La ilustración científica sobrevive a la cámara y a la tecnología
Desde el Renacimiento, la ilustración científica ha sido clave para conocer nuevas especies y entenderlas en su profundidad. La Universidad de los Andes y el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, se unieron para recorrer la historia y los avances de esta disciplina que combina el arte y la ciencia.
Carlos Eduardo Díaz Rincón
Desde el “Rinoceronte de Durero”, ilustración que dio origen al primer retrato (aunque erróneo) de este animal; pasando por la obra “Micrographia”, primera en ilustrar los mundos diminutos de los insectos y los microorganismos; hasta “Historia natural de las ranas nativas”, considerado el libro que dio inicio a la herpetología, ciencia que estudia los anfibios y los reptiles; la exposición “Historia Natural: 400 años de ilustración científica” recogió los principales aportes de esta disciplina.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Desde el “Rinoceronte de Durero”, ilustración que dio origen al primer retrato (aunque erróneo) de este animal; pasando por la obra “Micrographia”, primera en ilustrar los mundos diminutos de los insectos y los microorganismos; hasta “Historia natural de las ranas nativas”, considerado el libro que dio inicio a la herpetología, ciencia que estudia los anfibios y los reptiles; la exposición “Historia Natural: 400 años de ilustración científica” recogió los principales aportes de esta disciplina.
Puede ver: Tres astronautas chinos llegaron a la estación espacial Tiangong
La iniciativa hizo parte de un convenio firmado por el Centro Cultural de la Universidad de los Andes y el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York y, para este año, reunieron una muestra de 50 ilustraciones científicas antiguas, que abarcan cinco siglos de investigación e identificación de especies. La exposición estuvo inspirada en el libro Natural Histories: Extraordinary Rare Book Selections from the American Museum of Natural History Library, editado por Tom Baione en 2012. También hubo espacio para mostrar el trabajo que ha realizado la Universidad de los Andes en este ámbito.
“El objetivo de la ilustración científica es crear una imagen ideal. El dibujante toma varias versiones del mismo espécimen y recoge toda la información verídica y exacta de la especie. En general, busca la simetría, algo que no es muy común de encontrar en la naturaleza”, dice Carolina Franco, profesora del departamento de Arte de la Universidad de los Andes, quien tiene una cátedra de ilustración científica desde hace diez años.
Pero esto no ha sido así siempre. Mientras que la ilustración actual se puede apoyar en herramientas como la fotografía y el diseño, durante cientos de años los recursos fueron limitados y el conocimiento de las especies era incipiente. Según expertos, los llamados “gabinetes de curiosidades” del Renacimiento en Europa fueron el punto de partida de la disciplina. Con la llegada de nuevas plantas y animales a mediados del siglo XVI, los sistemas de clasificación de especies se empezaron a quedar cortos. Los dibujantes fueron claves en la transición hacia la ciencia moderna.
Puede ver: Los lobos infectados con este parásito tomarían decisiones más riesgosas en su vida
Según Carolina Franco, la mayoría de las ilustraciones de animales de esa época no fueron hechas a partir de la revisión de ejemplares, sino que fueron representaciones de las especies europeas ya conocidas. “Parte de la fuente eran textos y otros eran dibujos. Cuando llegaban los textos a Europa los dibujantes debían interpretarlos. Desde luego, se basaban en su entorno y en su experiencia”, afirma.
Un ejemplo claro de esto es el famoso Rinoceronte de Alberto Durero, presente en “Historias de los animales”, publicado en 1551 por Conrad Gessner. En la ilustración se puede ver al animal con una especie de armadura de combate y dos cuernos (uno de ellos en el lomo). “Lo más cercano que tenía al detalle de la piel del animal era un tipo de coraza o caparazón. Durero nunca había visto la especie, entonces se tuvo que apoyar en una descripción escrita”, explica Franco. Pese a que no era fiel a la realidad, esta ilustración fue inspiración de numerosos trabajos científicos hasta finales del siglo XVIII.
“A veces llegaba el animal, pero no se podía representar su hábitat; en otras ocasiones solo llegaba su descripción, por lo que los artistas debían recurrir a su imaginación”.
Algo similar ocurrió con una de las especies ilustradas en el libro “Los más ricos tesoros del mundo natural descritos con precisión” (1734-1765), en el que el Albert Seba realizó la primera representación de un oso perezoso. De acuerdo con Franco, el autor pensaba que esta especie hacía parte de los primates; por ese motivo, en la imagen mantiene una postura vertical y la forma de sostenerse de los árboles es similar a la de un mono.
Puede ver: Esto es lo que los pulpos y los humanos tienen en común
Pese a los errores cometidos en un inicio, esta exposición demostró que la ilustración científica fue un punto de partida para la evolución de diferentes ramas de la ciencia, para las clasificaciones de las especies y para la comprensión sobre sus características y particularidades. Otras muestras del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York dan cuenta de esto: “Las formas artísticas de la naturaleza” (1899-1904), que implicó el nacimiento de la oceanografía; “Historia natural de los peces” (1782-1799), la cual acumula una enorme colección de especies conocidas hasta ese momento; o “Historia natural de las ranas nativas” (1705-1759), en donde por primera vez se describieron juntos a los anfibios y a los reptiles.
“Cuando se ilustra científicamente se acentúan elementos que le sirven a la ciencia. Por ejemplo, si se va a contar la historia de una rana nueva, la fotografía brinda poca información. En cambio, con la ilustración se puede hacer uso de colores más vivos para resaltar sus elementos característicos, lo cual es muy útil para los investigadores”, señala Carlos Guarnizo, líder del core de Biodiversidad del Museo de Historia Natural de la Universidad de los Andes.
Puede ver: Arqueólogos encuentran un mosaico de la Ilíada en una antigua villa en Reino Unido
Entretanto, Carolina Franco resalta la importancia que tienen los esquemas para la comprensión de la ciencia. “El proceso de observación minuciosa y la posibilidad de pasar un dibujo a texto es lo que permite conocer a una especie. Es por esto que la ciencia y el arte no se pueden separar, porque aunque sean procesos distintos, ambos tienen el objetivo de capturar la mayor cantidad de información posible (...) La ilustración científica sigue vigente porque la fotografía siempre tiene un ángulo, y el dibujo es la suma de muchos de ellos”, indica.
El convenio entre los museos continúa
Obras como la “Guía ilustrada de las aves de la Universidad de los Andes”, publicada en 2017 gracias al trabajo de estudiantes y profesores de los departamentos de Ciencia y Arte, llevaron al Museo Americano de Historia Natural de Nueva York a exponer sus colecciones en Colombia.
“Ellos nunca habían venido a Bogotá, pero se interesaron en venir acá por los procesos que llevábamos con el museo de la universidad y por nuestra cercanía con la ilustración científica”, cuenta Guarnizo. A partir de ahora, cada año va a haber una exposición conjunta sobre diferentes temas que vinculen al arte con la ciencia. “Nuestras muestras casi nunca habían tenido el elemento científico, a pesar de que producimos mucha ciencia (...) Entendimos que para comunicar la ciencia es importante acudir al arte, al diseño, a distintas narrativas y al apoyo de otras disciplinas”.
Puede ver: Perros salchicha pudieron ser creados para luchar en el Coliseo de la antigua Roma
La exposición de ilustración científica contó con el apoyo de las facultades de Arte, Ciencia, Arquitectura y Diseño, Medicina, Ingeniería y Psicología. En total, se llevaron a cabo 86 eventos en tres semanas, entre charlas, talleres y actividades.