Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En julio de 1982, un grupo de científicos de Nueva Zelanda inició un experimento con el que esperaba caracterizar el paisaje sonoro de la parte sur de Fiyi, una isla del Pacífico Sur, muy cerca de Australia y Nueva Zelanda.
Dentro de las grabaciones que realizaron, los investigadores obtuvieron una muy particular y misteriosa: eran cuatro ráfagas cortas que se asemejaban a un graznido y que bautizaron como “Bio-Duck”. El científico Ross Chapman, que participó del experimento, recuerda que “el sonido era tan repetible que al principio no podíamos creer que fuera biológico”.
Tras conversar con varios colegas de Australia, Chapman y sus compañeros descrubrieron que el sonido se escuchaba con frecuencia en Nueva Zelanda y Australia. Sin embargo, desde entonces, no se sabía el origen de las ráfagas de graznidos.
Más de 40 años después de que los científicos obtuvieran las primeras grabaciones, Chapman, que trabaja para la facultad de Ciencias terrestres y oceánicas de la Universidad de Victoria (Canadá), presentó el primer análisis de estos misteriosos sonidos.
“Hay que entender que este tipo de estudio del ruido oceánico estaba en pañales en aquella época. Cada día aprendíamos algo nuevo sobre el sonido en el océano a medida que profundizábamos en los datos; fue una época muy emocionante para nosotros”, dijo Chapman durante su presentación.
Analizando la forma de onda y el espectro de la grabaciones, el científico considera que el sonido corresponde a una conversación entre varios animales, aunque reconoce que todavía no es posible identificar la especie.
“Participé en el análisis de los datos del experimento en 1986. Descubrimos que los datos contenían una mina de oro de nueva información sobre muchos tipos de sonido en el océano, incluidos los sonidos de los mamíferos marinos”, agregó Chapman.
De acuerdo con el investigador, uno de los detalles que más llamó su atención fue el hecho de que, al parecer, cuando uno de los animales hablaba, los demás permanecían en silencio, “como si estuvieran escuchando”, apunta el científico. A su vez, cuando el primer orador dejaba de hablar, escuchaba las respuestas de los demás.
De qué trataba la conversación, es una pregunta que sigue sin resolver. “Siempre ha sido una cuestión sin respuesta en mi mente. Puede que estuvieran hablando de la cena, puede que fueran padres hablando con sus hijos, o puede que simplemente estuvieran comentando esa nave loca que iba y venía remolcando esa larga cuerda detrás”, comenta el investigador haciendo referencia a los hidrófonos con los que capturaron los sonidos y que eran remolcados por barcos.
👩🔬📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre ciencia? Te invitamos a verlas en El Espectador. 🧪🧬