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Después de revisar cerca de 50 mil resonancias cerebrales, investigadores de todo el mundo identificaron claves puntuales que podrían explicarnos mejor la relación entre la atrofia cerebral y el envejecimiento.
De manera más específica, el artículo, publicado el pasado 15 de agosto en la revista especializada Nature, tardó más de 8 años en desarrollarse y tuvo un arduo trabajo de recolección de datos.
En una entrevista con Nature, uno de sus autores, Andrei Irima, gerontólogo de la Universidad de los Ángeles (Estados Unidos), explicó que la novedad del reciente estudio está en que, si bien se tenía la certeza del cambio que experimenta la anatomía cerebral a medida que una persona envejece, todavía no se comprenden muchos factores de riesgo que podrían intervenir en esa interacción.
Para profundizar más en ese vacío, y a partir de un método de aprendizaje profundo llamado Surreal-GAN -creado por el primer autor del estudio, Zhijian Yang-, el equipo de investigadores desarrolló un algoritmo que tuvo en cuenta 1.150 resonancias magnéticas de personas sanas, entre los 20 y 49 años, junto a otras 8.922 que correspondían a adultos mayores con deterioro cognitivo.
Cuando el algoritmo aprendió a identificar patrones comunes, los investigadores lo aplicaron en cerca de 50 mil resonancias magnéticas de personas que ya habían participado en estudios previos sobre envejecimiento. El resultado arrojó cinco patrones diferentes de degeneración cerebral relacionados con ciertos hábitos o condiciones de salud, como beber alcohol o fumar. Otros aspectos genéticos y bioquímicos también tienen influencia.
En el artículo también se lee que los cinco patrones permiten predecir la progresión de enfermedades y la mortalidad, capturando cambios tempranos como marcadores pronósticos adicionales. “Estos índices ofrecen un enfoque dimensional para medir trayectorias de envejecimiento y cambios cerebrales relacionados, con potencial para diagnósticos precisos y manejo personalizado de pacientes, especialmente en etapas preclínicas”, puntualizaron los autores en el resumen del texto.
Christos Davatzikos, especialista en imágenes biomédicas de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia, le explicó también a Nature que otro de los grandes hallazgos de la investigación fue corroborar cómo la salud física general puede afectar la salud cerebral. Esto significa que, si otros sistemas de nuestro cuerpo están funcionando mal, los impactos negativos también se reflejarían en nuestro cerebro.
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