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Los humanos y otros vertebrados tenemos la capacidad de distinguir diferentes sabores. Algunos dicen que son cinco, otros dicen que seis, e incluso hay quienes agregan un par más. Lo cierto es que los básicos que hemos aprendido son dulce, salado, ácido y amargo.
Sobre este último, los científicos explican que es posible distinguirlo gracias a dos receptores gustativos, o T2R, que son proteínas que transmiten información gustativa al cerebro. Esta capacidad puede ser más antigua de lo que se creía, de acuerdo con un nuevo estudio realizado por investigadores de la Academia Nacional de Ciencias, de Estados Unidos. (Lea: ‘Homo naledi’, al parecer, no enterraba a sus muertos, como se había afirmado)
De acuerdo con la investigación, la capacidad de distinguir el sabor amargo se dio hace 460 millones de años, aproximadamente, cuando los tiburones y otros peces cartilaginosos se separaron de los vertebrados óseos como nosotros. Esto fue posible concluirlo luego de que los investigadores identificaran el receptor del sabor amargo en un par de especies de tiburones.
“Dada la rapidez con la que cambian los receptores del gusto, que este receptor se haya conservado durante 460 millones de años, es bastante sorprendente”, afirmó a la revista Science, Craig Montell, neurobiólogo de la Universidad de California en Santa Bárbara, quien no participó en el estudio.
El grupo de científicos revisó el origen evolutivo de los receptores gustativos 2 (T2R) utilizando una multitud de genomas de peces cartilaginosos. “Hemos identificado un T2R singular en doce especies de peces cartilaginosos (nueve tiburones, un pez sierra y dos rayas)”, afirman en el documento publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS). (Lea: Crean un robot con IA que podría producir oxígeno a partir de piedras en Marte)
Estas especies tienen receptores del olfato estrechamente relacionados con los receptores del gusto amargo. Como nunca se había identificado en estos animales, muchos suponían que estos receptores habían evolucionado después de que el linaje de estas especies se separara de los vertebrados óseos.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores examinaron 17 genomas de varias especies de tiburones, rayas y peces sierra. Doce de ellos tenían genes que codificaban receptores gustativos similares a los T2R, a los que denominaron T2R1.
En el laboratorio, los investigadores implantaron genes para estos receptores de dos de las especies (tiburones bambú y tiburón gato) en células de riñón humano y luego las expusieron a 94 sustancias amargas como resveratrol, que se encuentra en alimentos como las uvas, el maní y los arándanos, y la amarogentina, un compuesto de la planta de genciana considerada uno de los sabores más astringentes.