Los grabados en roca de hace 2.000 años que están siendo descifrados en Antioquia
Támesis, Antioquia, es el pueblo con mayor número de petroglifos en Colombia, unos grabados en piedra que fueron tallados hace más de 2.000 años por comunidades prehispánicas. Un grupo de investigadores publicó un diccionario en el que se explica el significado de 30 de ellos, teniendo en cuenta una perspectiva hasta ahora relegada: la de los indígenas Emberá chamí.
Luisa Fernanda Orozco
Támesis, Antioquia, es el municipio con mayor cantidad de petroglifos por kilómetro cuadrado de Colombia. Son figuras talladas en roca por civilizaciones prehispánicas hace más de 2.000 años, consideradas Patrimonio Histórico de nuestro país. Desde su identificación oficial entre 1944 y 1956, han evocado preguntas como: ¿Por qué se crearon? ¿A qué se debe su ubicación? E, incluso, ¿qué significan? En un intento por responder esta última, un equipo de investigación publicó un diccionario en el que se definen 30 de ellos según la cultura de uno de los 115 pueblos indígenas reconocidos por el DANE: los Emberá chamí.
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Támesis, Antioquia, es el municipio con mayor cantidad de petroglifos por kilómetro cuadrado de Colombia. Son figuras talladas en roca por civilizaciones prehispánicas hace más de 2.000 años, consideradas Patrimonio Histórico de nuestro país. Desde su identificación oficial entre 1944 y 1956, han evocado preguntas como: ¿Por qué se crearon? ¿A qué se debe su ubicación? E, incluso, ¿qué significan? En un intento por responder esta última, un equipo de investigación publicó un diccionario en el que se definen 30 de ellos según la cultura de uno de los 115 pueblos indígenas reconocidos por el DANE: los Emberá chamí.
En Támesis, los petroglifos pueden verse en diversos lugares: desde rocas ocultas en la montaña, de difícil ubicación, hasta fincas que hacen parte de lotes privados. Investigadores como la doctora Alba Nelly Gómez, decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia (UdeA), han dedicado toda su trayectoria académica a investigarlos. De hecho, Gómez publicó un libro en 2015 en el que mapea 93 rocas con 600 petroglifos registrados en el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), aunque, como lo contamos en su momento en estas páginas, se ha especulado que ese número podría ser mucho mayor, con 120 rocas y más de 1.000 grabados.
Uno de los autores del reciente diccionario, John Esteban Ardila, periodista y magíster en Políticas Públicas, explica que, aunque los habitantes de Támesis saben que los petroglifos existen, desconocen el significado de su simbología, lo que, en palabras de Ardila, podría restarles importancia. “La mayoría de ellos tenían la etiqueta científica que la profesora Gómez les había dado en su inventario. Por ejemplo, “Roca 1″ o “Roca 2″. Lo que nosotros quisimos hacer fue definir algunos de ellos, explicarlos”, cuenta Ardila.
La idea surgió luego de que otro de los autores del diccionario, Juan Pablo Arteaga, politólogo y candidato a magíster en Sostenibilidad, conversara con Cristian Zapata Certiga, reconocido como sabedor del resguardo Emberá Chamí en Támesis, llamado “La Mirla”. “Un día, charlando con Cristian, le manifesté mi frustración por no conocer el significado de los petroglifos, tan importantes para la preservación histórica y cultural del municipio. Pero él me respondió que los integrantes de su comunidad sí tenían unos significados establecidos que habían pasado de generación en generación. Ahí fue cuando consideramos necesario hacer el diccionario”, dice Arteaga. Ardila concuerda. En sus palabras, se trata de un reconocimiento a la tradición ancestral Emberá chamí.
A partir de ahí, según cuentan Ardila y Arteaga, nació la idea de crear el diccionario. Se presentaron a una convocatoria de estímulos del Ministerio de Cultura y, tras ganarla, recibieron los fondos para comenzar con la creación en mayo de 2024. El primer paso fue, con la ayuda de Zapata, convocar entre 25 y 30 personas del resguardo La Mirla para conformar grupos focales. “Había personas de todas las edades: desde jóvenes, hasta médicos ancestrales de la comunidad”, cuenta Ardila. La idea era que, a partir de unas fichas en las que se mostraban los petroglifos, se comentaran los significados que cada integrante ya conocía, según lo que habían aprendido de la tradición de sus propios linajes.
Arteaga que fue la comunidad misma la que escogió los 30 petroglifos, pues eran los más significativos para ellos. “Eran con los que más se identificaban: desde figuras que tenían en sus hogares, hasta marcaciones que tenían en el cuerpo”, dice.
