Las trompas de los elefantes: ¿por qué tienen arrugas y para qué sirven?
Las trompas de los elefantes, una de sus características más distintivas, presentan arrugas que desempeñan funciones clave en su adaptabilidad y destreza. Un estudio reciente en la revista Royal Society Open Science revela que los elefantes asiáticos tienen más arrugas en sus trompas que los africanos, lo que podría estar relacionado con su comportamiento y genética.
Las trompas de los elefantes presentan arrugas que se extienden desde la base hasta la punta. Estas arrugas, una forma de morfología adaptativa, cumplen funciones específicas en la vida del animal. Una de ellas es permitir que la trompa se estire y se flexione sin comprometer su protección y resistencia.
Una nueva investigación publicada en la revista Royal Society Open Science buscó comprender y caracterizar las arrugas de las trompas de los elefantes, analizando su desarrollo a lo largo de la vida en dos especies: los elefantes asiáticos y africanos. Los investigadores se centraron en las diferencias entre las especies, tanto en la cantidad y distribución de las arrugas como en los factores que influyen en su formación.
Los autores explican que la trompa de los elefantes tiene una movilidad y flexibilidad sorprendentes, gracias a su musculatura extremadamente compleja. Esta musculatura permite que los elefantes usen su trompa para tareas muy precisas, como alcanzar objetos o alimentos. Por ejemplo, pueden pelar plátanos o manipular el flujo de aire para levantar objetos delicados, como una tortilla, usando la succión. La tropa se divide en partes que tienen funciones distintas: la parte distal (la más alejada del cuerpo) es la más hábil y forma pseudoarticulaciones que permiten un agarre más preciso. En cambio, la parte proximal (más cercana al cuerpo) es más fuerte y busca proporcionar soporte, siendo menos importante para las tareas precisas.
A medida que los elefantes crecen, desarrollan una preferencia para usar un lado de la trompa más que el otro, lo que se denomina “lateralización”. Esto significa que los elefantes adultos pueden ser “diestros” o “zurdos” en el uso de su trompa, dependiendo de sus preferencias de agarre. Pero lo más sorprendente es que incluso entre especies elefantes hay importantes diferencias. Los elefantes africanos de sabana (Loxodonta africana) se diferencian de los elefantes asiáticos (Elephas maximus) en su trompa.
Los elefantes africanos tienen dos pequeñas protuberancias, como dedos, en la punta de su trompa, que usan para agarrar objetos, como si los pellizcaran. Por otro lado, los elefantes asiáticos solo tienen una de estas protuberancias en la parte superior de la trompa y, en lugar de pellizcar, suelen enrollar su trompa alrededor de los objetos para manipularlos. “Aunque estas diferencias morfológicas y de comportamiento son bien conocidas, hay poca comprensión de los factores de desarrollo que juegan un papel en la funcionalidad de la trompa del elefante”, escriben los científicos. Es decir, aunque sabemos que los elefantes usan sus trompas de maneras distintas, no tenemos suficiente información sobre los procesos biológicos o de crecimiento que determinan esas habilidades. Además, y aunque los elefantes tienen arrugas prominentes en la trompa desde el nacimiento, el desarrollo de la piel en ese campo sigue siendo un misterio.
“Comprender cómo se desarrollan y cambian estas arrugas con el tiempo puede ayudar a proporcionar información valiosa sobre las arrugas biológicas y el impacto del medio ambiente y el comportamiento en ellas”, dicen los investigadores. Se hicieron tres preguntas. Primero, quisieron saber cuántas arrugas hay en las trompas de los elefantes adultos y bebés, y cómo varían entre las especies. También estaban interesados en saber si el uso de la trompa y si los elefantes prefieren usar un lado más que el otro afecta la forma de las arrugas. Se preguntaron si las capas de piel en las arrugas son diferentes, lo que podría influir en cómo funcionan. Y por último, quisieron investigar cómo crecen las trompas y las arrugas a lo largo de la vida.
