“Lo que pasa con algunos pueblos indígenas es tan trágico como lo que sucedió en la Conquista”
El nuevo libro del profesor Carl Langebaek, PhD en antropología, enfrenta los mitos más comunes sobre la Colonia que se siguen contando en el siglo XXI. “Conquistadores e indios” será presentado el 29 de abril en la Feria del Libro de Bogotá. El Espectador habló con él.
María Paula Lizarazo
Los últimos libros de Carl Henri Langebaek se han convertido en una referencia de divulgación de las ciencias sociales en Colombia. Con Antes de Colombia. Los primeros 14.000 años y Los muiscas. La historia milenaria de un pueblo chibcha, que abordaban lo que pasó en el país antes de la conquista española, concluye que nunca se escribe sobre el pasado, sino sobre el presente.
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Los últimos libros de Carl Henri Langebaek se han convertido en una referencia de divulgación de las ciencias sociales en Colombia. Con Antes de Colombia. Los primeros 14.000 años y Los muiscas. La historia milenaria de un pueblo chibcha, que abordaban lo que pasó en el país antes de la conquista española, concluye que nunca se escribe sobre el pasado, sino sobre el presente.
Langebaek es profesor de la Universidad de los Andes y PhD en antropología por la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos. Habla desde el estudio de su casa, y con decenas de obras de fondo, sobre su último libro, Conquistadores e indios. La historia no contada, que presentará en la Filbo el 29 de abril. En esta ocasión pone sobre la mesa los mitos que perviven sobre lo que ocurrió en América después de 1492: estereotipos entre victimarios y víctimas, que los pobladores de América creyeron que los españoles eran dioses o que las enfermedades que trajeron de Europa, junto a las armas, fueron fundamentales para el dominio del territorio, entre otros.
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No concibe que en Colombia veamos con mayor escándalo los siglos de la Colonia que las realidades que hoy en día viven pueblos indígenas, como, por ejemplo, los nukaks. Tras varios años de enseñar etnografía en la U. de los Andes, asegura que “la conquista, que nunca paró en realidad, nos sirve a nosotros para reflexionar sobre la sociedad que estamos creando”, y que varias noticias que publicamos los periódicos hoy en día parecen titulares del año 1500.
Menciona que uno de los mitos más comunes es lo que se cree sobre los españoles y los “indios”. ¿Por qué ha sido algo difícil de cambiar?
“Indio” ya de entrada es un concepto colonial que no tenía nada que ver con la realidad de unos pueblos absolutamente distintos que encontraron, sobre todo, en el trópico.
Seguimos viendo este tema (de la Colonia) desde la mentalidad de que el conquistador es mala persona, pero en el fondo son los valores que compartimos porque todos nos queremos enriquecer. En cambio el indígena es un ser bueno, pero irracional: con ellos solamente hay dos posibilidades, o son ángeles o son brutos, porque de otra manera no podemos entender la forma como reaccionaron ante la conquista. Y resulta que los indígenas tuvieron una capacidad de reacción mucho más grande de lo que la gente cree y mucho más efectiva porque los indígenas siguen estando ahí. Nuestra sociedad valora el cambio positivamente, pero si los indígenas cambian, entonces “están perdiendo su cultura”. Los hemos reducido a tal grado de no ser sujetos de su propia historia que cualquier cambio que tengan nos parece negativo. Creo que detrás de eso lo que hay es una manera de ver el mundo muy tribal, muy basada en los valores del conquistador, y lo que quiero decir también es que cuando decimos que los españoles nos conquistaron y que qué horror ese año, 1492, se nos olvida lo que pasa hoy: somos testigos de cosas tan violentas como las de la conquista. Y es mucho más fácil sentirse víctima. Lo difícil es decir que lo que sigue pasando con algunos pueblos indígenas en Colombia es tan trágico como lo que sucedió durante la conquista.
¿Por qué revisar la historia y lo que pasó en el siglo XVI nos sirve para tratar de entender el presente?
Creo que hay varias lecciones. Una es tratar de entender, en contra de lo que dicen ciertas doctrinas, que los humanos tenemos una cosa que se llama diferencia cultural y que la diferencia cultural sí es muy importante, es decir, cuando decimos: “A los indígenas los engañaban porque les daban unas tijeritas y a cambio de las tijeritas o los espejitos daban oro”, estamos demostrando nuestra incapacidad de entender que para el indígena eso no era verdad, no era bobo, pues estaba recibiendo eso por unas razones muy específicas. La primera lección para los colombianos de hoy es que la diferencia cultural no es un invento. No puedes ir a La Guajira a tratar de resolver el problema de hambre en las comunidades wayuus sin entender que es una cultura que piensa distinto.
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La otra gran preocupación es que las identidades son fluidas, se inventan, se mueven, no son cajitas en las que la gente tiene que estar metida toda la vida, y es muy importante tender puentes entre esas diferencias culturales. Esa lección para nosotros es importante, porque el mundo se puede volver muy peligroso cuando las identidades se cierran, cuando no hay eso que incluso hubo durante la conquista: conquistadores que se casaron con mujeres indígenas, las reconocieron, las defendieron, tuvieron hijos mestizos, pidieron que fueran sus descendientes. Otra es que la sociedad colombiana cree que el concepto de reparación lleva 20 años: resulta que en sus testamentos algunos españoles piden dar parte de sus riquezas a las comunidades indígenas.
