Estas hormigas invasoras están frustrando a los leones en la sabana africana
Sin árboles de la espina silbadora, los leones pierden la oportunidad de esconderse, lo que podría afectar en especial la caza de cebras.
Los ecosistemas son muy complejos. Todo lo que compone un bosque, una sabana o un páramo, por ejemplo, tiene sentido y contribuye a que ese bosque o sábana funcione como tiene que funcionar. Y quizá uno de los mejores ejemplos de esa complejidad y de lo que sucede cuando algo no está bien, acaba de ser publicado en Science. En el estudio, un grupo de investigadores se fue para las praderas de Kenia, en África, a investigar los cambios que ha producido la llegada de un animal invasor que, aunque pequeño, está produciendo grandes modificaciones al ecosistema: las hormigas cabezudas (Pheidole megacephala).
“Este estudio fue una hermosa instantánea de lo complicados que pueden ser los ecosistemas: esa idea de que tiras de un solo hilo y todo el sistema reacciona”, resume para Science Meredith Palmer, ecologista de Fauna & Flora International y quien no participó en el trabajo. Pero entonces, ¿qué encontraron los investigadores? Sucede que en ciertas áreas de África oriental, incluyendo Kenia, crece un tipo de acacia llamada “árbol de la espina silbadora” (Vachellia drepanolobium). Es bastante común en ecosistemas como las sabanas y las zonas de pastizales, pero es mucho más conocido por su alianza con las hormigas.
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Las espinas del árbol albergan nidos de hormigas Crematogaster mimosae. Estas hormigas actúan como escoltas del árbol, protegiéndolo de herbívoros como elefantes y jirafas, que de lo contrario podrían dañar o consumir el follaje. En contraprestación por sus servicios, el árbol produce néctar en glándulas especializadas llamadas nectarios extraflorales, que están ubicados en el extremo de las espinas. Las hormigas se alimentan de este néctar, lo que establece una relación de mutualismo entre el árbol y las ellas. A cambio de la protección proporcionada por las hormigas, el árbol recibe un servicio beneficioso.
El problema es que las hormigas Crematogaster están desapareciendo. El estudio de Science reporta que en algún momento a principios de la década de los 2000 aparecieron en Kenia (quizá con ayuda de los humanos) las hormigas cabezudas (Pheidole megacephala), conocidas por su increíble capacidad de adaptación. Su capacidad para establecer colonias grandes y su comportamiento competitivo las ha llevado a expandirse a otros continentes, como Asia, Australia, América del Norte y América del Sur. En estas regiones, las hormigas cabezudas a menudo compiten con especies nativas, como está pasando en Kenia.
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Según los investigadores, en la sábana de Kenia atacan a las hormigas acacias nativas y consumen a sus crías, dejando a los árboles espinosos silbantes indefensos. Los elefantes (y otros herbívoros) están consumiéndolos a un ritmo impresionante. Después de tres años de seguimiento, los científicos señalan que los elefantes despojaron y derribaron árboles que carecían de hormigas nativas hasta siete veces más rápido que aquellos que tenían como protectoras a las hormigas. La cobertura de árboles y arbustos se redujo drásticamente, afectando, como en hilo, a otro gran animal de la sábana: el león.
“Los leones son mucho más eficaces a la hora de matar a sus presas en matorrales densos y leñosos”, explicó para Science Jacob Goheen, ecologista de vida silvestre de la Universidad de Wyoming (UW) y autor principal del nuevo estudio. La lógica de eso es simple: los leones usan el forraje para camuflarse y acercarse sigilosamente a sus presas. Los matorrales densos proporcionan un escenario ideal para emboscar a los herbívoros, permitiéndoles aprovechar la cobertura para acercarse lo más posible antes de lanzar un ataque sorpresa. Además, estos entornos ofrecen a los leones la oportunidad de coordinar estratégicamente sus movimientos dentro del grupo, lo que aumenta la eficiencia de la caza y maximiza las posibilidades de éxito.
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Sin árboles de la espina silbadora, los leones pierden la oportunidad de esconderse, lo que podría afectar su caza, en especial la de cebras. El equipo descubrió que las muertes de cebras eran casi tres veces más probables en áreas de baja visibilidad, donde las hormigas invasoras estaban ausentes, en comparación con las áreas de alta visibilidad, donde las hormigas cabezonas estaban presentes y los árboles desprotegidos.
La sorpresa, para algunos expertos, fue que las poblaciones de leones en el área de estudio se mantuvieron estables a pesar del acceso reducido a sus presas principales, se puede leer en Science. “No sabemos qué va a pasar en el futuro”, dice para Science Douglas Kamaru, ecologista de vida silvestre de la Universidad de Washington y autor del nuevo estudio. “Es muy difícil para los leones matar búfalos. Es mucha energía en comparación con [cazar] cebras y, a veces, los búfalos matan leones cuando están peleando”. También cabe la pregunta de si el número de estos herbívoros se modificará con el tiempo.
