Más de mil millones de aves mueren al chocar con edificios o casas, solo en EE. UU.
Las aves no entienden el vidrio y no conocen ni aprenden estas señales visuales. Presumiblemente, escriben los investigadores, las aves perciben la imagen reflejada en el vidrio o vista a través del vidrio como hábitat potencial o espacio abierto, especialmente cielo abierto, o vegetación.
Las colisiones con edificios o casas en las ciudades son una de las principales causas de muerte de aves en los Estados Unidos y en el mundo. De hecho, 25 ciudades o Estados de ese país han aprobado leyes que requieren que los edificios nuevos sean amigables con las aves. Hasta ahora, sin embargo, no había una estimación reciente y confiable de cuantas aves mueren en choques de este tipo.
Una investigación publicada en PLOS estima que las colisiones con edificios matan entre 365 millones y mil millones de aves al año, solo en los Estados Unidos. Es imposible saber con toda certeza cuántas aves chocan contra edificios, sobreviven y se van volando sin intervención, y mucho menos qué pasa con ellas más tarde, advierten los investigadores. Los casos más cercanos y disponibles para observar lo que les sucede a las aves que no mueren al impactar, son aquellas que son llevadas a rehabilitadores de vida silvestre. Es precisamente sobre los datos de estos rehabilitadores, que los científicos construyen este estudio y sus cifras.
Las colisiones, explican, ocurren tanto en edificios de varios pisos como en casas individuales y en áreas urbanas y rurales de Estados Unidos. En ese país, las colisiones durante la migración de otoño generalmente superan las otras estaciones, sin embargo, también se documentan colisiones frecuentes en los meses de primavera, verano e invierno. Una serie de factores pueden explicar este alto número y también tenerse en cuenta en ciudades de otros países altamente pobladas, como Bogotá o Medellín, en Colombia.
Los científicos señalan, por ejemplo, que el vidrio de los edificios y casas es transparente y en gran parte invisible. Imagine esto: incluso los humanos, que entendemos el concepto de vidrio y se nos enseña desde temprano a identificarlo, nos chocamos a veces con él. Las aves no entienden el vidrio y no conocen ni aprenden estas señales visuales. Presumiblemente, escriben los investigadores, las aves perciben la imagen reflejada en el vidrio o vista a través del vidrio como hábitat potencial o espacio abierto, especialmente cielo abierto, o vegetación. (Puede ver: La curiosa idea de un grupo de científicos para calentar Marte)
Como resultado de eso último, los espacios verdes cerca de ventanas reflectantes pueden ser problemáticos y los estudios de colisiones entre aves y edificios consideran la presencia, la altura y la distancia de la vegetación al vidrio como factores de riesgo. En el caso de las viviendas, los comederos para pájaros también se han asociado con un aumento de las colisiones. La luz artificial nocturna exacerba aún más el riesgo de esos choques, especialmente para las aves migratorias. A gran escala, esta luz las atrae, lo que hace que se concentren en áreas urbanas, donde están cerca de una alta densidad de edificios.
Algunas aves sobreviven a la colisión inmediata y se alejan del lugar, pero es posible, dicen finalmente los investigadores, que mientras se recuperan de las heridas sufridas puedan ser más vulnerables a la depredación o sufrir una reducción de la aptitud física y desventajas reproductivas.
Las colisiones con edificios o casas en las ciudades son una de las principales causas de muerte de aves en los Estados Unidos y en el mundo. De hecho, 25 ciudades o Estados de ese país han aprobado leyes que requieren que los edificios nuevos sean amigables con las aves. Hasta ahora, sin embargo, no había una estimación reciente y confiable de cuantas aves mueren en choques de este tipo.
Una investigación publicada en PLOS estima que las colisiones con edificios matan entre 365 millones y mil millones de aves al año, solo en los Estados Unidos. Es imposible saber con toda certeza cuántas aves chocan contra edificios, sobreviven y se van volando sin intervención, y mucho menos qué pasa con ellas más tarde, advierten los investigadores. Los casos más cercanos y disponibles para observar lo que les sucede a las aves que no mueren al impactar, son aquellas que son llevadas a rehabilitadores de vida silvestre. Es precisamente sobre los datos de estos rehabilitadores, que los científicos construyen este estudio y sus cifras.
Las colisiones, explican, ocurren tanto en edificios de varios pisos como en casas individuales y en áreas urbanas y rurales de Estados Unidos. En ese país, las colisiones durante la migración de otoño generalmente superan las otras estaciones, sin embargo, también se documentan colisiones frecuentes en los meses de primavera, verano e invierno. Una serie de factores pueden explicar este alto número y también tenerse en cuenta en ciudades de otros países altamente pobladas, como Bogotá o Medellín, en Colombia.
Los científicos señalan, por ejemplo, que el vidrio de los edificios y casas es transparente y en gran parte invisible. Imagine esto: incluso los humanos, que entendemos el concepto de vidrio y se nos enseña desde temprano a identificarlo, nos chocamos a veces con él. Las aves no entienden el vidrio y no conocen ni aprenden estas señales visuales. Presumiblemente, escriben los investigadores, las aves perciben la imagen reflejada en el vidrio o vista a través del vidrio como hábitat potencial o espacio abierto, especialmente cielo abierto, o vegetación. (Puede ver: La curiosa idea de un grupo de científicos para calentar Marte)
Como resultado de eso último, los espacios verdes cerca de ventanas reflectantes pueden ser problemáticos y los estudios de colisiones entre aves y edificios consideran la presencia, la altura y la distancia de la vegetación al vidrio como factores de riesgo. En el caso de las viviendas, los comederos para pájaros también se han asociado con un aumento de las colisiones. La luz artificial nocturna exacerba aún más el riesgo de esos choques, especialmente para las aves migratorias. A gran escala, esta luz las atrae, lo que hace que se concentren en áreas urbanas, donde están cerca de una alta densidad de edificios.
Algunas aves sobreviven a la colisión inmediata y se alejan del lugar, pero es posible, dicen finalmente los investigadores, que mientras se recuperan de las heridas sufridas puedan ser más vulnerables a la depredación o sufrir una reducción de la aptitud física y desventajas reproductivas.