La investigación utilizó para su análisis muestras recolectadas postmortem y fotografías de elefantes vivos. En el caso de las primeras, las muestras fueron obtenidas de elefantes que fallecieron en zoológicos, bajo la supervisión del Instituto Leibniz para la Investigación de Zoológicos y Vida Silvestre en Berlín. Se aseguraron de cumplir con las regulaciones de la CITES, garantizando que todos los elefantes fueran sacrificados humanitariamente o fallecieron de causas naturales. Además, se llevaron a cabo sesiones fotográficas en entornos controlados para documentar las características de las trompas, tanto en especímenes postmortem como en elefantes vivos. Se emplearon cámaras de alta resolución para capturar los detalles más finos, enfocándose en las arrugas que caracterizan estas estructuras. Para el análisis de las arrugas, las trompas se dividieron en secciones, permitiendo medir y clasificar las variaciones en su morfología.
Los científicos se toparon con hallazgos muy interesantes. En concreto, los elefantes asiáticos adultos tienen alrededor de 1,5 veces más arrugas en la trompa que los elefantes africanos adultos, debido a una importante acumulación de arrugas durante su desarrollo desde la cría hasta la edad adulta. Esta tendencia en los individuos asiáticos comienza ya en las etapas fetales y continúa durante todo el desarrollo posnatal, convirtiéndose en una diferencia significativa en los elefantes adultos.
“Estos resultados podrían indicar que las diferencias entre especies en las arrugas de la trompa y la morfología de las arrugas de la trompa podrían tener un componente genético (ya vemos ligeras diferencias en las etapas fetales y postnatales tempranas, y las diferencias en los adultos también podrían estar parcialmente determinadas genéticamente)”, escriben. Esto podría significar que las adaptaciones y funciones de la trompa están determinadas en parte por la herencia genética. Sin embargo, los investigadores también proponen como hipótesis que esas diferencias se deban adaptaciones específicas.
Por ejemplo, los elefantes asiáticos, que tienen un diseño de trompa con un solo dedo y un bulbo de cartílago, exhiben un comportamiento que favorece el uso del tercio distal de la trompa para envolver y agarrar objetos. Esta región es donde se encuentran más arrugas, lo que podría facilitar la flexión y la envoltura, contribuyendo a la formación de “pseudoarticulaciones”. Estas son secciones de la trompa que funcionan como articulaciones debido a contracciones musculares, lo que les permite realizar movimientos más complejos. En contraste, los elefantes africanos poseen dos dedos en la punta de su trompa y muestran una preferencia por pellizcar objetos, lo que resalta diferencias en la mecánica y el comportamiento del uso de la trompa entre las dos especies.
Las observaciones realizadas en zoológicos han confirmado estas diferencias, resaltando cómo la anatomía y el comportamiento interactúan para permitir diferentes formas de alimentación y manipulación de objetos.
Otro factor que influye en las arrugas de la trompa podrían ser también las condiciones ambientales. “Los elefantes de sabana africanos y los elefantes asiáticos están adaptados a nichos ambientales distintos, y los elefantes africanos viven principalmente en ambientes secos y los elefantes asiáticos en ambientes más húmedos. Se ha demostrado que la humedad tiene un impacto en la piel humana, ya que los humanos desarrollan más arrugas después de la transición de un entorno de alta a baja humedad”, escriben los autores del estudio. Sin embargo, agregan, “no hay indicios de que los entornos húmedos provoquen que las especies sean generalmente más arrugadas. Se necesita una mayor exploración para probar las diferencias morfológicas y mecánicas en la piel entre los taxones de mamíferos en relación con la humedad del entorno”.
La investigación también abordó cómo la lateralización de la trompa de los elefantes (asiáticos y africanos) afecta la cantidad de arrugas en esta estructura. Al examinar la parte más distal de las trompas, los investigadores encontraron una diferencia del 10% en la cantidad de arrugas entre el lado izquierdo y el derecho, correlacionándose con la lateralidad de la trompa del individuo. Esto significa que los elefantes tienden a preferir un lado para realizar tareas complejas, lo que a su vez genera un mayor contacto de un lado de la trompa con el suelo. Este contacto frecuente provoca desgaste y abrasiones, especialmente en la piel de ese lado. La lateralización también se manifiesta en la forma en que los elefantes envuelven su trompa para recoger objetos. Por ejemplo, un elefante que prefiere usar la trompa hacia la izquierda comprimirá más el lado izquierdo, lo que resulta en una mayor cantidad de arrugas en ese lado debido a su uso más intensivo.
