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Los dragones de Komodo, que llegan a medir entre dos y tres metros, y pueden pesar hasta 80 kilogramos, son el mayor lagarto del mundo. Si bien desde hace décadas los científicos saben que los reptiles tienen algo de hierro en los dientes, un reciente descubrimiento sobre los dientes de los dragones de Komodo abre las puertas para entender cómo hacían para comer los dinosaurios hace millones de años.
A simple vista, dice un grupo de investigadores del King’s College de Londres, estos animales tienen dientes afilados y curvados, lo que les permite comer desde pequeños reptiles y aves, hasta ciervos, caballos y búfalos de agua.
Sin embargo, como explican en un reciente artículo publicado en la revista científica Nature ecology & evolution, a diferencia de los cocodrilos y otros lagartos, que tienen tan poco hierro que suele ser invisible, los dragones de Komodo concentran considerables cantidades de este mineral en los bordes cortantes y las puntas de los dientes.
A esta conclusión llegaron luego de analizar la composición química y estructural de los restos de estos animales, así como a Ganas, un dragón de Komodo que vive hace 15 años en un zoológico de Londres. “Esta capa protectora mantiene los bordes dentados de los dientes afilados y listos para ser utilizados en cualquier momento”, explican los científicos.
Pero, ¿qué tienen que ver los dientes de estos animales con los dinosaurios? Así lo explica Aaron LeBlanc, profesor de Biociencias Dentales del King’s College de Londres y autor principal del estudio: “Los dragones de Komodo tienen dientes curvados y dentados para desgarrar a sus presas, como los de los dinosaurios carnívoros. Queremos aprovechar esta similitud para saber más sobre cómo se alimentaban los dinosaurios carnívoros y si utilizaban el hierro en sus dientes del mismo modo que el dragón de Komodo”.
Sin embargo, advierte LeBlanc, con la tecnología actual no es posible determinar si los dientes fosilizados de los dinosaurios tienen o no altos niveles de hierro. “Creemos que los cambios químicos que se producen durante el proceso de fosilización ocultan la cantidad de hierro que había en un principio”, precisó el científico.
A pesar de esto, sí han podido establecer una coincidencia entre los dinosaurios y los dragones de Komodo: así como lo hacían los tiranosaurios, el mayor lagarto del mundo altera la química de sus dientes para mantener un filo cortante.
Pese a las limitaciones, LeBlanc es optimista de que, con nuevos análisis, se puedan encontrar otros marcadores en el recubrimiento de hierro que no se modificaron con la fosilización. “Con marcadores así sabríamos con certeza si los dinosaurios también tenían dientes recubiertos de hierro y tendríamos un mayor conocimiento de estos feroces depredadores”, concluyó el investigador.
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