Los esfuerzos para proteger el café colombiano de El Niño y el cambio climático
El café, sustento de más de 555 mil familias en el país, está enfrentando desafíos debido a diversos fenómenos climáticos. Sin embargo, los científicos tienen varios planes para que los productores puedan mantener su producción en medio de las condiciones adversas del futuro.
Fernan Fortich
El café es uno de los productos insignia del país. Cada día más de dos billones de personas toman café, esa infusión amarga de granos que otorga el efecto estimulante de la cafeína y que es el sustento de 555.692 familias colombianas. Su industria emplea a 125 millones de personas a nivel global, que recogen, lavan, despulpan, secan, tuestan y distribuyen los frutos para su consumo.
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El café es uno de los productos insignia del país. Cada día más de dos billones de personas toman café, esa infusión amarga de granos que otorga el efecto estimulante de la cafeína y que es el sustento de 555.692 familias colombianas. Su industria emplea a 125 millones de personas a nivel global, que recogen, lavan, despulpan, secan, tuestan y distribuyen los frutos para su consumo.
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Sin embargo, el producto y su calidad enfrentan algunos riesgos por los cambios que experimenta el planeta, lo que significaría una menor producción y más dolores de cabeza para los caficultores.
El Centro Nacional de Investigaciones de Café (Cenicafé) de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) han realizado varios estudios para cuantificar cómo se ha perdido la zona cafetera a lo largo del tiempo. “Hemos encontrado que las razones están relacionadas con el cambio en el uso del suelo y con la menor disponibilidad en la mano de obra. Las zonas que pueden ser más afectadas por el cambio climático son las que están por debajo de los 1.200 msnm, no solo por las mayores temperaturas, sino porque es más difícil manejar la plaga de la broca”, expresa Álvaro Gaitán, director del Centro.
Aunque la pérdida de cultivo por el cambio climático todavía no es una realidad, desde países vecinos ya llegan alertas. Así lo reveló un estudio publicado a finales de enero de 2024 en la revista Science of The Total Enviroment. Para finales de siglo, en el caso de Brasil —el principal productor de café del mundo—, entre el 35 y el 75 % del suelo utilizado para cultivos de arábica —la especie responsable del 70 % de la producción mundial de café y la única que produce Colombia— podría volverse inhóspito para su desarrollo, según nuevas previsiones del clima en el futuro.
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Como explica Cássia Gabriele Dias, meteoróloga e investigadora de la Universidad Federal de Itajubá quien lidera el estudio aún en curso, las principales vulnerabilidades de las plantaciones de café Arábica se derivan de las pérdidas de rendimiento causadas por las sequías (estrés hídrico y térmico) así como una mayor susceptibilidad a las plagas minadoras de las hojas y a la enfermedad de la roya.
“La amenaza que suponen las plagas persistirá en climas futuros, impulsada por temperaturas elevadas y una humedad relativa reducida. Estas condiciones pueden provocar una reducción del periodo de incubación y un aumento potencial de la gravedad de las infestaciones. Además, pueden exacerbar los niveles de infestación causados por el minador de la hoja del café, dando lugar a múltiples generaciones por año o a generaciones superpuestas”, indica la investigadora.
Si bien el 2100 parece una fecha lejana, los retos que enfrentan estos cultivos por temas relacionados con el clima son más que reales y presentes en Colombia. Como explica Gaitán, hay otros factores asociados: “los últimos tres años representaron una gran cantidad de lluvias, y por ende menos luz y más agua, lo que afectó el comportamiento de las raíces y favoreció condiciones para dispersión de enfermedades como la roya. Aunque fue mucho menor a años anteriores, aun así significó perder el 8 % de las cosechas a nivel nacional por el fenómeno de La Niña en 2023″.
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Las complicaciones climáticas se dan por cuenta del cambio climático (aumento de la temperatura de la tierra) y por los fenómenos de variabilidad climática que afectan el patrón de lluvias, sea por exceso (La Niña) o escasez (El Niño).
A pesar de que los científicos conocen los procesos que estarían detrás de estos cambios, en muchas ocasiones es difícil cuantificar su alcance y sus efectos. Para esto se necesita, de alguna manera, predecir lo que ocurrirá en el futuro.
Simulando el futuro (extremo) del café
Para entender las complejidades y susceptibilidades que enfrentará el café colombiano en el futuro, primero hay que entender su origen. A pesar de ser uno de los granos y los cultivos más extendidos en el planeta, el cafeto (Coffea) es una planta exótica nativa de África y Asia que fue descrita a detalle por primera vez y oficialmente en un grabado en 1716 en el libro ‘Voyage de l’Arabie Heureuse’ del francés Jean de La Roque.
De este estatus, pasó a ser uno de productos agrícolas más valiosos del mundo y sé apoderó —con el paso de los siglos— de tierras y de montañas enteras entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. Es únicamente en el trópico en donde las principales especies de café se desarrollan en condiciones que permiten la estabilidad del suministro global y la producción de granos.
Hay dos variedades de café: la robusta y arábica. La primera se caracteriza por ser amarga, cultivarse en bajas alturas, ser más resistente y ser recogida de manera automatizada. Mientras que la arábica es de mayor calidad y complejidad en sus notas, se produce a mayor altura y debe recogerse a mano. Sobre esta última se basa el estudio publicado en Science of The Total Enviroment.
“La situación es que el clima está cambiando a un ritmo que no le permite a los organismos adaptarse, por lo que esas condiciones en las que los cultivos funcionan bien están modificándose, y es ahí donde empezamos a tener problemas”, explica Carolina Murcia, bióloga conservacionista e investigadoras de la Universidad Javeriana. En el caso de la especie arábica, una de las más apetecidas por su sabor, esta necesita temperaturas entre los 18 y 23 grados, y alrededor de tres meses de lluvias.
