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¿Sabía que las plantas e insectos se comunican? Hasta ahora, la comunicación entre plantas e insectos se ha atribuido a señales visuales, químicas (olor) y mecánicas (movimientos o contacto). Sin embargo, no se había demostrado antes la posibilidad de una comunicación acústica basada en sonidos emitidos al aire. Un estudio reciente, publicado por ahora y sin revisión por pares, investiga la posible comunicación acústica entre plantas e insectos, específicamente entre las plantas en condiciones de estrés hídrico y las polillas (moths).
Se sabe que las plantas producen vibraciones ultrasónicas debido a procesos internos, como la cavitación (burbujas de aire en su sistema vascular, resultado de cambios en la presión del agua).
Estas vibraciones se amplifican en plantas estresadas por la sequía o dañadas, y recientemente se ha descubierto que estos sonidos pueden viajar por el aire y ser lo suficientemente intensos como para ser detectados por insectos sensibles a ultrasonidos, como ciertas polillas. Muchas polillas, especialmente de la familia Noctuidae, tienen órganos auditivos adaptados para detectar sonidos ultrasónicos (20-60 kHz). Estos órganos evolucionaron posiblemente para detectar señales ultrasónicas emitidas por machos durante el cortejo y evitar depredadores, como murciélagos, que utilizan ecolocalización.
En este estudio, los científicos se centraron en la polilla Spodoptera littoralis, que tiene una alta sensibilidad ultrasónica. Las hembras de esta especie eligen cuidadosamente dónde depositar sus huevos (oviposición), ya que las condiciones de la planta anfitriona afectan directamente la supervivencia de las larvas. Los investigadores propusieron que las hembras de esta polilla pueden usar los sonidos ultrasónicos emitidos por plantas estresadas para evitar poner huevos en ellas, prefiriendo plantas saludables.
Se comunican entre sí
Los científicos llevaron a cabo experimentos en un espacio controlado, ofreciendo dos opciones a las polillas en cada prueba y observando su comportamiento. Primero, los investigadores comprobaron qué tipo de plantas preferían las polillas para depositar sus huevos. Se colocaron plantas frescas (bien hidratadas) y plantas deshidratadas (estresadas por la sequía) en lados opuestos de un recinto. Las polillas mostraron una clara preferencia por las plantas frescas, probablemente porque estas son mejores para el desarrollo de sus larvas. Este resultado, escriben los autores, indica que las polillas pueden detectar el estado de salud de las plantas y evitar aquellas menos favorables.
Después, los científicos quisieron investigar si los sonidos que emiten las plantas deshidratadas podían afectar las decisiones de las polillas. Para probarlo, reprodujeron grabaciones de estos sonidos en un lado del recinto, sin colocar plantas físicas, y observaron el comportamiento de las polillas. Sorprendentemente, las polillas prefirieron poner sus huevos en el lado donde se escuchaban los sonidos de plantas deshidratadas. Esto contradecía su comportamiento inicial, ya que, sin sonido, evitaban esas plantas. Los resultados fueron consistentes, incluso cuando los experimentos se repitieron meses después.
Para confirmar que las polillas realmente respondían a los sonidos y no a otros estímulos, los investigadores repitieron el experimento con polillas a las que les habían bloqueado la capacidad de oír. En este caso, las polillas no mostraron ninguna preferencia, lo que demuestra que el sonido era el factor clave en su decisión. En un tercer escenario, los científicos colocaron dos plantas frescas en el recinto y añadieron sonidos de plantas deshidratadas en un lado. Las polillas, de nuevo, evitaron el lado con el sonido y prefirieron la planta “silenciosa”. Este resultado fue similar al comportamiento observado inicialmente, lo que sugiere que, en condiciones más naturales, las polillas evitan las señales de estrés de las plantas.
Por último, para confirmar que la reacción de las polillas era específica a los sonidos de las plantas, los científicos usaron sonidos emitidos por machos de polilla, que tienen un rango acústico similar. Sin embargo, las hembras no mostraron preferencia por estos sonidos, reforzando la idea de que su comportamiento estaba dirigido específicamente hacia los sonidos asociados con el estrés de las plantas.
“Esto es nuevo”, le Rya Seltzer, entomóloga de la Universidad de Tel Aviv y una de las autoras del estudio, al periódico The New York Times. “Las plantas emiten sonidos y los insectos realmente los escuchan. Están sintonizados con ese sonido específico, conocen su significado y lo tienen en cuenta”.
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