Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La Fundación para la Biodiversidad EO Wilson confirmó la muerte del biólogo estadounidense Edward O. Wilson, uno de los científicos y naturalistas más importantes del mundo, llamado “el heredero natural de Darwin” y conocido cariñosamente como “el hombre hormiga” por su trabajo pionero como entomólogo (estudio científico de los insectos). Tenía 92 años.
Puede ver: La foto de un delfín de río colombiano que participa en concurso internacional
“La mayoría de los niños pasan por una etapa de fascinación con los bichos; yo no he superado la mía”, señaló alguna vez. Gracias a su trabajo entre las décadas de 1950 y 1960, la humanidad es consciente de que las hormigas se comunican mediante señales químicas llamadas feromonas.
Describió la compleja organización en castas de estos insectos y la existencia de una división del trabajo en sus colonias. Su libro The Ants (Las hormigas), escrito en colaboración con Bert Hölldobler en 1990, ganó el premio Pulitzer, el segundo de su carrera después del que le mereció On Human Nature en 1978.
En este último Wilson estudiaba la etología humana y la base evolutiva de la conducta de nuestra especie. No en vano fue llamado el Darwin de la era moderna. Fue uno de los primeros científicos de su categoría que abogó por la conservación y protección del 50% del planeta.
Puede ver: Falleció el biólogo Thomas Lovejoy, el padrino de la biodiversidad
Fue precisamente él quien acuñó el termino “biodiversidad” en la década de 1980, un concepto tan importante como generalizado en la actualidad. Sus teorías inspiraron el proyecto de la ONU “30 por 30″, que pretende la conservación de al menos el 30% del planeta para 2030.
“El santo grial de Ed fue el placer de la búsqueda del conocimiento. Su valiente enfoque científico y su voz poética transformaron nuestra forma de entendernos a nosotros mismos y a nuestro planeta. Su mayor esperanza era que los estudiantes de todo el mundo compartieran su pasión por el descubrimiento como la base científica fundamental para la administración futura de nuestro planeta”, ha dicho Paula J. Ehrlich, directora ejecutiva y presidenta de la Fundación E.O. Wilson.
Además de los dos premios Pulitzer, Wilson fue merecedor también del prestigioso premio Crafoord (1990) que otorga la Real Academia Sueca; el premio Carl Sagan (1994) que reconoce su labor como divulgador y el premio TED (2007), entre otras decenas de reconocimientos a su obra.
Wilson visitó Colombia en 2007 en el desarrollo de la cátedra Colombia Biodiversa, una iniciativa conjunta de la Fundación Alejandro Ángel Escobar y de un grupo de ambientalistas nacionales. Su estadía está retratada en este texto de Alejandro Gaviria, que escribió entonces que Wilson venía en “una peregrinación personal. A seguirle los pasos a José Celestino Mutis, “el primer naturalista del hemisferio occidental”.
Puede ver: Yo estuve en la Conferencia de Cambio Climático en Glasgow
De camino a Mariquita, Gaviria recuerda que Wilson tuvo que soportar un trancón de kilómetros.
“Salió del vehículo para estirar sus piernas. Y después de caminar 50 metros, encontró un hormiguero al borde de la carretera. Inmediatamente se arrodilló con devoción religiosa. Y permaneció así por unos minutos, como si estuviera rezando, con los ojos a pocos centímetros de la superficie y la lupa en su mano como si fuera un ícono sagrado. La sinceridad de su credo (de la defensa de la biodiversidad sustentada en la pasión por la ciencia) no dejaba dudas.
La imagen de Edward O. Wilson arrodillado en una carretera colombiana resume, en mi opinión, la importancia de su visita a Colombia. Wilson nos permitió, así fuese por unos días, mirar a nuestro país a través de sus ojos. Y apreciar, entonces, nuestro pasado, la valiosa (y olvidada) obra de Mutis. Y nuestro futuro, la preciosa (y amenazada) biodiversidad”, finaliza su texto Alejandro Gaviria.