Esto sugiere, creen los científicos, que las arrugas en la trompa no solo son el resultado de factores genéticos, sino que también están influenciadas por el comportamiento a lo largo del tiempo.
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Las trompas de los elefantes presentan arrugas que se extienden desde la base hasta la punta. Estas arrugas, una forma de morfología adaptativa, cumplen funciones específicas en la vida del animal. Una de ellas es permitir que la trompa se estire y se flexione sin comprometer su protección y resistencia.
Una nueva investigación publicada en la revista Royal Society Open Science buscó comprender y caracterizar las arrugas de las trompas de los elefantes, analizando su desarrollo a lo largo de la vida en dos especies: los elefantes asiáticos y africanos. Los investigadores se centraron en las diferencias entre las especies, tanto en la cantidad y distribución de las arrugas como en los factores que influyen en su formación.
Los autores explican que la trompa de los elefantes tiene una movilidad y flexibilidad sorprendentes, gracias a su musculatura extremadamente compleja. Esta musculatura permite que los elefantes usen su trompa para tareas muy precisas, como alcanzar objetos o alimentos. Por ejemplo, pueden pelar plátanos o manipular el flujo de aire para levantar objetos delicados, como una tortilla, usando la succión. La tropa se divide en partes que tienen funciones distintas: la parte distal (la más alejada del cuerpo) es la más hábil y forma pseudoarticulaciones que permiten un agarre más preciso. En cambio, la parte proximal (más cercana al cuerpo) es más fuerte y busca proporcionar soporte, siendo menos importante para las tareas precisas.
A medida que los elefantes crecen, desarrollan una preferencia para usar un lado de la trompa más que el otro, lo que se denomina “lateralización”. Esto significa que los elefantes adultos pueden ser “diestros” o “zurdos” en el uso de su trompa, dependiendo de sus preferencias de agarre. Pero lo más sorprendente es que incluso entre especies elefantes hay importantes diferencias. Los elefantes africanos de sabana (Loxodonta africana) se diferencian de los elefantes asiáticos (Elephas maximus) en su trompa.
Los elefantes africanos tienen dos pequeñas protuberancias, como dedos, en la punta de su trompa, que usan para agarrar objetos, como si los pellizcaran. Por otro lado, los elefantes asiáticos solo tienen una de estas protuberancias en la parte superior de la trompa y, en lugar de pellizcar, suelen enrollar su trompa alrededor de los objetos para manipularlos. “Aunque estas diferencias morfológicas y de comportamiento son bien conocidas, hay poca comprensión de los factores de desarrollo que juegan un papel en la funcionalidad de la trompa del elefante”, escriben los científicos. Es decir, aunque sabemos que los elefantes usan sus trompas de maneras distintas, no tenemos suficiente información sobre los procesos biológicos o de crecimiento que determinan esas habilidades. Además, y aunque los elefantes tienen arrugas prominentes en la trompa desde el nacimiento, el desarrollo de la piel en ese campo sigue siendo un misterio.
“Comprender cómo se desarrollan y cambian estas arrugas con el tiempo puede ayudar a proporcionar información valiosa sobre las arrugas biológicas y el impacto del medio ambiente y el comportamiento en ellas”, dicen los investigadores. Se hicieron tres preguntas. Primero, quisieron saber cuántas arrugas hay en las trompas de los elefantes adultos y bebés, y cómo varían entre las especies. También estaban interesados en saber si el uso de la trompa y si los elefantes prefieren usar un lado más que el otro afecta la forma de las arrugas. Se preguntaron si las capas de piel en las arrugas son diferentes, lo que podría influir en cómo funcionan. Y por último, quisieron investigar cómo crecen las trompas y las arrugas a lo largo de la vida.
La investigación utilizó para su análisis muestras recolectadas postmortem y fotografías de elefantes vivos. En el caso de las primeras, las muestras fueron obtenidas de elefantes que fallecieron en zoológicos, bajo la supervisión del Instituto Leibniz para la Investigación de Zoológicos y Vida Silvestre en Berlín. Se aseguraron de cumplir con las regulaciones de la CITES, garantizando que todos los elefantes fueran sacrificados humanitariamente o fallecieron de causas naturales. Además, se llevaron a cabo sesiones fotográficas en entornos controlados para documentar las características de las trompas, tanto en especímenes postmortem como en elefantes vivos. Se emplearon cámaras de alta resolución para capturar los detalles más finos, enfocándose en las arrugas que caracterizan estas estructuras. Para el análisis de las arrugas, las trompas se dividieron en secciones, permitiendo medir y clasificar las variaciones en su morfología.
