La marcha lenta podría ser un signo de demencia en perros mayores
En humanos, la velocidad de la marcha es un componente crucial en la evaluación geriátrica, ya que la disminución de la velocidad puede ser un presagio de deterioro cognitivo y demencia. Una nueva investigación señala que esto podría pasar también con los perros mayores.
En los seres humanos, la velocidad física puede ser un presagio de deterioro cognitivo y de demencia. Las deficiencias físicas y la ralentización del movimiento reflejan la disminución del rendimiento de numerosos sistemas, como el sistema musculo-esquelético, el sistema nervioso central y periférico y los órganos de los sentidos. De hecho, la velocidad de la marcha se considera un “sexto signo vital” en los adultos mayores, junto con la presión arterial, la respiración, el pulso, la temperatura y el dolor.
Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte sugiere que lo anterior podría también aplicar para los perros. Estos animales son un excelente modelo para estudiar el envejecimiento porque sufren de deficiencias relacionadas con la edad en la movilidad y la cognición y pueden desarrollar el síndrome de disfunción cognitiva canina, una condición similar al Alzheimer.
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En el estudio, publicado en Frontiers, describieron los cambios relacionados con la edad en la velocidad de la marcha con y sin correa en poco más de 90 perros adultos y mayores. Los investigadores incluyeron dos grupos: uno de perros mayores (con una edad superior al 75 % de su esperanza de vida) y un grupo de perros adultos (mayores de 1 año y menores del 75 % de su esperanza de vida). Dado que la vida esperada en los perros está altamente asociada con su tamaño corporal, eso se calculó considerando esa variante.
Para ser incluidos, los perros debían estar libres de comorbilidades que pudieran impedir su capacidad para realizar las pruebas, como la incapacidad para caminar o la ceguera. La velocidad de marcha con y sin correa se determinó realizando 3 ensayos y calculando la velocidad media. Para la velocidad de marcha con correa, cada prueba consistió en pasear al perro con su propia correa en un recorrido llano de 5 metros de largo. Se puso en marcha un cronómetro cuando el perro cruzó la línea de salida y se detuvo cuando cruzó la línea de meta. El experimentador dejó que el perro marcara el ritmo y tuvo cuidado de mantener floja la correa.
Para las pruebas sin correa, el experimentador caminó hacia el perro y le mostró una golosina, luego el experimentador se paró en la línea de meta, llamó al perro por su nombre y dijo “Mira”. El guía dijo “Listo, listo, ya” y soltó al perro en “Ya”. Al mismo tiempo, el experimentador puso en marcha el cronómetro. El cronómetro se detuvo cuando el perro cruzó la meta. Si en alguna de las pruebas (ya sea con correa o sin correa) el perro se distraía y dejaba de caminar, la prueba se descartaba y se repetía.
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También se realizaron pruebas cognitivas para evaluar la atención, señales sociales, memoria de trabajo, control ejecutivo y resolución de problemas. A los perros se les proporcionaron descansos breves cuando parecían cansados o perdían el interés (no podían tomar decisiones en las tareas).
Entre los hallazgos más importantes, los científicos descubrieron que la velocidad mediana para perros adultos y mayores con correa fue de 0,96 m/s y 0,77 m/s; y la velocidad mediana sin correa fue de 2,06 m/s y 1,26 m/s, respectivamente. Tanto la velocidad con correa como sin correa se correlacionaron negativamente con la edad. Sin embargo, cuando los investigadores observaron en detalle, la correlación entre la velocidad de la marcha sin correa y la edad no siguió una tendencia lineal, es decir, la velocidad se mantuvo estable hasta aproximadamente los 12 años y después disminuyó rápidamente en perros mayores.
“Capturar la velocidad de la marcha sin correa nos permite ver los efectos tanto de la capacidad física como de la motivación alimentaria”, dice Natasha Olby, una de las autoras del estudio. Los perros mayores que se movían más lentamente tenían niveles más severos de deterioro cognitivo según los cuestionarios completados por el propietario y también obtuvieron peores resultados en las pruebas cognitivas.
“Para mí, la parte emocionante no es solo que mostramos que la velocidad de la marcha se correlaciona con la demencia tanto en perros como en personas, sino también que el método de prueba que usamos es fácil de replicar, ya que está motivado por la comida y en una distancia corta Podría convertirse en una simple prueba de detección para que cualquier veterinario la realice en pacientes de edad avanzada”, finaliza Olby.
En los seres humanos, la velocidad física puede ser un presagio de deterioro cognitivo y de demencia. Las deficiencias físicas y la ralentización del movimiento reflejan la disminución del rendimiento de numerosos sistemas, como el sistema musculo-esquelético, el sistema nervioso central y periférico y los órganos de los sentidos. De hecho, la velocidad de la marcha se considera un “sexto signo vital” en los adultos mayores, junto con la presión arterial, la respiración, el pulso, la temperatura y el dolor.
Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte sugiere que lo anterior podría también aplicar para los perros. Estos animales son un excelente modelo para estudiar el envejecimiento porque sufren de deficiencias relacionadas con la edad en la movilidad y la cognición y pueden desarrollar el síndrome de disfunción cognitiva canina, una condición similar al Alzheimer.
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En el estudio, publicado en Frontiers, describieron los cambios relacionados con la edad en la velocidad de la marcha con y sin correa en poco más de 90 perros adultos y mayores. Los investigadores incluyeron dos grupos: uno de perros mayores (con una edad superior al 75 % de su esperanza de vida) y un grupo de perros adultos (mayores de 1 año y menores del 75 % de su esperanza de vida). Dado que la vida esperada en los perros está altamente asociada con su tamaño corporal, eso se calculó considerando esa variante.
Para ser incluidos, los perros debían estar libres de comorbilidades que pudieran impedir su capacidad para realizar las pruebas, como la incapacidad para caminar o la ceguera. La velocidad de marcha con y sin correa se determinó realizando 3 ensayos y calculando la velocidad media. Para la velocidad de marcha con correa, cada prueba consistió en pasear al perro con su propia correa en un recorrido llano de 5 metros de largo. Se puso en marcha un cronómetro cuando el perro cruzó la línea de salida y se detuvo cuando cruzó la línea de meta. El experimentador dejó que el perro marcara el ritmo y tuvo cuidado de mantener floja la correa.
Para las pruebas sin correa, el experimentador caminó hacia el perro y le mostró una golosina, luego el experimentador se paró en la línea de meta, llamó al perro por su nombre y dijo “Mira”. El guía dijo “Listo, listo, ya” y soltó al perro en “Ya”. Al mismo tiempo, el experimentador puso en marcha el cronómetro. El cronómetro se detuvo cuando el perro cruzó la meta. Si en alguna de las pruebas (ya sea con correa o sin correa) el perro se distraía y dejaba de caminar, la prueba se descartaba y se repetía.
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“Capturar la velocidad de la marcha sin correa nos permite ver los efectos tanto de la capacidad física como de la motivación alimentaria”, dice Natasha Olby, una de las autoras del estudio. Los perros mayores que se movían más lentamente tenían niveles más severos de deterioro cognitivo según los cuestionarios completados por el propietario y también obtuvieron peores resultados en las pruebas cognitivas.
“Para mí, la parte emocionante no es solo que mostramos que la velocidad de la marcha se correlaciona con la demencia tanto en perros como en personas, sino también que el método de prueba que usamos es fácil de replicar, ya que está motivado por la comida y en una distancia corta Podría convertirse en una simple prueba de detección para que cualquier veterinario la realice en pacientes de edad avanzada”, finaliza Olby.