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                                                                                                                                La COVID-19 y los nuevos desafíos para la ciencia moderna

                                                                                                                                El historiador de la ciencia Mauricio Nieto reflexiona en este texto sobre los aprendizajes que deja el coronavirus para la ciencia moderna. Dice que este es un buen momento "para pensar sobre el papel de la ciencia, sobre su poder y sus límites".

                                                                                                                                Mauricio Nieto Olarte*

                                                                                                                                El futuro necesita una ciencia distinta, más abierta, multidimensional, que rompa con las limitaciones disciplinares y logre incluir miradas diversas. Foto de referencia. / EFE
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                No obstante, su aparente sencillez es hoy la causa de una pandemia que tiene paralizado el planeta entero. Por su culpa, las más robustas economías del mundo se comienzan a derrumbar, y la poderosa medicina del siglo XXI se muestra impotente. Nadie parece tener la verdad al respecto (mucho menos un historiador que pasa más tiempo tratando de entender el siglo XVI que el siglo XXI) y si hay claridad en algo es que no sabemos con exactitud lo que puede pasar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Hoy, a pesar de los recientes avances médicos y científicos, para detener los efectos del virus, no parece haber más remedio que aislar a los seres humanos y así romper las cadenas de inevitable contagio. El aislamiento puede atenuar la velocidad o postergar la dispersión de la enfermedad; pero la medida también rompe violentamente con las prácticas sociales que hacen posible el funcionamiento de nuestra economía y nuestra cultura como la conocemos.

                                                                                                                                En los medios de comunicación el tema del COVID-19 parece estar monopolizado por ciertos campos del conocimiento, por un lado, epidemiólogos y por otro, economistas. Con todo el respeto que merecen estos campos de conocimiento, es importante reconocer también sus limitaciones.  La pandemia es demasiado grande e importante para dejarla en manos de la epidemiología o la economía. Las curvas de frecuencias y las regresiones estadísticas son muy poderosas, pero no suficientes para entender lo que está pasando. De ahí el llamado a que las ciencias humanas y sociales tengan una voz y la necesidad de una ciencia capaz de incorporar y poner en diálogo dimensiones diversas, un conocimiento con capacidad de incorporar aspectos técnicos, científicos, culturales, psicológicos, políticos y éticos. Necesitamos la activa participación de múltiples formas de entender un fenómeno complejo y allí no pueden faltar las ciencias sociales, las humanidades y las artes.  

                                                                                                                                No sólo las ciencias “duras” deben ampliar sus horizontes, también los antropólogos, sociólogos, filósofos, politólogos, historiadores, psicólogos y demás deben poder escapar de sus terrenos de confort y incrementar su capacidad de entender y dialogar con médicos, economistas y con quienes toman decisiones que afectan a la sociedad en su conjunto. Como es obvio, el virus no solo afecta el sistema inmune o las células del nuestro sistema respiratorio; ya mostró sus estragos sobre la sociedad donde la vulnerabilidad de ciertos grupos sociales se ha hecho más evidente y la comprensión de sus consecuencias requiere de mucho más que mediciones y más o menos torpes predicciones econométricas.  La sociología y la antropología deben dar una mano. Imposible ignorar las dimensiones éticas de lo que está ocurriendo, las decisiones que hoy toman los expertos bajo la ilusión de cierta neutralidad tienen consecuencias directas sobre quienes tendrán más opciones de enfermar, de vivir o morir.  De manera que la filosofía y la bioética deben estar trabajando de la mano con los médicos y políticos. El virus y las medidas que hemos tomado para enfrentarlo ya han afectado nuestra cordura, pero las ayudas para enfrentar la ansiedad y el miedo son poco visibles, la psicología tiene aquí una función definitiva. Estos son sólo algunos ejemplos, pero la complejidad del problema hace evidente que las parcelas de los especialistas son insuficientes.