Los científicos se toparon con hallazgos muy interesantes. En concreto, los elefantes asiáticos adultos tienen alrededor de 1,5 veces más arrugas en la trompa que los elefantes africanos adultos, debido a una importante acumulación de arrugas durante su desarrollo desde la cría hasta la edad adulta. Esta tendencia en los individuos asiáticos comienza ya en las etapas fetales y continúa durante todo el desarrollo posnatal, convirtiéndose en una diferencia significativa en los elefantes adultos.
“Estos resultados podrían indicar que las diferencias entre especies en las arrugas de la trompa y la morfología de las arrugas de la trompa podrían tener un componente genético (ya vemos ligeras diferencias en las etapas fetales y postnatales tempranas, y las diferencias en los adultos también podrían estar parcialmente determinadas genéticamente)”, escriben. Esto podría significar que las adaptaciones y funciones de la trompa están determinadas en parte por la herencia genética. Sin embargo, los investigadores también proponen como hipótesis que esas diferencias se deban adaptaciones específicas.
Por ejemplo, los elefantes asiáticos, que tienen un diseño de trompa con un solo dedo y un bulbo de cartílago, exhiben un comportamiento que favorece el uso del tercio distal de la trompa para envolver y agarrar objetos. Esta región es donde se encuentran más arrugas, lo que podría facilitar la flexión y la envoltura, contribuyendo a la formación de “pseudoarticulaciones”. Estas son secciones de la trompa que funcionan como articulaciones debido a contracciones musculares, lo que les permite realizar movimientos más complejos. En contraste, los elefantes africanos poseen dos dedos en la punta de su trompa y muestran una preferencia por pellizcar objetos, lo que resalta diferencias en la mecánica y el comportamiento del uso de la trompa entre las dos especies.
Las observaciones realizadas en zoológicos han confirmado estas diferencias, resaltando cómo la anatomía y el comportamiento interactúan para permitir diferentes formas de alimentación y manipulación de objetos.
Otro factor que influye en las arrugas de la trompa podrían ser también las condiciones ambientales. “Los elefantes de sabana africanos y los elefantes asiáticos están adaptados a nichos ambientales distintos, y los elefantes africanos viven principalmente en ambientes secos y los elefantes asiáticos en ambientes más húmedos. Se ha demostrado que la humedad tiene un impacto en la piel humana, ya que los humanos desarrollan más arrugas después de la transición de un entorno de alta a baja humedad”, escriben los autores del estudio. Sin embargo, agregan, “no hay indicios de que los entornos húmedos provoquen que las especies sean generalmente más arrugadas. Se necesita una mayor exploración para probar las diferencias morfológicas y mecánicas en la piel entre los taxones de mamíferos en relación con la humedad del entorno”.
La investigación también abordó cómo la lateralización de la trompa de los elefantes (asiáticos y africanos) afecta la cantidad de arrugas en esta estructura. Al examinar la parte más distal de las trompas, los investigadores encontraron una diferencia del 10% en la cantidad de arrugas entre el lado izquierdo y el derecho, correlacionándose con la lateralidad de la trompa del individuo. Esto significa que los elefantes tienden a preferir un lado para realizar tareas complejas, lo que a su vez genera un mayor contacto de un lado de la trompa con el suelo. Este contacto frecuente provoca desgaste y abrasiones, especialmente en la piel de ese lado. La lateralización también se manifiesta en la forma en que los elefantes envuelven su trompa para recoger objetos. Por ejemplo, un elefante que prefiere usar la trompa hacia la izquierda comprimirá más el lado izquierdo, lo que resulta en una mayor cantidad de arrugas en ese lado debido a su uso más intensivo.
Esto sugiere, creen los científicos, que las arrugas en la trompa no solo son el resultado de factores genéticos, sino que también están influenciadas por el comportamiento a lo largo del tiempo.
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