En la mayoría de interpretaciones, según Ardila, se llegó a un consenso, pero en otras no. Por ejemplo, uno de los petroglifos, nombrado “Transición” (figura verde que está en la imagen), fue interpretado por las mujeres de la comunidad como una alusión al ciclo menstrual, mientras los hombres lo consideraban una figura que representaba los tres mundos del pueblo Emberá Chamí: el astral, donde habitan los seres del cielo; el terrenal, donde están las plantas, animales y humanos; y el de las rocas, donde habitan los espíritus debajo de la tierra. “Estos mundos se conectan a través de los cuatro elementos esenciales de la naturaleza: el agua, el aire, la tierra y el fuego, representados en muchos petroglifos en forma de rombo”, se lee en el diccionario.
Además, Zapata explica que, para los integrantes de esa comunidad, las rocas son sagradas, pues representan seres ancestrales. Arteaga lo pone en perspectiva: “para nosotros, las rocas son objetos inertes, sin vida, y para los Emberá son espíritus con los que se debe tener mucho cuidado y respeto”, dice. Arteaga complementa y recuerda que, en su descubrimiento a mediados del siglo XX, se desconocía ese sentido espiritual que tenían los grabados.
Para la realización del diccionario, los investigadores realizaron una línea de tiempo recopilando cómo había sido el descubrimiento de los petroglifos: en 1885, por ejemplo, el político e intelectual Manuel Uribe Ángel hizo alusión por primera vez a la posibilidad de que existieran rocas grabadas en Támesis: “Se dice que hay en el distrito de Támesis grandes rocas con grabados que representan figuras humanas, obras atribuidas a los habitantes primitivos, pero están ya tan confusas que con dificultad pueden ser percibidas”. Luego, entre 1944 y 1956, el profesor Graciliano Arcila Vélez identificó a 40 de ellos y los clasificó en tres categorías: figuras geométricas, figuras antropomorfas, y figuras zoomorfas.
En 1998, la Universidad de Antioquia realizó un segundo registro con 34 rocas más y 304 grabados. Ahí comenzó la hipótesis de que la ubicación de las figuras era de importancia para el pueblo indígena, con componentes religiosos. Pero uno de los hitos más significativos es la creación, en 2013, del Museo Arqueológico en Cartama, Támesis, como una iniciativa para preservar el patrimonio del municipio.
Un recorrido por las culturas
Ardila y Arteaga hacen énfasis en que el diccionario es mucho más que un simple símbolo-significado. Por eso, el libro es un recorrido por la cultura indígena de los Emberá chamí, comenzando por los elementos fundamentales de su cosmovisión, que, además de los tres mundos y los cuatro elementos, se componen por símbolos como el Sol -que es el padre del cielo y del mundo astral-, y el cordón umbilical -que, para ellos, es el sentido de la vida-.
Uno de los petroglifos más importantes, según Ardila, es el del “Jaibaná”, la figura del sabio reconocida entre el pueblo por ser quien tiene la capacidad para conectar los mundos. En el diccionario, se lee que su significado es “médico ancestral que conecta a los humanos con lo sagrado y lo sobrenatural para prevenir o curar las enfermedades del territorio, el cuerpo y el espíritu”.
Del Jaibaná también están conectados otros petroglifos, como “Gestación”, cuya definición son las mujeres como creadoras de la vida y del territorio (figura roja), y “Pensamientos diversos”, que representa la diversidad de culturas que habitan el universo.
El lanzamiento del diccionario fue el pasado 16 de noviembre en la Feria del Libro de Támesis, en la casa de la cultura del municipio. Se entregaron 1.400 ejemplares escritos en español y emberá.
Sin embargo, Ardila y Arteaga aceptan que hubo un choque con lo académico. “Hemos tenido desencuentros porque ciertos sectores no han visto con buenos ojos la inclusión del pueblo indígena en la metodología investigativa. A pesar de eso, hemos logrado dialogar, y nosotros creemos que es fundamental trabajar de la mano de los Emberá chamí porque, al fin y al cabo, se trata de su cultura. ¿Quiénes mejor que ellos para contarnos los significados de sus propios símbolos?”, dice Arteaga.
Además, en palabras de Ardila, la discusión debería centrarse en lo que todavía nos falta por conocer sobre los petroglifos. Tal vez la pregunta más fundamental continúa siendo por qué fueron tallados en las rocas en primer lugar. Los trabajos investigativos de la doctora Gómez apuntan a varias teorías: que los indígenas los crearon como puntos ceremoniales y de vivienda.
Otras hipótesis señalan que, en el periodo prehispánico, se usaban para reconocer los sitios cercanos a las cuencas de agua. Ardila y Arteaga también recuerdan que gran parte de las rocas concuerdan con un calendario donde los pobladores de aquel tiempo podrían marcar el equinoccio de junio. “Pero todavía falta mucha más investigación para estar seguros”, dice Arteaga. Por ahora, el equipo de investigación del diccionario está trabajando para que en el Museo Cartama, en Támesis, se abra un espacio únicamente dedicado para hablar de petroglifos.