La historia del origen y expansión de un viejo amigo de la humanidad: el burro
Los burros transformaron la historia humana como bestias de carga esenciales para el movimiento de larga distancia, especialmente en entornos semiáridos y de tierras altas. A pesar de esto, se ha estudiado poco su historia de domesticación. Un nuevo e importante estudio se propuso llenar estos vacíos, analizando burros de todo el mundo, e incluso, restos arqueológicos que datan de hace más de 4.500 años.
El burro ha sido uno de los animales más importantes en el desarrollo e historia de la humanidad. No solo fue (y aún es) el principal “medio” de trabajo y transporte en muchas culturas y zonas del mundo, sino que también ha sido protagonista de símbolos culturales, inspirando películas, pinturas e historias, de generación en generación. A pesar de esto, sabemos menos de los burros que de, por ejemplo, sus primos más cercanos, los caballos. Desconocemos, por ejemplo, dónde comenzó su historia de domesticación y el impacto del manejo humano en sus genomas.
Un nuevo e importante estudio genético publicado en Science intenta llenar esos vacíos y devolver a ese animal el interés perdido, quizá, por su aparente falta de utilidad en las sociedades industrializadas. Los burros, en realidad, siguen siendo esenciales para las comunidades en desarrollo, especialmente en ambientes semiáridos. Comprender su composición genética no solo es clave para evaluar su contribución a la humanidad, sino también para mejorar su gestión futura.
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Hay varias cosas que han dificultado el estudio de los burros. El registro arqueológico actual de los primeros burros es limitado, lo que hace que sus orígenes domésticos y su difusión por el mundo sean bastante polémicos. Se han encontrado restos de asnos en Egipto que datan de entre 4.500 y 4.800 años antes de Cristo, que se han interpretado como evidencia temprana de domesticación. Además, algunas tallas que se encontraron en Abydos (también en Egipto) representan líneas de asnos, vacas y ovejas que caminan, lo que también sugiere un contexto de domesticación.
Estas señales (y otras) han hecho pensar a los científicos que los burros podrían haber sido domesticados por primera vez dentro de un rango que se extiende desde el noreste del Sáhara, el valle del Nilo, el río Atbara y las colinas del Mar Rojo hasta Eritrea. De hecho, muchos piensan que el burro que conocemos actualmente tiene una mayor proximidad con los asnos salvajes africanos, que con los asnos salvajes asiáticos. Pero hay hallazgos e interpretaciones que apuntan a otro ángulo.
Por ejemplo, hay investigadores que proponen regiones candidatas fuera de África como centros de domesticación alternativos. En Yemen, por ejemplo, se han encontrado restos de asnos de estatus doméstico-anteriores a los de Egipto en 2.000 años (~6500 a. C.). Material textual e iconográfico también apunta a Mesopotamia como epicentro de la primera generación de burros híbridos. Hay quienes no descartan que, debido a esto, se haya producido un proceso de domesticación dual, tanto en África como fuera de ese continente. La genética ha servido siempre para dar estas respuestas.
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Pero en el caso de los burros, los análisis previos de la variación genética de burros africanos y no africanos no han podido desentrañar sus orígenes. Esta falta de consenso entre los datos genéticos y arqueológicos significa que el origen geográfico y temporal de los burros, y si fueron domesticados más de una vez, siguen siendo inciertos. La distribución global de estos animales tampoco está clara, ya que sus patrones mundiales de diversidad genómica carecen de una caracterización juiciosa.
Para abordar estos problemas, los investigadores secuenciaron 49 genomas de burros modernos de regiones subrepresentadas y los combinaron con 158 genomas disponibles públicamente para capturar la diversidad mundial de estos animales. Lograron tener información de burros de Brasil, España, Egipto, China, Ucrania y una decena de países más. Con eso, construyeron un mapa que confirmó la división genética entre burros africanos y burros en su mayoría no africanos. Una estructura adicional dentro del primer grupo separó los burros del Cuerno de África (Etiopía y Somalia) más Kenia, de los de África Occidental (Ghana, Mauritania, Nigeria y Senegal).
En el segundo grupo también se encontraron diferencias entre los burros europeos y asiáticos, con afinidades de este a oeste en Europa desde los Balcanes (Croacia y Macedonia) hasta Iberia, Dinamarca e Irlanda. Por el contrario, las subpoblaciones asiáticas de burros muestran una subestructuración de oeste a este, desde Irán y Asia central hasta China y Mongolia. Se encontraron algunos datos interesantes sobre el contacto o influencia de las poblaciones de burros en el mundo.