                                                                                                                                No se si lo logremos, pero el futuro necesita una ciencia distinta, más abierta, multidimensional, que rompa con las limitaciones disciplinares y logre incluir miradas diversas entre las cuales no puede faltar la voz de la gente que se ve afectada por el virus y por las acciones humanas para detenerlo. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad especial en esta historia, cualquiera que sean las medidas a tomar, esta supone un componente pedagógico sin el cual es imposible la reflexión y las acciones colectivas que requerimos.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                El futuro necesita una ciencia distinta, más abierta, multidimensional, que rompa con las limitaciones disciplinares y logre incluir miradas diversas. Foto de referencia. / EFE
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                No obstante, su aparente sencillez es hoy la causa de una pandemia que tiene paralizado el planeta entero. Por su culpa, las más robustas economías del mundo se comienzan a derrumbar, y la poderosa medicina del siglo XXI se muestra impotente. Nadie parece tener la verdad al respecto (mucho menos un historiador que pasa más tiempo tratando de entender el siglo XVI que el siglo XXI) y si hay claridad en algo es que no sabemos con exactitud lo que puede pasar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Hoy, a pesar de los recientes avances médicos y científicos, para detener los efectos del virus, no parece haber más remedio que aislar a los seres humanos y así romper las cadenas de inevitable contagio. El aislamiento puede atenuar la velocidad o postergar la dispersión de la enfermedad; pero la medida también rompe violentamente con las prácticas sociales que hacen posible el funcionamiento de nuestra economía y nuestra cultura como la conocemos.

                                                                                                                                En los medios de comunicación el tema del COVID-19 parece estar monopolizado por ciertos campos del conocimiento, por un lado, epidemiólogos y por otro, economistas. Con todo el respeto que merecen estos campos de conocimiento, es importante reconocer también sus limitaciones.  La pandemia es demasiado grande e importante para dejarla en manos de la epidemiología o la economía. Las curvas de frecuencias y las regresiones estadísticas son muy poderosas, pero no suficientes para entender lo que está pasando. De ahí el llamado a que las ciencias humanas y sociales tengan una voz y la necesidad de una ciencia capaz de incorporar y poner en diálogo dimensiones diversas, un conocimiento con capacidad de incorporar aspectos técnicos, científicos, culturales, psicológicos, políticos y éticos. Necesitamos la activa participación de múltiples formas de entender un fenómeno complejo y allí no pueden faltar las ciencias sociales, las humanidades y las artes.  

                                                                                                                                No sólo las ciencias “duras” deben ampliar sus horizontes, también los antropólogos, sociólogos, filósofos, politólogos, historiadores, psicólogos y demás deben poder escapar de sus terrenos de confort y incrementar su capacidad de entender y dialogar con médicos, economistas y con quienes toman decisiones que afectan a la sociedad en su conjunto. Como es obvio, el virus no solo afecta el sistema inmune o las células del nuestro sistema respiratorio; ya mostró sus estragos sobre la sociedad donde la vulnerabilidad de ciertos grupos sociales se ha hecho más evidente y la comprensión de sus consecuencias requiere de mucho más que mediciones y más o menos torpes predicciones econométricas.  La sociología y la antropología deben dar una mano. Imposible ignorar las dimensiones éticas de lo que está ocurriendo, las decisiones que hoy toman los expertos bajo la ilusión de cierta neutralidad tienen consecuencias directas sobre quienes tendrán más opciones de enfermar, de vivir o morir.  De manera que la filosofía y la bioética deben estar trabajando de la mano con los médicos y políticos. El virus y las medidas que hemos tomado para enfrentarlo ya han afectado nuestra cordura, pero las ayudas para enfrentar la ansiedad y el miedo son poco visibles, la psicología tiene aquí una función definitiva. Estos son sólo algunos ejemplos, pero la complejidad del problema hace evidente que las parcelas de los especialistas son insuficientes.

                                                                                                                                No se si lo logremos, pero el futuro necesita una ciencia distinta, más abierta, multidimensional, que rompa con las limitaciones disciplinares y logre incluir miradas diversas entre las cuales no puede faltar la voz de la gente que se ve afectada por el virus y por las acciones humanas para detenerlo. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad especial en esta historia, cualquiera que sean las medidas a tomar, esta supone un componente pedagógico sin el cual es imposible la reflexión y las acciones colectivas que requerimos.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Mauricio Nieto Olarte*

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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