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Xiomara Rodríguez es una mujer que se ha hecho famosa por reclamar ser dueña de un don extraordinario: hablar con los animales. Con los vivos y con los muertos. Desde pequeña, cuenta, era capaz de comunicarse con las vacas de su finca para saber si estaban listas o no para ir al matadero, pues dice tener la destreza de sentir las emociones y los dolores físicos que sienten los animales. “Soy un canal para que ellos digan las cosas”, es como lo explica. Oye “voces que hablan, pero no modulan”.
En los últimos años, Xiomara se convirtió en un personaje mediático. Ha aparecido en artículos de El Tiempo, Jet Set, Semana, KienyKe, La W Radio, Caracol Radio e incluso en Cromos y Vea, que hacen parte de la misma casa editorial de El Espectador. En programas televisivos como Venga le cuento, del Canal 1, Xiomara hasta ha hecho consultas con perros o gatos que ya han fallecido, sólo con ver una foto. En todos, sin excepción, se dan por ciertas con demasiada rapidez algunas ideas problemáticas: que los animales “hablan” como si fueran humanos, que existe la telequinesis entre animales y humanos, que existe “un más allá” desde el que también hablan los animales muertos y que algunos seres humanos como Xiomara tienen una percepción extransensorial.
En la sección de Ciencia de El Espectador quisimos ponerla a prueba. Después de buscarla por varios meses y conocer que su agenda de consultas está copada por casi un año (cobra $180.000 por consulta), invitamos a Xiomara para que le hiciera una consulta a Frank, un perro pug que presentamos como mío, pero en realidad era de otra persona, y a Acuarela, la gata muerta de Helena Calle, otra de las periodistas de la sección. Acuarela en realidad no está muerta. Era un experimento sencillo. Si Xiomara puede hablar con los animales, entonces Frank y Acuarela le revelarían la realidad.
Nos reunimos con Xiomara en un parque cerca de la redacción y, en resumen, la consulta transcurrió así: Frank, le dijimos, fue adoptado cuando tenía un año y llevaba dos conmigo por lo que quería saber si se acordaba de sus otros dueños. “No, él dice que a él no lo querían como él se merecía, que no le dedicaban tiempo, ni lo consentían mucho. Dice que se quejaban de la cantidad de pelo que botaba y que lo tenían en un sitio aislado”. También, según Xiomara, el perro le dijo que había pasado por tres sitios y que tenía miedo de que se lo llevaran.
Además, cuando le pregunté si había sido una buena madre desde que lo adopté, Frank dijo que me faltaba ser más firme, más constante, más disciplinada, y sacar a pasearlo más. Cambiar la rutina.
Después, cuando Helena le preguntó por su gata Acuarela, que se había muerto al caerse de un sexto piso (lo cual es parcialmente cierto, pues la gata sí se cayó, pero no murió), Xiomara dijo que Acuarela se había reventado por dentro. “Se cayó e impactó en la cara, sintió dolor en la columna, en las primeras lumbares. Tembló mucho, pero no duró mucho tiempo”. También le dijo que la gata estaba en “un buen lugar” y que le mandaba a decir que se permitiera ser feliz.
Hasta ahí, ni la gata muerta (que no está muerta) ni Frank, le habían dicho a Xiomara la verdad. Así que lo hicimos nosotros. Xiomara respondió que, igualmente, a la gata le estaba doliendo mucho la espalda y que lo que Frank me dijo a mí era algo que yo debía aprender. Además, que desde el principio notó que Frank no tenía apego por ninguna. “Él me dijo que me iban a poner una prueba cuando llegué, ‘te van a poner una trampa’. Él llegó y se me tiró encima y dijo ‘tienes que tener cuidado’”, explica.
Xiomara da la impresión de ser una mujer observadora y estudiosa del comportamiento (tanto de los animales, como de los humanos), pero de ahí a atribuirse un don para hablar con los animales, asumiendo que los animales “hablan”, hay una enorme distancia. De hecho, el pensamiento mágico-religioso que lleva a muchas personas a creer en estas cosas, en realidad más que acercarnos a los animales nos aleja de ellos, porque impide estudiar a fondo las capacidades cognitivas que tienen y sus distintas formas de comunicación.
¿Qué sabemos del lenguaje de los animales?
Según Fredy Manrique, médico veterinario de la Universidad de Antioquia con maestría en Etología Clínica Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, los animales, como perros y gatos, sí son capaces de comunicarse con nosotros, ya que miles de años de evolución nos han hecho dependientes unos de otros. Sin la comunicación, esa “simbiosis biológica” no habría sido posible. Pero esta forma “de hablarnos” es muy distinta a las palabras o la telepatía.“Los estudios dicen que nos detectan y leen muy bien nuestras conductas. Nos leen el miedo, la agresión y la tranquilidad. No sólo nos entienden verbalmente, sino con los gestos”, explica.
En los últimos años la ciencia se ha interesado con más rigor en conocer cómo funciona la comunicación animal, en especial, en descifrar cómo nos entienden los perros. En el 2016, un estudio publicado en Science dio una pista de que los perros procesan mejor el lenguaje humano de lo que se había creído antes. Según los autores, ellos son capaces de entender tanto el significado como el tono de las palabras que usamos para darles órdenes.
En un artículo escrito por la científica cognoscitiva Denise D. Cummins en Scientific American y titulado Yes, we can communicate with animals, ella da un ejemplo de la capacidad que tienen los animales de entender el lenguaje verbal. Un border collie puede entender el significado de 200 palabras, otro llegó hasta las 1.022, un bonobo comprendió hasta 3.000 símbolos y un chimpancé se comunicaba a partir de 66 gestos. Pero eso sí, hace una aclaración, “ninguno comprenderá palabras como átomo, economía o bacteria, pues no puedes aprender las palabras de cosas que no entiendes”.
Es por esto que, para Manrique, desde el punto de vista científico no hay ninguna demostración de que exista la comunicación psíquica con los animales. En cambio, la forma como ellos nos “hablan” es corporal. “Las orejas, la cola, el cuerpo y medir las pupilas nos revelan si tienen una fobia, miedo o ansiedad. También hay unas señales más sutiles, a las que se llama señales de calma, que una persona con entrenamiento puede entender”. En cierto punto, un bostezo puede significar ansiedad, o el “ojo de ballena” (que es cuando un perro gira el ojo y muestra la parte blanca) quiere decir que está nervioso y uno no debe acercarse. En otras palabras, cree que comunicarse con los animales es algo que se estudia, no un don. “Lo otro es una cosa que a las personas les puede gustar o no, no los juzgo, pero no es una ciencia”.
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