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Son varias las personas que se pueden identificar con la siguiente situación: ver que se tiene un grano o espinilla en la cara y no poder resistir espicharla, a pesar de saber que no es la mejor opción y que el pus que sale no es necesariamente limpio. ¿Pero entonces por qué sentimos satisfacción al hacerlo?
Un artículo publicado en el portal científico PopScience da algunas claves de la respuesta, en la que actúan la tolerancia al asco y algunos mecanismos de recompensa. (Le puede interesar: Fotografías que ayudan a llevar clubes de ciencia a regiones apartadas en Colombia)
Lo primero, le aclaró Daniel Kelly, profesor de filosofía de la Universidad de Purdue y autor del libro, The Nature and Moral Significance of Disgust, (El Significado de la Naturaleza y Moral del Asco), tiene que ver precisamente con eso, el asco. Debido a que los humanos no somos capaces de ver bacterias, hemos desarrollado otro mecanismo, como oler, para identificar cuándo algo no es sano. Por ejemplo, el popo o una carne podrida.
Pero con el tema de los granos que, básicamente, también implican algún grado de infección, la cuestión no es tan fácil. En el año 2021 investigadores australianos publicaron un estudio en la revista científica Behavioural Brain Research, en el que les mostraron a 38 personas que disfrutaban espichar granos y a 42 que no, 96 videos que mostraban tres escenas: un grano siendo explotado, fuentes de agua y limpieza con vapor. (Le sugerimos: Ciencia y fútbol femenino: ¿realmente necesitan un arco más pequeño?)
“Los vídeos de la fuente se utilizaron como controles porque el agua que sale de una fuente imita el pus que sale de un grano - según los investigadores- mientras que los vídeos de la limpieza a vapor sirvieron como controles extrañamente satisfactorios”, cuenta PopSci.
Para saber cómo los participantes del estudio reaccionaban a cada video, los investigadores utilizaron dos cosas. Primero, les pidieron que completaran una encuesta para tratar de averiguar si disfrutaban explotar granos – o verlo -, cuál creían que era su sensibilidad al asco, y cuál era su sensibilidad al castigo y la recompensa. Además, exploraron su actividad cerebral a través de resonancias magnéticas funcional (o fMRI) mientras veían cada uno de los videos.
“El equipo descubrió que las personas a las que les gustaban los vídeos en los que se apretaban los granos mostraban una mayor sensibilidad a la recompensa, así como una mejor capacidad de regulación del asco que las que no lo hacían”, señala Popsci. Es decir, las personas que disfrutan espichar granos, sienten satisfacción al hacerlo, porque hay un mecanismo de recompensa al ver que el pus sale. Además, modulan mejor la sensación de asco mientras ven lo que hacen. (Vea acá: Describen un nuevo desorden genético en el cerebro que puede iniciar en la infancia)
En cuanto a las imágenes cerebrales, el estudio sugiere que las partes del cerebro que más se activaron entre los “fans” de espichar grano fue el núcleo accumbens y la ínsula. “El núcleo accumbens forma parte del sistema de placer del cerebro y se ha demostrado que modula las respuestas de las personas a las cosas que no les gustan”, dice Popsci. “Cuando las personas a las que no les gustaban los granos veían los vídeos, su núcleo accumbens se desactivaba y mostraba poca o ninguna actividad. Y aunque el núcleo accumbens también estaba desactivado en las personas a las que les gustaban los vídeos sobre los granos, estaba más activo que en las personas que odiaban los granos”. Sobre la ínsula el estudio también señala que fue una zona que se activó frente al asco.
Es así como que ese placer de espichar un grano podría tener dos orígenes: mayor capacidad de moderar el asco y mayor recompensa al ver cómo el pus- una sustancia infecciosa – sale del cuerpo.