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El viejo dicho que dice que los opuestos se atraen en las relaciones de pareja podría ser incorrecto. Así lo demostraron los investigadores de un reciente estudio, publicado en la revista Nature Human Behavior, cuyas conclusiones mostraron que, de hecho, las personas tienden a relacionarse amorosamente con quienes comparten ciertos rasgos cruciales en sus vidas.
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De hecho, la investigación encontró que más del 80 % de los rasgos analizados, como el consumo de alcohol o sustancias psicoactivas, e incluso la edad en la que las personas tuvieron sexo por primera vez, fueron notablemente similares en las parejas analizadas. “Es más probable que los pájaros del mismo plumaje se unan”, dijo Tanya Horwitz, estudiante de doctorado en la Universidad de Colorado Boulder, Estados Unidos, y primera autora del estudio.
La investigación analizó datos de miles de personas en dos periodos diferentes: en el primero, los autores revisaron alrededor de 200 artículos que involucraban más de 22 rasgos en millones de parejas heterosexuales a partir de 1903.
En el segundo, el grupo realizó un nuevo análisis de 133 rasgos en casi 80.000 parejas de sexos opuestos inscritas en Biobanco del Reino Unido. Según los científicos, el comportamiento puede ser diferente entre las parejas del mismo sexo, por eso las relaciones homosexuales no fueron incluidas en el estudio, sino que están siendo examinadas por separado.
Los resultados del análisis en los dos periodos diferentes mostraron que entre el 82% y el 89% de los rasgos examinados eran similares entre las parejas, y solo el 3% se clasificaba como sustancialmente diferente.
En gran medida, coincidían en rasgos como sus opiniones políticas y religiosas, niveles de educación y coeficiente intelectual. Otras actividades pueden ser decisivas: quienes fumaban y bebían o, por el contrario, eran abstemios, tendían a relacionarse entre sí. En pocas palabras, y según los investigadores, las personas tienden a asociarse románticamente con quienes comparten algunos de sus hábitos, los más decisivos para su personalidad.
Sin embargo, hay otros aspectos en los que las parejas no coinciden, como la altura, el peso, los problemas médicos y los rasgos de personalidad. Por ejemplo, difícilmente un extrovertido se involucre románticamente con otro.
Aún así, cuando los opuestos sí parecían atraerse en los resultados de la investigación, las asociaciones eran débiles e inciertas. Eso se vio, por ejemplo, en los madrugadores emparejados con los noctámbulos, en los diestros con los zurdos, o en los que tendían a preocuparse con los que no.
Pero Horwitz advirtió que, de todas formas, “incluso en situaciones en las que sentimos que tenemos una opción sobre nuestras relaciones, puede haber mecanismos detrás de escena de los que no somos plenamente conscientes”.
En todo caso, los investigadores encontraron que las personas que se relacionan siguiendo los acoplamientos comunes podrían generar consecuencias futuras: por ejemplo, si las parejas tienen el mismo nivel educativo, social y económico, podrían influir en la distribución futura de la población y en las brechas socioeconómicas. “El hecho es que, cuando hablamos de relaciones, es como lanzar una moneda al aire”, concluyó Horwitz.