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Después de 10 o 15 días de la picadura, la fiebre llega. El cuerpo comienza a sufrir de sudoración excesiva, la tos arrecia, hay diarrea y malestar general. En los casos más graves se convulsiona, se puede quedar en estado de coma e incluso morir. Año tras año la malaria mata a poco más de 400.000 personas en el mundo (según la OMS) sin que alguna vacuna pudiera hacer algo al respecto, pero eso podría estar a punto de cambiar.
La Organización Mundial de la Salud aprobó ayer, en un hecho histórico, el uso de una vacuna contra la malaria. El anuncio se da luego de dos años de un programa piloto llevado a cabo en Ghana, Kenia y Malaui, en África Subsahariana, la zona del mundo donde la enfermedad es más mortal: en esa región mueren más de 260.000 niños debido a la malaria cada año, según la OMS. Desde 2019 se aplicaron allí más de 2,3 millones de dosis de la vacuna, en más de 800.000 niños que recibieron al menos una dosis.
“Esto es lo que hemos aprendido: es segura, reduce significativamente las formas graves de la enfermedad y tiene un amplio alcance para los niños, incluidos los más vulnerables”, fue el balance que dio el director general de la OMS, el doctor Tedros Adhanom. La RTS,S / AS01 (o Mosquirix, por su nombre comercial), fabricada por la farmacéutica GlaxoSmithKline, demostró tener una efectividad de entre el 36 y 56 % en niños desde los cinco meses.
La inmunización actúa contra el parásito Plasmodium falciparum, transmitido al ser humano a través de la picadura de las hembras del mosquito Anopheles. “La noticia es fantástica: seguirá reduciendo la mortalidad y el número de casos”, anotó Silvana Zapata Bedoya, MSc en epidemiología y especialista en sistemas de información geográfica. “La vacuna podrá actuar para que la enfermedad no llegue a un estado severo donde, si no causa la muerte, provoca secuelas en zonas donde el acceso a los servicios de salud es precario”.
Siglos de padecimiento de la enfermedad y una investigación que tras las últimas tres décadas de avances logra por fin una vacuna que tiene, a partir de ahora, el visto bueno de la autoridad sanitaria mundial. Desde 2015, Mosquirix había emocionado al mundo cuando la Agencia Europea del Medicamento dio el primer concepto positivo científico para su uso fuera de Europa.
“A pesar de su eficacia limitada, los beneficios de Mosquirix superan los riesgos en los grupos de edad estudiados”, explicó en 2015 la agencia reguladora europea, al certificar que las dosis fueron eficaces para prevenir un primer o único episodio clínico de malaria en el 56 % de los niños de 5 a 17 meses, y en el 31 % de los niños de 6 a 12 semanas. Si bien su eficacia disminuyó después de un año, el perfil de seguridad se consideró aceptable.
Esas primeras conclusiones llegaron tras un gran primer ensayo clínico que involucró a siete países (Burkina Faso, Gabón, Ghana, Kenia, Malaui, Mozambique y Tanzania). Los ministerios de Salud de estos Estados africanos se ofrecieron a liderar la investigación, tal vez por eso el doctor Tedros Adhanom celebró que esta vacuna fue “desarrollada en África por científicos africanos”.
A partir de ahora la postura de la OMS será que en las regiones del mundo donde la transmisión de la malaria es de moderada a alta, y en el marco de un control integral de la enfermedad (en la que no solo se debe usar la vacuna, sino las herramientas ya existentes como los mosquiteros), se puede aplicar la Mosquirix para prevenir la malaria.
Situación local y dudas
Según el Ministerio de Salud, Colombia registró 76.958 casos de malaria durante 2020. De ellos, el 98,5 % no fueron casos complicados, pero el 1,5 %, sí. Esto significa que 1.142 colombianos presentaron complicaciones hematológicas, hepáticas, renales, pulmonares e incluso cerebrales. Los departamentos más afectados fueron Chocó, con el 27,6 % de los casos; Nariño, con el 21,5 %, y Antioquia y Córdoba, con el 9,5 y 9,2 % respectivamente.
De hecho, departamentos como Córdoba, Meta, Nariño y Casanare estaban en situación de alerta con la enfermedad y algunos brotes hacia finales de 2020. “Los análisis de situación de salud tendrán ahora que establecer la prioridad de la aplicación de esa vacuna en todo el mundo”, señaló Zapata, “podría ser una gran oportunidad para mejorar los indicadores en esta enfermedad en regiones como el Pacífico y la Orinoquia, en el caso colombiano”.
La distribución no es un asunto menor. Ya la pandemia reveló lo complejo que puede llegar a ser el tema. “Los próximos meses serán críticos para definir los mecanismos de financiación que aseguren que todos los niños se beneficien de esta vacuna”, dijo Pedro Alonso, director del Programa Mundial de la Malaria de la OMS. Y agregó, como en un guiño, que “es una gran oportunidad para la solidaridad mundial”.
Para el doctor Seth Berkley, director general de Gavi, la Alianza para las Vacunas, el anuncio “marca un logro histórico en nuestra lucha contra la malaria”. La organización (de naturaleza público-privada) financió, junto con el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, los US$70 millones que costaron los planes pilotos de la vacuna. Deberán decidir si continúan con la financiación de su aplicación, seguramente de manera más universal.
“Las partes interesadas a escala mundial, incluida Gavi, estudiarán si se debe financiar un nuevo programa de vacunación contra la malaria y cómo hacerlo”, señaló Gavi en un comunicado. La relación costo-beneficio, dada la importante, pero limitada efectividad de la vacuna, es una discusión primordial. El Center for Global Development publicó a inicios de septiembre una serie de consideraciones para tomar en cuenta. En ellas plantea, por ejemplo, que el uso de los mosquiteros tratados con insecticidas, claves en el control de la enfermedad, no se han universalizado lo suficiente: apenas protegían el sueño y la vida del 52 % de los niños menores de 5 años en países donde la malaria era endémica para 2019.
Un mosquitero puede ser considerablemente más barato que la aplicación de cuatro dosis (cuya inversión podría ser de hasta US$5 por cada una). “Incluso si la OMS incorporara el costo-beneficio y encontrara que la combinación de RTS,S y SMC (quimioprevención de la malaria estacional, un tratamiento para la prevención que implica la toma de medicamentos antipalúdicos) es muy rentable en determinados entornos, también debería considerar el impacto presupuestario de añadir esta intervención al conjunto de enfoques actualmente recomendados para prevenir, diagnosticar y tratar la malaria”, dijo la organización.
Aun así, y pese a las discusiones que faltan por darse y seguramente se darán, hoy el mundo tiene una nueva herramienta que podría evitar la muerte de miles de personas.