Japón le apuesta a crear colonias en la Luna en 2030

En un sofisticado centro de investigación, científicos de ese país intentan resolver cómo pueden diseñar un espacio habitable en la Luna, en el que se puedan cultivar alimentos. Su apuesta es que en un poco más de una década logren desarrollar todas las herramientas para lograrlo.

María Roldán / Efe
10 de abril de 2018 - 10:33 p. m.
El profesor Chiaki Terashima lidera las pruebas de cultivo de alimentos que están efectuando.  / EFE/María Roldán
El profesor Chiaki Terashima lidera las pruebas de cultivo de alimentos que están efectuando. / EFE/María Roldán

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Las primeras colonias espaciales estarán en túneles en la Luna, donde Japón prevé que los humanos se instalen en 2030 en enclaves autosuficientes que ya están siendo diseñados por el Centro de investigación de colonias espaciales (RCSC) nipón.

Establecido en noviembre de 2017 y liderado por la primera mujer japonesa astronauta, Chiaki Mukai, el Centro de investigación de colonias espaciales (RCSC), dependiente de la Universidad de Ciencias de Tokio (TUS), tiene la tarea de desarrollar la tecnología óptima para garantizar la supervivencia en el espacio.

Dentro del basto universo, el satélite natural de la Tierra es un destino “muy prometedor y muy realista”, en palabras de Mukai. Apenas se tardan tres días en llegar y, por ello, la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) se ha sumado a la conquista lunar.

Este centro, que agrupa a unos treinta brillantes científicos nipones, busca alternativas a la Estación Espacial Internacional (ISS), cuyas operaciones probablemente acaben en la próxima década.

Bajo esta perspectiva, actualmente trabajan en resolver cuatro grandes problemáticas: el diseño de un espacio habitable con capacidad de abastecerse de energía y almacenarla, con tecnología para reciclar aire y agua y en el que se puedan cultivar alimentos.

A lo que le apunta el RCSC es a construir una especie de cápsula bajo la superficie de la Luna, una ubicación ideal para protegerse de los efectos de la radiación.

Según Mikai, “en el futuro imaginamos que podría haber varios módulos de vida acoplados los unos a los otros”, así como instalaciones en la superficie, orientadas para estancias cortas y uso turístico.

Para la astronauta, de 66 años y con dos viajes al espacio en su trayectoria (1994 y 1998), la visión de una colonia en el espacio es más la de turistas acudiendo a hoteles que la de grandes urbes.

Para garantizar la viabilidad de esta residencia, los científicos están priorizando el estudio del uso de la termoelectricidad (producción de electricidad por calor) para el abastecimiento de energía y el diseño de un dispositivo que se instalaría en la pared.

La diferencia de temperatura entre el interior de la colonia y el exterior es mucha (de los +10/30 grados Celsius del interior a los +90/130 grados del exterior durante el día y los -170/230 grados de la noche), lo convierte en un sistema idóneo.

Pese a su sencillez, todavía “hay que desarrollar los sistemas para mantener la temperatura constante”, explica el profesor Tsutomu Iida, así como escoger un material adecuado para su implementación.

Aunque la termoelectricidad tiene una larga historia, su uso es limitado porque los materiales que suelen usarse son tóxicos y muchos han sido prohibidos en lugares como la Unión Europea.

Hasta ahora, el equipo japonés centra sus estudios en el siliciuro de magnesio (Mg2Si), un compuesto benigno que, según el científico, cuenta con reservas naturales abundantes con un tiempo “de vida” de una década, un período que podría ser superior en mejores condiciones en el espacio.

Cómo asegurar la producción de alimentos es otro de los puntos en los que trabajan los investigadores del RCSC. En un pequeño invernadero realizan pruebas con patatas, tomates, albahaca y lechugas sumergidas en agua en vez de plantadas en tierra.

Se trata de obtener plasma por primera vez en estado líquido de manera artificial a partir de orina, para crear un compuesto capaz de ayudar a abonar los cultivos y mantener el agua libre de algas.

Por María Roldán / Efe

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