos empezó a crecer en 1981, cuando Escobar trajo cuatro ejemplares al país, solo hasta febrero de este año fueron declarados una especie exótica invasora. Hoy, se calcula que más de 130 de estos animales deambulan por Colombia. Según los científicos, son una amenaza para los ecosistemas y otras especies nativas.
Cómo enfrentar el problema de los hipopótamos ha sido una gran discusión, que incluso ha generado tensiones entre biólogos y ecólogos y el movimiento animalista. Hernández, presidenta del IPBES, reconoce que abordarla es complicado, pero utiliza un ejemplo para ilustrar su opinión: “¿Qué hace un humano con un niño chiquito cuando se le escapa y empieza a romper cosas, a comerse todos los sándwiches y hacer barbaridades? Uno lo agarra y lo pone en cintura”.
Las especies invasoras, continúa, también hay que “ponerlas en cintura. Creo que es algo lógico y natural”. La fórmula para hacerlo, por medio de control o erradicación, la deberá decidir el país de mano de la ciencia, agrega. De hecho, el borrador del nuevo acuerdo por la biodiversidad hay una meta específicamente dedicada a las especies exóticas invasoras. Preliminarmente, los países han propuesto reducir la tasa de introducción de las especies invasoras potenciales o conocidas en al menos 50 %, y erradicar o controlar especies exóticas invasoras. Así que la decisión a la que lleguen los países impactará directamente las acciones de Colombia con los hipopótamos en los siguientes añosHay otras 20 metas que conllevarán otro tipo de conservaciones difíciles y muy pertinentes en Colombia, como asegurar que el uso sostenible que especies silvestres de beneficios económicos y ambientales para la gente o identificar y eliminar los subsidios e incentivos dañinos para la biodiversidad.
Para Hernández, el gran reto también será “empezar a trabajar con pobreza, institucionalidad, salud, injusticia, equidad social... con esas cosas que tienen que ir de la mano porque necesariamente hacen parte de los procesos críticos de pérdida de biodiversidad que se deben transformar”. Esto estará en armonía con lo que los científicos del IPBES llaman cambios transformativos; es decir, cambios en la percepción social, comportamientos, tendencias económicas y el ámbito político “que nos permitan efectivamente trabajar sosteniblemente, con la biodiversidad como amiga y no como barrera para lograr un bienestar social”.
¿Habrá acuerdo?
El coco de todas las cumbres sobre temas ambientales es el camino para conseguir más recursos, en este caso, para financiar las acciones contra la pérdida de biodiversidad. Usualmente —aunque no es el caso en todos los países—, las regiones con más especies y ecosistemas por proteger son también los países “en desarrollo”.
“En nuestros países tenemos prioridades para cubrir pobreza, nutrición, salud, educación y obviamente el tema ambiental termina un poco afectado en el presupuesto nacional. Hay pocos recursos para atender todas las prioridades. La única manera para abordar los compromisos ambientales es con cooperación internacional”, explica Hernández.
Esto significa que, en espacios de negociación como esta COP, los países “en desarrollo” deben hacer propuestas para que los países “desarrollados”, principalmente, puedan movilizar más recursos para las acciones de biodiversidad. La meta que aborda este tema (la 19.1) ha sido uno de los puntos más conflictivos en las negociaciones.
Por ejemplo, el pasado 14 de diciembre, en la madrugada, un grupo de países, entre los que estaba Colombia, abandonó la mesa de negociación que discutía ese asunto, después de que otro grupo de países, encabezado por la Unión Europea, dijera que no estaba dispuesto a discutir la creación de un nuevo fondo global para financiar la pérdida de biodiversidad. Esa conversación, afirmaron, tendría que esperar a la siguiente COP, en dos años.
Una fuente que asistió a la reunión, que pidió no ser identificada, explicó que los países “en desarrollo” sintieron que la actitud de las partes que se negaron a hablar sobre la creación del fondo fue muy poco ambiciosa. Los ministros de Ambiente de más de 190 países llegaron a la cumbre desde el jueves 15, con la tarea de “destrabar lo que haya que destrabar”, describe Hernández.Uno de los puntos en sus agendas es la financiación y, posiblemente, la propuesta del nuevo fondo, que generó el conflicto. Pero el consejo que da Van Havre a los países es que “miren cómo podemos hacer que la financiación esté disponible, de la mejor forma posible, en dónde se necesita. Si esto se logra diciéndole sí a un nuevo fondo, que así sea, pero mi mensaje es que se analice si esto se puede lograr de otras formas”.
Dice que este consejo apunta a que los países no se enfrasquen en discusiones sobre puntos específicos de la implementación de una meta, sino que se enfoquen en hablar sobre —y luego aprobar— el nuevo marco global de acciones por la biodiversidad. Al cierre de esta edición, David Ainsworth, líder de comunicaciones de programa de la ONU para el Medio Ambiente (UNEP), dijo a la prensa que los países se habían logrado poner de acuerdo en lo general, pero no hay detalles sobre lo que pasará con el fondo, por ejemplo.
Hernández agrega que, si bien la cooperación internacional es importante, cada país sí debería poder “sacar un poco más de su bolsillo” para financiar la problemática ambiental. Depender de la financiación ajena puede conducir a una especie de trampa, donde los países condicionan las acciones que hacen para proteger la biodiversidad en la cantidad de recursos que tienen, señala Vásquez, de TNC Colombia.“Pero Colombia tiene una responsabilidad sobre su biodiversidad y su utilidad para el planeta”, indica; por eso, las acciones no pueden depender de la cooperación de países más ricos. En todo caso, lo que está claro es que se necesitará invertir más plata para hacer realidad el sueño de tener metas ambiciosas.
Durante esta COP, incluso, se reveló que hacen falta unos US$700.000 millones anuales para financiar la biodiversidad. Aunque varios países creen que esos recursos no tienen de dónde salir, otros argumentan que ya existen y se deben redireccionar. ¿En dónde están? En subsidios a industrias nocivas para el medio ambiente, como los agroquímicos, sostienen algunos de los negociadores. Esa es otra conversación incómoda que se terminará de definir, si todo marcha como está previsto, el lunes 19 de diciembre.