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El único burro de Arabia Saudita analizado, por ejemplo, mostró afinidades europeas. El burro de Brasil tiene similitudes con el burro de Iberia, lo que refleja la historia de la colonización de las Américas. Y los burros de Egipto y Sudán mostraron afinidades con los de Siria y Turquía.
Con esta información, los investigadores se enfrentaron a las dos teorías sobre el origen de los burros que existen y generan polémica: el modelo de origen único y el modelo de origen dual. El primero explica que el burro se originó en África y después hubo oleadas posteriores en Europa y Asia. El segundo modelo apuesta por un proceso que implicó poblaciones africanas y euroasiáticas.
Para ponerlos a prueba, los investigadores realizaron un modelo demográfico que reveló que la primera expansión de este animal sucedió alrededor del 5.200 a. C, en línea con la evidencia arqueológica de domesticación encontrada en Egipto. Después, los científicos construyeron un modelo en el que partieron de esa suposición posible de una única fuente africana del animal.
La sorpresa que encontraron es que, en su modelo, el burro surgido en África tuvo trayectorias de expansión en Asia alrededor del 2.600 a. C. y en Europa alrededor del 2.800 a. C., ambas en línea con la evidencia arqueológica más antigua encontrada de burros en Asia y Europa. Es decir, el modelo de los científicos coincidió con los restos arqueológicos que se han hallado en la realidad.
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Esto zanjó la discusión para los investigadores: su análisis respaldó una domesticación temprana en África que se extendió a un ritmo uniforme en la Península Arábiga y Eurasia y fluyó de regreso a Nubia y el Magreb. Respondida la pregunta del origen, los investigadores pasaron a la siguiente cuestión: la variación genética dentro de las subpoblaciones modernas de burros. Para abordar esto, secuenciaron el ADN de los esqueletos de 31 de los primeros burros, algunos de los cuales datan de hace 4.500 años, de 11 sitios diferentes, que iban desde las costas de Portugal hasta el este de Irán.
Encontraron que, de la domesticación temprana, los burros africanos se diferenciaron, genéticamente hablando, en el oeste y el Cuerno de África más Kenia, pero también recibieron corrientes de ascendencia genética de Europa occidental, así como de una región que abarca el Levante, Anatolia y Mesopotamia. Los burros se extendieron a Eurasia desde, alrededor, el año 2.500 a. C., y las subpoblaciones de Asia central y oriental se diferenciaron entre 2.000 a 1000 a. C. Las afinidades genéticas características de Europa occidental moderna se formaron en el año 500 a.
Aunque el trabajo resuelve debates de larga data sobre la domesticación del burro, deja otras cuestiones abiertas. Por ejemplo, se desconoce si los burros domésticos solo se dispersaron fuera de África por tierra a través de la Península del Sinaí o a través del Mar Rojo desde Etiopía.
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Los investigadores esperan que continúen los esfuerzos para caracterizar la diversidad del burro moderno en todo el mundo, especialmente en Arabia Saudita, que actualmente se caracteriza por un solo individuo, así como en África, para la cual no se han muestreado poblaciones ubicadas al sur del ecuador. Dichos esfuerzos pueden no solo refinar el legado histórico de las poblaciones pasadas en el mundo moderno, sino también descubrir la base genética de las adaptaciones del burro al desierto, lo que podría resultar invaluable para la crianza futura de estos animales frente al calentamiento global.
El burro ha sido uno de los animales más importantes en el desarrollo e historia de la humanidad. No solo fue (y aún es) el principal “medio” de trabajo y transporte en muchas culturas y zonas del mundo, sino que también ha sido protagonista de símbolos culturales, inspirando películas, pinturas e historias, de generación en generación. A pesar de esto, sabemos menos de los burros que de, por ejemplo, sus primos más cercanos, los caballos. Desconocemos, por ejemplo, dónde comenzó su historia de domesticación y el impacto del manejo humano en sus genomas.
Un nuevo e importante estudio genético publicado en Science intenta llenar esos vacíos y devolver a ese animal el interés perdido, quizá, por su aparente falta de utilidad en las sociedades industrializadas. Los burros, en realidad, siguen siendo esenciales para las comunidades en desarrollo, especialmente en ambientes semiáridos. Comprender su composición genética no solo es clave para evaluar su contribución a la humanidad, sino también para mejorar su gestión futura.
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Hay varias cosas que han dificultado el estudio de los burros. El registro arqueológico actual de los primeros burros es limitado, lo que hace que sus orígenes domésticos y su difusión por el mundo sean bastante polémicos. Se han encontrado restos de asnos en Egipto que datan de entre 4.500 y 4.800 años antes de Cristo, que se han interpretado como evidencia temprana de domesticación. Además, algunas tallas que se encontraron en Abydos (también en Egipto) representan líneas de asnos, vacas y ovejas que caminan, lo que también sugiere un contexto de domesticación.
