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A inicios de 2021 un grupo de científicos reportó un hallazgo sorprendente: tres fósiles de Dickinsonia, un género de organismos que vivieron hace más de 500 millones de años en la Tierra, “escondidos a simple” vista en los refugios rocosos de Bhimbetka, un famoso conjunto de pinturas rupestres indias, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El descubrimiento era sorprendente por varias razones.
En primer lugar, se trataba de fósiles que, según los investigadores, liderados por Gregory Retallack, paleontólogo de la Universidad de Oregón, habían estado ahí a la vista de todos, siendo pasados por alto por millones de personas y por la ciencia en general. Pero además, se trataba del primer registro del género Dickinsonia en toda la India. El tamaño, la forma y las rocas circundante al supuesto descubrimiento se asimilaban con los fósiles de Dickinsonia en otros lugares como Australia, Rusia o Ucrania.
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La sorpresa fue tal que la cueva atrajo a nuevos científicos como Joseph Meert, paleontólogo de la Universidad de Florida, que se dirigió al lugar con un equipo de científicos en diciembre de 2022. “Cuando encontramos el fósil, sonaron algunas alarmas en mi cabeza”, dice Meert en The New York Times. Contrario a lo que Retallack había visto en un inicio, Meert lo que notó fue que el “fósil” se parecía a las partes en descomposición de las colmenas modernas de Apis dorsata, un tipo de abejas gigantes.
Una vista más cercana de las fotos proporcionadas en el artículo original de Retallack en 2021 revelaban en realidad estructuras en forma de panal dentro del supuesto fósil. “También notamos que el fósil no está ubicado en una superficie de lecho y no es parte de la roca, sino que está adherido como una ‘traza de material ceroso’ sobre la superficie”, escribió Meert en un artículo que fue publicado en diciembre pasado y que consiste en negar las conclusiones de su colega, quien ahora mismo prepara una rectificación.
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“Es raro, pero esencial que los científicos confiesen errores cuando se descubre nueva evidencia”, escribió, según The New York Times, Retallack al equipo de Florida, una vez que sus investigadores lo contactaron con su nuevo análisis. Aunque las revistas científicas aceptan artículos científicos que luego son revisados por pares investigadores que evalúan las metodologías y el análisis de los datos, no es sorprendente que un estudio publicado luego tenga que ser rectificado o incluso retirado de la publicación.
Este estudio no es el primero en ser corregido y de hecho puede estar lejos de algunas de las rectificaciones de investigaciones más polémicas y que pudieron tener un grave impacto en la salud pública. En 2010, por ejemplo, la prestigiosa revista The Lancet se retractó de un estudio publicado en 1998 en el que un investigador, Andrew Wakefield, vinculaba la aparición del autismo en niños con la administración de la vacuna triple vírica, algo que se demostraría casi de inmediato como completamente falso e infundado.