Los autores ven la necesidad de estudiar cómo se propagan las hormigas cabezudas para informar los esfuerzos por detener su avance. Estas hormigas han logrado extenderse a diferentes partes del mundo debido a la actividad humana, y en algunos lugares se consideran especies invasoras.
Los ecosistemas son muy complejos. Todo lo que compone un bosque, una sabana o un páramo, por ejemplo, tiene sentido y contribuye a que ese bosque o sábana funcione como tiene que funcionar. Y quizá uno de los mejores ejemplos de esa complejidad y de lo que sucede cuando algo no está bien, acaba de ser publicado en Science. En el estudio, un grupo de investigadores se fue para las praderas de Kenia, en África, a investigar los cambios que ha producido la llegada de un animal invasor que, aunque pequeño, está produciendo grandes modificaciones al ecosistema: las hormigas cabezudas (Pheidole megacephala).
“Este estudio fue una hermosa instantánea de lo complicados que pueden ser los ecosistemas: esa idea de que tiras de un solo hilo y todo el sistema reacciona”, resume para Science Meredith Palmer, ecologista de Fauna & Flora International y quien no participó en el trabajo. Pero entonces, ¿qué encontraron los investigadores? Sucede que en ciertas áreas de África oriental, incluyendo Kenia, crece un tipo de acacia llamada “árbol de la espina silbadora” (Vachellia drepanolobium). Es bastante común en ecosistemas como las sabanas y las zonas de pastizales, pero es mucho más conocido por su alianza con las hormigas.
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Las espinas del árbol albergan nidos de hormigas Crematogaster mimosae. Estas hormigas actúan como escoltas del árbol, protegiéndolo de herbívoros como elefantes y jirafas, que de lo contrario podrían dañar o consumir el follaje. En contraprestación por sus servicios, el árbol produce néctar en glándulas especializadas llamadas nectarios extraflorales, que están ubicados en el extremo de las espinas. Las hormigas se alimentan de este néctar, lo que establece una relación de mutualismo entre el árbol y las ellas. A cambio de la protección proporcionada por las hormigas, el árbol recibe un servicio beneficioso.
El problema es que las hormigas Crematogaster están desapareciendo. El estudio de Science reporta que en algún momento a principios de la década de los 2000 aparecieron en Kenia (quizá con ayuda de los humanos) las hormigas cabezudas (Pheidole megacephala), conocidas por su increíble capacidad de adaptación. Su capacidad para establecer colonias grandes y su comportamiento competitivo las ha llevado a expandirse a otros continentes, como Asia, Australia, América del Norte y América del Sur. En estas regiones, las hormigas cabezudas a menudo compiten con especies nativas, como está pasando en Kenia.
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Según los investigadores, en la sábana de Kenia atacan a las hormigas acacias nativas y consumen a sus crías, dejando a los árboles espinosos silbantes indefensos. Los elefantes (y otros herbívoros) están consumiéndolos a un ritmo impresionante. Después de tres años de seguimiento, los científicos señalan que los elefantes despojaron y derribaron árboles que carecían de hormigas nativas hasta siete veces más rápido que aquellos que tenían como protectoras a las hormigas. La cobertura de árboles y arbustos se redujo drásticamente, afectando, como en hilo, a otro gran animal de la sábana: el león.
“Los leones son mucho más eficaces a la hora de matar a sus presas en matorrales densos y leñosos”, explicó para Science Jacob Goheen, ecologista de vida silvestre de la Universidad de Wyoming (UW) y autor principal del nuevo estudio. La lógica de eso es simple: los leones usan el forraje para camuflarse y acercarse sigilosamente a sus presas. Los matorrales densos proporcionan un escenario ideal para emboscar a los herbívoros, permitiéndoles aprovechar la cobertura para acercarse lo más posible antes de lanzar un ataque sorpresa. Además, estos entornos ofrecen a los leones la oportunidad de coordinar estratégicamente sus movimientos dentro del grupo, lo que aumenta la eficiencia de la caza y maximiza las posibilidades de éxito.
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La sorpresa, para algunos expertos, fue que las poblaciones de leones en el área de estudio se mantuvieron estables a pesar del acceso reducido a sus presas principales, se puede leer en Science. “No sabemos qué va a pasar en el futuro”, dice para Science Douglas Kamaru, ecologista de vida silvestre de la Universidad de Washington y autor del nuevo estudio. “Es muy difícil para los leones matar búfalos. Es mucha energía en comparación con [cazar] cebras y, a veces, los búfalos matan leones cuando están peleando”. También cabe la pregunta de si el número de estos herbívoros se modificará con el tiempo.
Los autores ven la necesidad de estudiar cómo se propagan las hormigas cabezudas para informar los esfuerzos por detener su avance. Estas hormigas han logrado extenderse a diferentes partes del mundo debido a la actividad humana, y en algunos lugares se consideran especies invasoras.