Una de las tesis del libro es que el “lucro” contribuyó a la expansión de la conquista. ¿Hoy en día cómo se ha transformado esta idea?
La sociedad española entiende que el lucro es aceptable, aunque todavía es pecado. Hay que entender que no es el lucro de hoy que es desbordado y rompe todas las fronteras políticas y sociales. El español del siglo XVI sí quería lucrarse, pero sabía que era pecado y que en el “más allá” iba a pagar por eso. Mientras que para el indígena entregar el oro no era entregar ninguna riqueza porque no existía ese concepto. El otro día estaba viendo imágenes de ríos contaminados por minería con mercurio y lo que está detrás de eso es lucro, y está conquistando todavía nuevos territorios, probablemente afectando a un montón de gente. Uno ve el desastre ambiental, pero no necesariamente el desastre social y, claro, el lucro se vuelve una cosa que motiva mucho, y era un motor de la conquista: la promesa del lucro, que en el 99 % de los casos no se cumplió, era suficiente para que la gente llegara y emprendiera nuevas expediciones. Por cada expedición exitosa hubo decenas que fracasaban. Hoy eso es lo que expande la frontera agrícola, lo que hace que aumente esta minería.
¿Todavía podemos hablar de una continuidad del término “colonización”?
Sí. Creo que para los nukaks fue completamente independiente si los que llegaron eran españoles o colombianos. Creo que se les vino un mundo encima que fue tan colonizador en manos de los españoles o en manos de nosotros. Es un proceso que sigue.
En los últimos años, el derribo de estatuas en Colombia en las manifestaciones ha causado varias discusiones que giran alrededor de la conquista. ¿Cuál es su lectura de esto?
Hay que pensar en quiénes hicieron las estatuas de, por ejemplo, Jiménez de Quesada. Los españoles no fueron, la corona odiaba a los conquistadores porque eran un problema para gobernar. Entonces la corona nunca levantó una estatua en el siglo XVI ni a Colón ni a Jiménez de Quesada. Fueron los colombianos en el siglo XIX, muy especialmente para el cuarto centenario, la mayoría de estas estatuas son de 1890 y pico, cuando glorificamos la lengua española, los valores latino, las gestas heroicas de los conquistadores.
Sin embargo, me gustó mucho la actitud del cabildo en Bogotá, que fue que se tumbó la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada de la Avenida Jiménez, pero hicieron una ceremonia de limpieza y perdón. Le dieron un giro a este simbolismo muy especial porque una de las cosas que introduce la conquista es esta visión entre buenos y malos, y la bondad y la maldad no están tan nítidamente distribuidas. Entonces, creo que hay un mensaje muy bonito de esa comunidad.
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Sobre la selva amazónica hay varios tipos de miradas. Entre estas se resalta su importancia frente al cambio climático, pero también se ve como un lugar inhóspito en donde, en realidad, viven millones de personas. ¿Cómo podemos empezar a tener miradas más amplias y complejas de la Amazonia?
Hay trabajos que muestran que el Amazonas es un medio profundamente intervenido por las sociedades indígenas. El Amazonas no es un Amazonas intocado por los humanos. Los humanos llevan por lo menos 14 mil años viviendo allí, haciendo profundas transformaciones. Han alterado la distribución de plantas y de palmas, y han creado ambientes que son humanos, porque cuando ves eso tan verde y tan diverso pensamos que nunca lo han tocado los humanos, porque seguimos teniendo valores que hacen ver la agricultura como si fuera sembrar un territorio con una sola especie, en hileras ordenadas, cosa es que en el trópico es una tragedia, en la mayoría de los casos. Tumbas el Amazonas y el costo ambiental es violento.
Creo que los colombianos no lo entendemos muy bien, porque todavía tenemos una visión de la naturaleza fértil y, si es fértil, pues tumbe y tendrá cosechas. Y ese alejamiento de la naturaleza es producto de una visión colonizada.
La otra cosa que nos ha producido el Amazonas es que tendemos a ver el trópico como si fuera el Amazonas. Todo el territorio colombiano es trópico. El desierto de La Guajira es trópico, el páramo es trópico, la sabana de Bogotá nos puede parecer un paisaje completamente no tropical, pero es absolutamente tropical. Todo el país es tropical y es un medio que no entendemos y que queremos desarrollar como si fuera otra cosa.
¿En las discusiones globales sobre el cambio climático se puede caer en dinámicas o en discursos colonialistas?
Sí, porque también es un discurso muy fácil. Y a veces hay que tener en cuenta que hay una gran diferencia entre el discurso y la realidad. La realidad va por un camino, el discurso va por el otro. Y creo que es muy fácil caer en discursos relativamente simplistas sobre regiones como el Amazonas. Pensamos que hay ciudades en los Andes y problema ambiental en el Amazonas. No. El problema lo tenemos por todos lados.
También la idea de la naturaleza supuestamente prístina se presta para discursos políticos fáciles. La pregunta es, ¿eso les ha servido a las comunidades indígenas o ha servido para la preservación? Supongo que a veces sí y a veces no, pero el balance ciertamente no es tan dulce como uno podría pensar.
Creo que la lección de cómo los indígenas aprovecharon el Amazonas y otras regiones del país es que hay que entender que vivimos en el trópico. Tenemos que idear formas de hacer las cosas diferentes.