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“La presencia de emociones en animales no humanos es muy debatida y puede tener importantes implicaciones sociales en la forma en que los tratamos y evaluamos su bienestar”. Así lo señalan los investigadores Olga Procenko, Jenny CA Leery y Vivek Nityananda, de la Universidad de Newcastle en Reino Unido, en un reciente estudio de su autoría.
De acuerdo con su artículo, publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B, para entender mejor a las abejas y analizar si sus estados pueden ser similares a las emociones humanas, los científicos desarrollaron una nueva “prueba de sesgo de juicio”. Básicamente, entrenaron a estos insectos para “asociar colores presentados en una pantalla LED con diferentes recompensas de azúcar en dos ubicaciones”.
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Por ejemplo, mientras que el color verde podía corresponder a la recámara derecha, que contenía una solución de sacarosa al 30%, el azul correspondía a la recámara izquierda y a una solución de sacarosa del 50%. Esta última sería una mayor recompensa. En total, 48 abejas alcanzaron el criterio de aprendizaje, es decir, lograron comprender la diferencia entre los colores.
Luego, el estudio inició la fase de “tratamiento” en la que, en principio, esos 48 individuos se dividieron de manera aleatoria en tres grupos. Dos de ellos fueron sometidos a sacudidas o trampas que simulaban ataques de depredadores. En cambio, el tercer grupo de insectos no fue puesto bajo estrés.
Los científicos mostraron una nueva gama de colores a los s y descubrieron que aquellas que habían sido perturbados tenían menos posibilidades de interpretación para alcanzar buenos resultados. En otras palabras, “las abejas son más pesimistas después del estrés, ya que su comportamiento sugiere que no esperan obtener recompensas”, según Vivek Nityananda. Esto podría ser reflejo de una estrategia de adaptación o una actitud más cautelosa por parte de estos insectos.
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Procenko, quien dirigió el proyecto, dijo que las abejas, de igual manera que los humanos y otros animales, pueden experimentar estados similares a las emociones al estar estresadas. “Nuestro estudio abre nuevas posibilidades para comprender cómo el estrés afecta la cognición y el comportamiento de los insectos, lo que podría proporcionar información sobre sus respuestas a los desafíos ambientales e informar los esfuerzos de conservación”, agregó.
Sin embargo, los investigadores subrayan que las razones de fondo de los comportamientos de estos insectos siguen siendo poco conocidas, por lo que sugieren que las investigaciones futuras deben centrarse en comprender cómo se generan y se mantienen estos estados. “Esclarecer estos mecanismos ayudará a determinar si los resultados observados comparten un ancestro común con estados similares en vertebrados o son distintos y producto de una evolución convergente”.
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