Estas señales (y otras) han hecho pensar a los científicos que los burros podrían haber sido domesticados por primera vez dentro de un rango que se extiende desde el noreste del Sáhara, el valle del Nilo, el río Atbara y las colinas del Mar Rojo hasta Eritrea. De hecho, muchos piensan que el burro que conocemos actualmente tiene una mayor proximidad con los asnos salvajes africanos, que con los asnos salvajes asiáticos. Pero hay hallazgos e interpretaciones que apuntan a otro ángulo.
Por ejemplo, hay investigadores que proponen regiones candidatas fuera de África como centros de domesticación alternativos. En Yemen, por ejemplo, se han encontrado restos de asnos de estatus doméstico-anteriores a los de Egipto en 2.000 años (~6500 a. C.). Material textual e iconográfico también apunta a Mesopotamia como epicentro de la primera generación de burros híbridos. Hay quienes no descartan que, debido a esto, se haya producido un proceso de domesticación dual, tanto en África como fuera de ese continente. La genética ha servido siempre para dar estas respuestas.
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Pero en el caso de los burros, los análisis previos de la variación genética de burros africanos y no africanos no han podido desentrañar sus orígenes. Esta falta de consenso entre los datos genéticos y arqueológicos significa que el origen geográfico y temporal de los burros, y si fueron domesticados más de una vez, siguen siendo inciertos. La distribución global de estos animales tampoco está clara, ya que sus patrones mundiales de diversidad genómica carecen de una caracterización juiciosa.
Para abordar estos problemas, los investigadores secuenciaron 49 genomas de burros modernos de regiones subrepresentadas y los combinaron con 158 genomas disponibles públicamente para capturar la diversidad mundial de estos animales. Lograron tener información de burros de Brasil, España, Egipto, China, Ucrania y una decena de países más. Con eso, construyeron un mapa que confirmó la división genética entre burros africanos y burros en su mayoría no africanos. Una estructura adicional dentro del primer grupo separó los burros del Cuerno de África (Etiopía y Somalia) más Kenia, de los de África Occidental (Ghana, Mauritania, Nigeria y Senegal).
En el segundo grupo también se encontraron diferencias entre los burros europeos y asiáticos, con afinidades de este a oeste en Europa desde los Balcanes (Croacia y Macedonia) hasta Iberia, Dinamarca e Irlanda. Por el contrario, las subpoblaciones asiáticas de burros muestran una subestructuración de oeste a este, desde Irán y Asia central hasta China y Mongolia. Se encontraron algunos datos interesantes sobre el contacto o influencia de las poblaciones de burros en el mundo.
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Con esta información, los investigadores se enfrentaron a las dos teorías sobre el origen de los burros que existen y generan polémica: el modelo de origen único y el modelo de origen dual. El primero explica que el burro se originó en África y después hubo oleadas posteriores en Europa y Asia. El segundo modelo apuesta por un proceso que implicó poblaciones africanas y euroasiáticas.
Para ponerlos a prueba, los investigadores realizaron un modelo demográfico que reveló que la primera expansión de este animal sucedió alrededor del 5.200 a. C, en línea con la evidencia arqueológica de domesticación encontrada en Egipto. Después, los científicos construyeron un modelo en el que partieron de esa suposición posible de una única fuente africana del animal.
La sorpresa que encontraron es que, en su modelo, el burro surgido en África tuvo trayectorias de expansión en Asia alrededor del 2.600 a. C. y en Europa alrededor del 2.800 a. C., ambas en línea con la evidencia arqueológica más antigua encontrada de burros en Asia y Europa. Es decir, el modelo de los científicos coincidió con los restos arqueológicos que se han hallado en la realidad.
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Encontraron que, de la domesticación temprana, los burros africanos se diferenciaron, genéticamente hablando, en el oeste y el Cuerno de África más Kenia, pero también recibieron corrientes de ascendencia genética de Europa occidental, así como de una región que abarca el Levante, Anatolia y Mesopotamia. Los burros se extendieron a Eurasia desde, alrededor, el año 2.500 a. C., y las subpoblaciones de Asia central y oriental se diferenciaron entre 2.000 a 1000 a. C. Las afinidades genéticas características de Europa occidental moderna se formaron en el año 500 a.
Aunque el trabajo resuelve debates de larga data sobre la domesticación del burro, deja otras cuestiones abiertas. Por ejemplo, se desconoce si los burros domésticos solo se dispersaron fuera de África por tierra a través de la Península del Sinaí o a través del Mar Rojo desde Etiopía.
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