La historia de Johan Hultin, hombre clave para entender la primera epidemia global
Johan Hultin murió este sábado a los 97 años. Gracias a su trabajo (y al del científico Jeffery K. Taubenberger), la humanidad logró la secuenciación del genoma del virus de la gripe española.
El análisis y la respuesta científica a la pandemia de covid-19 ha significado un salto sin precedentes en el entendimiento de este tipo de fenómenos de salud pública. La secuenciación genética del virus SARS-CoV-2 (que provoca la enfermedad) se logró en una colaboración de científicos de todo el mundo en apenas semanas. Esto dio las herramientas que hoy permiten que cientos de laboratorios estén estudiando y produciendo nuevas vacunas. Este esfuerzo, aunque se ha normalizado hoy, no siempre fue posible y de manera tan “rápida”. La secuenciación del virus de la mal llamada gripe española, una epidemia que durante 1918 produjo entre 20 y 50 millones de muertes a nivel global, se publicó finalmente en la edición Science de 7 octubre del 2005, 87 años después de la epidemia.
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El análisis y la respuesta científica a la pandemia de covid-19 ha significado un salto sin precedentes en el entendimiento de este tipo de fenómenos de salud pública. La secuenciación genética del virus SARS-CoV-2 (que provoca la enfermedad) se logró en una colaboración de científicos de todo el mundo en apenas semanas. Esto dio las herramientas que hoy permiten que cientos de laboratorios estén estudiando y produciendo nuevas vacunas. Este esfuerzo, aunque se ha normalizado hoy, no siempre fue posible y de manera tan “rápida”. La secuenciación del virus de la mal llamada gripe española, una epidemia que durante 1918 produjo entre 20 y 50 millones de muertes a nivel global, se publicó finalmente en la edición Science de 7 octubre del 2005, 87 años después de la epidemia.
Para ese éxito fue clave el científico Johan Hultin, quien murió el pasado sábado en su casa a los 97 años. Hultin era un joven estudiante de microbiología de la Universidad de Iowa (EE.UU) en 1950 cuando, durante una conferencia sobre la gripe española, escuchó de un profesor que sería necesario, para la secuenciación de ese virus, que alguien viajara al helado norte en busca de alguna víctima de la epidemia que estuviera congelada y albergara el virus. Según se estima, alrededor del 30% de la población de Estados Unidos se infectó entonces de la gripe española. Hultin acogió la idea y se puso en la tarea de preparar una primera expedición a Alaska.
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Contactó a tres poblaciones que estaban asentadas en Alaska durante 1918, convenció a la Universidad de financiar la expedición con 10.000 dólares y partió hacia allá hacia principios de junio de 1951. No tuvo suerte en las dos primeras aldeas, donde las tumbas de las víctimas del año de la epidemia ya no estaban en su lugar. La tercera aldea, Brevig Mission, tenía una particularidad respecto a las dos primeras: la gripe había matando a 72 de los 80 residentes. Sus cuerpos habían sido enterrados en una gran fosa común.
Cuatro días después de comenzar su excavación, hallaron la primera víctima. “Era una niña, de unos 6 a 10 años. Llevaba un vestido gris paloma, con el que había muerto”, recordó, según The New York Times, en una entrevista a fines de la década de 1990. Un patólogo que lo acompañaba fue el encargado de abrir las cavidades torácicas y tomar muestras de los pulmones aún congelados.
Lo hicieron con el cuerpo de la niña y con tres más. Allí esperaban encontrar restos del virus causante de la gripe española. Con ese material regresaron al laboratorio de la universidad, donde intentaron cultivar el virus en huevos de gallinas fertilizados, como se hacen en estos casos.
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“Recuerdo las noches de insomnio”, dijo Hultin , según el Times. “No podía esperar a que llegara la mañana para cargar en mi laboratorio y mirar los huevos”. El virus, sin embargo, nunca creció. La primera expedición en busca de los orígenes de la primera gran epidemia global, había fallado.
El momento
La travesía de Hultin, sin embargo, se conoció ampliamente y el científico tendría su momento. En 1997 conoció un artículo publicado en Science por el Dr. Jeffery K. Taubenberger, jefe de la sección de evolución y patogénesis viral en el Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas.
Taubenberger se había concentrado en los depósitos de tejidos que se conservaban en el Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas. Allí encontró la autopsia de 100 personas que habían muerto por la gripe; de ellas, en 70 se conservaban muestras de tejido, pero solo 13 era útiles para los fines del doctor Taubenberger. El estudio de una muestra de esas 13 fue exitoso.
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El artículo que Hultin leyó en 1997 contenía algunos fragmentos de la secuencia genética del virus. Aunque los resultados eran esperanzadores, el equipo de Taubenberger era consciente de que necesitaban nuevas muestras para completar el genoma del patógeno. Hultin se puso en contacto con Taubenberger y ambos realizaron entonces una segunda expedición a Alaska. De nuevo fueron a Brevig Mission, donde las autoridades locales permitieron una nueva exhumación de cuerpos.
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En Alaska, y después de encontrar varios cuerpos descompuestos, hallaron el cadáver casi intacto de una mujer con pulmones que aún se conservaban. Estaba enterrada bajo dos metros de hielo y sufría de sobrepeso. En esta ocasión, la biopsia fue suficiente y tras nueve años de trabajo, ambos equipos de investigación dieron a conocer al mundo en 2005 la secuenciación del virus de la gripe española.