Por esta susceptibilidad, analizar el clima, y sus variaciones es clave para el proceso del cultivo del café en Colombia, en particular tras eventos desastrosos como la aparición de plagas como la roya, tal como ocurrió entre 2008 y 2010, en la que se perdió, según cifras de la Federación Nacional de Cafeteros, entre el 40 y 45 % de la producción colombiana.
“Una pregunta que nos hacemos todos es ¿cómo va a cambiar las condiciones de cultivo del café en Colombia? Para esto, se ha desarrollado, en alianza con el Ideam, modelos climáticos que consisten en algoritmos y cálculos que nos ofrecen la posibilidad de generar escenarios en el futuro donde puedan cambiar las temperaturas y por ende la productividad”, indica Gaitán, director de Cenicafé, que cuenta con 120 estaciones meteorológicas en el territorio nacional. Gracias a ellas, han tomado datos del comportamiento del clima en los últimos 72 años.
La situación no es sencilla. De acuerdo con el centro de investigación, se han detectado más precipitaciones en las zonas cafeteras, pero esto es solo el inicio. “La verdad es que es complicado, especialmente porque Colombia tiene una geografía muy compleja. Lo que vemos por el momento es que son escenarios contrastantes, mientras en algunos casos hay regiones que pareciera que tendrían un aumento en la temperatura de un grado y medio, pero en otros sitios también vemos que puede haber alguna disminución de la temperatura”, indica el director de Cenicafé.
Una investigación publicada en 2022, que analizó, a través de modelos de predicción climática, los impactos del calentamiento global en tres tipos de cultivos (café, maní y aguacate), encontró que el área disponible para los cultivos cafeteros podría reducirse drásticamente para 2050.
De acuerdo con tres proyecciones de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), la aptitud de los terrenos disminuiría entre un 43 y un 58 %. “Además, en comparación con el maní y el aguacate, el cambio climático tiene el mayor impacto negativo en las regiones cafeteras actualmente aptas, debido a su mayor susceptibilidad a las altas temperaturas”, concluyeron los autores del estudio.
A pesar del desarrollo de nuevos modelos para predecir el clima, hay cosas que aún no se saben sobre los impactos del aumento de las temperaturas en los cultivos. “No sabemos hasta qué punto el dióxido de carbono (CO₂) puede beneficiar al café arábica y minimizar los efectos previstos de las altas temperaturas y la escasez de agua”, dice Cássia Dias, investigadora de la Universidad de Universidad Federal de Itajubá (Brasil). Aun así, desde Cenicafé han evidenciado que el estrés hídrico aumenta la productividad de la planta, pues cuando llueve luego de la sequía, ellas interpretan que ese es su momento para reproducirse. Aunque la calidad puede ponerse en riesgo.
“Es importante señalar que los cultivos con un suministro suficiente de agua y nutrientes muestran una mayor resistencia a plagas y enfermedades y pueden beneficiarse potencialmente de concentraciones elevadas de CO₂ en la atmósfera, como indican los resultados preliminares de nuestro estudio en curso”, añade la investigadora Dias.
¿Qué se está haciendo?
Para adaptarse a estos retos, los productores y los gremios cafeteros están tomando decisiones para mitigar los efectos de un mundo en el que aumentan las temperaturas y cambian los patrones del clima. Una es explorar nuevas zonas, como lo están haciendo algunos agricultores en Etiopía —país del que es originario el café—. Han decidido mover sus plantaciones 600 metros más arriba en búsqueda de climas más templados, teniendo en cuenta que por cada 100 metros que se suba por encima del nivel del mar las temperaturas disminuyen 0.7 grados.
En el caso de Colombia sí se están viendo cultivos en zonas en las que no se había registrado antes, pero, como explica Álvaro Gaitán, director de Cenicafé, “no podemos hablar de que sea un cambio por culpa de cambio climático, sino por el precio de la tierra y la mano de obra en ciertas zonas con mayor altitud. Entonces, ya se está moviendo un poco, pero esto tiene su límite, pues son zonas que ya empiezan a colindar con reservas de la nación en donde no se puede cultivar café”.
En Colombia, como detalla Luis Samper, consultor internacional en temas cafeteros, se han desarrollado sistemas para aumentar el sombrío (plantar árboles para que cubran los cafetales del sol y la lluvia) en las zonas y hacer un cambio hacia nuevas variedades más resistentes al cambiante clima en el planeta.
“La agricultura es de por sí una actividad riesgosa, pero cuando tú tienes una variabilidad más frecuente y más intensa, la exposición al riesgo es mayor. Para adaptarnos y mitigar estas susceptibilidades se están desarrollando estrategias que consisten en aumentar el sombrío disponible para los cultivos, y también el desarrollo de variedades que se comporten mejor en situaciones de mayor temperatura o de variabilidad climática más intensa o más frecuente”, detalla Samper.
Según Cenicafé hay avances esperanzadores con la transición en los cultivos colombianos que ahora están componiendo en un 85 % variedades resistentes a los cambios del clima y las plagas, lo que ha resultado en un ahorro en más de 230 millones de dólares en los últimos diez años en el uso de fungicida, así como un menor impacto ambiental de este tipo de cultivos.
“Por fortuna para el café existe la opción de generar nuevas variedades o moverse en el peor de los casos. Pero los microorganismos y los insectos, de los que depende de la fecundidad del suelo, no tienen esa opción. También hay que ponerles atención ante el aumento de las temperaturas”, concluye Carolina Murcia, bióloga conservacionista e investigadora de la Universidad Javeriana. “Lo única solución racional para conservar el café y todo su entorno es tener una relación más sana con el ambiente y hacernos responsables de los cambios que estamos viendo en el mundo”.
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