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Las fotos caben en cualquier pantalla, pero contienen algo que los humanos no habían visto jamás. Tal vez las vean por menos tiempo que alguna de las más de mil imágenes nuevas que cada segundo se suben en Instagram, pero no provienen de ninguna cámara en el planeta, sino del instrumento de medición más complejo que jamás haya operado por fuera de la atmósfera del planeta. Son uno de los testimonios de que los humanos, además de alimentarse, reproducirse y hacer la guerra, también intentaron entender el universo en el que existen. Son cuatro imágenes y un espectro de luz, cinco regalos producidos por la colaboración entre la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA) que produjo el Telescopio Espacial James Webb (JWST), un observatorio astronómico que desde enero de este año opera a 1,5 millones de kilómetros de su casa. (Lea: James Webb revelará primeras imágenes: científica colombiana explica su importancia)
La primera imagen fue revelada por el presidente Joe Biden, de Estados Unidos, la nación que lideró el proyecto, iniciado en 1996, y que tras un sinnúmero de retrasos y abismos en su presupuesto fue enviado al espacio por un cohete Ariane 5 desde la Guyana Francesa en la Navidad de 2021. En un área del firmamento tan grande como el tamaño de un grano de arena sostenido con el brazo extendido, el JWST reveló un zoológico de galaxias tan lejanas que, lo que vemos, ocurrió cuando el universo tenía menos de la mitad de su edad actual. Entre ellas se distinguen arcos de luz producidos por la masa de cientos de miles de galaxias unidas, provocando una curvatura del espacio-tiempo suficiente para que la trayectoria de la luz a su alrededor se curve, como si fuera una lente, una lente gravitacional. La imagen es el resultado de una observación de 12 horas y media, considerablemente menos que las semanas de exposición que requiere el telescopio espacial Hubble para hacer una imagen similar. Y es hasta ahora la primera.
El espectro -o segunda imagen- es la medición de la cantidad de luz en distintas frecuencias, lo que los humanos percibimos como colores, proveniente del planeta WASP-96b cuando se encontraba frente a la estrella central de su sistema planetario. La curva que indica picos y valles, como los de una curva de saltar agitada por un niño, revela la señal producida por el vapor de agua en la atmósfera del planeta. Estamos viendo nubes en un mundo a 1.120 años luz de distancia.
La tercera imagen es un brillante cascaron de gas expulsado por estrellas moribundas. En su interior la estrella, a punto de agotar el combustible que le permitía brillar en luz visible, baila junto a una estrella acompañante que, en poco tiempo, enfrentará el mismo destino, pero que, por ahora, esculpe con su movimiento el gas y el polvo que las rodea. (Lea también: James Webb vs. Hubble: diferencias en las imágenes tomadas por ambos telescopios)
La cuarta imagen es el Quinteto de Stephan, en realidad un cuarteto de galaxias unidas por la gravedad, pero condenadas a estrellarse las unas contra las otras, robándose su gas y sus estrellas mutuamente. Sus violentas colisiones, que producen impresionantes colas y látigos que brillan con la luz azul emitida por el gas ionizado, apenas nos permite imaginar una danza que se prolonga más allá de las escalas de tiempo que puede imaginar nuestra especie sin la ayuda de poderosos computadores.
La imagen final, para este humilde astrónomo, es la más hermosa y conmovedora: muestra las paredes de la nube de gas y polvo que lleva el nombre de Carina, en latín de la quilla, la columna vertebral del barco de Jasón y sus argonautas. La nube ha sido esculpida por la luz ultravioleta de cientos de estrellas jóvenes que empujan y erosionan el gas, cuya pared exterior se disuelve lentamente y se pierde en el espacio, pero cuyo interior protege a miles de estrellas en formación. No es más que una nube, como las que todos los días aparecen en el firmamento y se disuelven en jirones que desaparecen, pero esta engendra miles de soles, miles de mundos, miles de posibilidades. (Puede leer: James Webb: 12 horas y media para tomar una foto de miles de galaxias)
“No se puede poseer la realidad, se pueden poseer las imágenes…”, decía la escritora norteamericana Susan Sontag. “... no se puede poseer el presente, pero sí el pasado”. Estas imágenes son nuestro pasado, fósiles de luz que llegan a nosotros gracias a la velocidad finita de la luz que como una carta perdida nos trae noticias de un tiempo que pensábamos inalcanzable. No podemos poseer el presente, pero intentamos construir el futuro en que esta sea la imagen del universo con la que crezcan los nuevos científicos y científicas, algunos de los cuales ni siquiera han nacido. Para ellos el universo será un lugar menos desconocido. Tal vez en ellas encuentren la inspiración para resolver los problemas que aquejan a nuestra especie.
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