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Investigadores colombianos acaban de describir una nueva especie de hongo que podría ser de ayuda en la carrera que llevan las autoridades sanitarias del mundo para controlar la presencia de metales tóxicos en los alimentos. Se trata de un microorganismo con la capacidad de tolerar cadmio, un metal que se encuentra de forma natural en la corteza terrestre y que se puede acumular en cosechas agrícolas tan variadas como la lechuga, la espinaca, los cereales, el cacao o el arroz.
El hallazgo se realizó en una finca de Santander, específicamente en una muestra de suelo de cacao recolectada en San Vicente de Chucurí, a poco más de 100 kilómetros de Bucaramanga. Bautizado como Talaromyces santanderensis, el hongo sorprendió a los investigadores por su capacidad de crecimiento aún en niveles altos de cadmio.
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“Y cuando digo alto, es muy alto. Esa familia de hongos normalmente vive en una concentración en suelo de hasta 20 partes por millón (de cadmio), pero nosotros en el laboratorio lo llevamos a una proporción de mil partes por millón y seguía creciendo, más lento, pero seguía creciendo”, señala Javier Álvarez, investigador del Grupo de Investigación en Biodiversidad, Evolución y Conservación de la Universidad EAFIT y uno de los autores del estudio recién publicado.
Como una esponja, ese tipo de hongos convive en las raíces de las plantas absorbiendo metales y evitando que lleguen a las hojas y frutos. Por eso, explica Álvarez, en el mundo hay un boom por buscar microorganismos que sean biorremediadores, es decir, que puedan ser utilizados para recuperar ambientes contaminados haciendo uso de sus capacidades biológicas otorgadas por la evolución. Esto es de ayuda, por ejemplo, para controlar un derrame de petróleo o para atacar contaminantes químicos en el suelo, como es el caso de los metales tóxicos en los alimentos. “Esto es importante – dice Álvarez- porque el cadmio se puede acumular a lo largo de la cadena alimenticia y, al igual que otros metales, provocar enfermedades severas en los órganos del cuerpo”.
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A inicios de mayo de 2021, por ejemplo, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) emitió un comunicado público en el que anunciaba nuevas medidas para controlar “la exposición a elementos tóxicos como el arsénico, el mercurio, el cadmio y el plomo, en el suministro de alimentos”, especialmente, apuntaba, cuando se trata de proteger la salud y seguridad de los más jóvenes y vulnerables de la población. Por eso, aseguraba, pondría en marcha un plan para reducir los elementos tóxicos en los alimentos para bebés y niños a niveles bajos.
Un mes antes, un subcomité de la Cámara de Representantes de ese país había hecho un llamado a la acción, después de que se conociera que algunos alimentos para bebés que se venden en las estanterías estadounidenses pueden contener niveles peligrosos de metales tóxicos.
Entre estos últimos, el cadmio preocupa con especial interés. Es un metal blando de color plateado que, al ingresar al cuerpo en niveles altos, produce irritación del estómago, vómitos y diarrea y en su estado más grave, incluso puede provocar la muerte. La exposición a niveles de cadmio bajos durante un período prolongado, dicen las autoridades norteamericanas, puede aumentar la fragilidad de los huesos de manera que se pueden quebrar fácilmente y generar daños en los riñones.
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Debido a eso, países como Estados Unidos y regiones como la Unión Europea han extremado los controles en lo que se refiere a los niveles de cadmio con los que aceptan cargamentos de alimentos de países como Colombia. En el estudio del que participó Álvarez, dos estudiantes de biología de la Universidad Eafit (y que fue liderado por la docente Beatriz Guerra Sierra de la Universidad de Santander), los autores reseñan que la tolerancia de T. santanderensis al cadmio “presenta una oportunidad promisoria para estrategias de biorremediación enfocadas a eliminar el estrés causado por este metal pesado en los agroecosistemas de cacao”.
Finalmente, como biólogo molecular, Álvarez está intrigado por el mecanismo que usa el hongo para soportar tal nivel de cadmio y sugiere que el siguiente paso es develar su genoma completo y así entrever otras aplicaciones: “Queremos entender como lo está reteniendo, porque eso no lo hace cualquier microorganismo común. Entender esto permitirá aplicarlo en otro nivel, por ejemplo, en un futuro poder otorgarle a la planta esa capacidad para que ella misma pueda luchar contra el cadmio incluso mejor que el hongo”.