Encuentran en un museo los restos del que sería el último tigre de Tasmania
Investigadores descubrieron en un gabinete del Museo y Galería de Arte de Tasmania los restos una hembra que habría sido el último tigre de Tasmania. El hallazgo desmiente la idea del que famoso tigre Benjamin, que murió en cautiverio en 1935, fue el último de esta especie.
Una nueva investigación sugiere que una hembra fue el último tigre de Tasmania (Thylacinus cynocephalus) sobreviviente conocido y no el tigre Benjamin, que murió en 1935 en cautiverio en el zoológico de Beaumaris en Hobart, Tasmania (Australia) y del que se conservan videos en el Archivo Nacional de Cine y Sonido de Australia (NFSA por sus siglas en inglés).
En el siglo XIX, cuando llegaron los colonizadores europeos, culpaban a estos tigres, que eran los carnívoros marsupiales más grandes del planeta, de comerse su ganado y sus ovejas, por lo que empezaron a cazarlos. Se extinguieron hace más de 80 años. (Lea: Paleontólogo es acusado de falsificar datos en un artículo sobre dinosaurios)
Investigadores encontraron reportes que datan de 1936-37 de un taxidermista del Museo y Galería de Arte de Tasmania (TMAG), que mencionaba su trabajo con un espécimen de tilacino, por lo que decidieron revisar la colección completa de esqueletos y pieles del Museo.
En un gabinete encontraron los restos que pertenecían a la última tigresa de Tasmania. Esta habría sido capturada y vendida al Zoológico en 1936. Sin embargo, la compra no habría quedado registrada porque en ese entonces estaban prohibidas las trampas terrestres.
Cuando murió, al parecer el 7 de septiembre de 1936, su cuerpo fue trasladado al Museo, en donde le quitaron la piel y desarmaron su esqueleto para realizar demostraciones, los cuales fueron encontrados en un gabinete del Museo. (Lea: Descubren dos especies de tiburón con un hocico particular)
Robert Paddle, investigador de la Universidad Católica de Australia, afirmó en un comunicado que “durante años, muchos curadores de museos e investigadores buscaron sus restos sin éxito, ya que en la colección zoológica no se había registrado ningún material de tilacino que datara de 1936, por lo que se asumió que su cuerpo había sido descartado”. Actualmente, la piel y los huesos de la hembra se exponen en una de las salas.
En agosto de este año la compañía Colossal Biosciences anunció que, en asocio con científicos del Laboratorio de Investigación de Restauración Genética Integrada Thylacine de la Universidad de Melbourne, buscan “des-extinguir” al tigre de Tasmania por medio de la tecnología de edición de genes. (Lea: Descubren dos especies de tiburón con un hocico particular)
Este proyecto que se suma a otro que anunciaron el año pasado de “des-extinguir” mamuts. Para varios científicos la idea es polémica por diferentes motivos, como que esto desvíe la atención sobre las especies amenazadas que se deben proteger; que es necesario primero consultar a los pueblos indígenas de Australia para “reintroducir” una especie en su territorio; y que modificar el genoma del ratón marsupial de cola gruesa (Sminthopsis crassicaudata) para que se parezca al del tigre de Tasmania es imposible, pues, como afirma la revista Scientific American, se trata de dos especies diferentes y desconectadas por millones de años de evolución.
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Una nueva investigación sugiere que una hembra fue el último tigre de Tasmania (Thylacinus cynocephalus) sobreviviente conocido y no el tigre Benjamin, que murió en 1935 en cautiverio en el zoológico de Beaumaris en Hobart, Tasmania (Australia) y del que se conservan videos en el Archivo Nacional de Cine y Sonido de Australia (NFSA por sus siglas en inglés).
En el siglo XIX, cuando llegaron los colonizadores europeos, culpaban a estos tigres, que eran los carnívoros marsupiales más grandes del planeta, de comerse su ganado y sus ovejas, por lo que empezaron a cazarlos. Se extinguieron hace más de 80 años. (Lea: Paleontólogo es acusado de falsificar datos en un artículo sobre dinosaurios)
Investigadores encontraron reportes que datan de 1936-37 de un taxidermista del Museo y Galería de Arte de Tasmania (TMAG), que mencionaba su trabajo con un espécimen de tilacino, por lo que decidieron revisar la colección completa de esqueletos y pieles del Museo.
En un gabinete encontraron los restos que pertenecían a la última tigresa de Tasmania. Esta habría sido capturada y vendida al Zoológico en 1936. Sin embargo, la compra no habría quedado registrada porque en ese entonces estaban prohibidas las trampas terrestres.
Cuando murió, al parecer el 7 de septiembre de 1936, su cuerpo fue trasladado al Museo, en donde le quitaron la piel y desarmaron su esqueleto para realizar demostraciones, los cuales fueron encontrados en un gabinete del Museo. (Lea: Descubren dos especies de tiburón con un hocico particular)
Robert Paddle, investigador de la Universidad Católica de Australia, afirmó en un comunicado que “durante años, muchos curadores de museos e investigadores buscaron sus restos sin éxito, ya que en la colección zoológica no se había registrado ningún material de tilacino que datara de 1936, por lo que se asumió que su cuerpo había sido descartado”. Actualmente, la piel y los huesos de la hembra se exponen en una de las salas.
En agosto de este año la compañía Colossal Biosciences anunció que, en asocio con científicos del Laboratorio de Investigación de Restauración Genética Integrada Thylacine de la Universidad de Melbourne, buscan “des-extinguir” al tigre de Tasmania por medio de la tecnología de edición de genes. (Lea: Descubren dos especies de tiburón con un hocico particular)
Este proyecto que se suma a otro que anunciaron el año pasado de “des-extinguir” mamuts. Para varios científicos la idea es polémica por diferentes motivos, como que esto desvíe la atención sobre las especies amenazadas que se deben proteger; que es necesario primero consultar a los pueblos indígenas de Australia para “reintroducir” una especie en su territorio; y que modificar el genoma del ratón marsupial de cola gruesa (Sminthopsis crassicaudata) para que se parezca al del tigre de Tasmania es imposible, pues, como afirma la revista Scientific American, se trata de dos especies diferentes y desconectadas por millones de años de evolución.
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