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Lo primero que debe saber es que lo que ocurrirá este miércoles 30 de agosto no tiene ningún significado espiritual, como han dicho algunos medios. Simplemente, se trata de un fenómeno que ocurre cada dos o tres años, en el que nuestro satélite adquiere una tonalidad especial (que no es azul). En esta ocasión, además, coincide con un momento particular: la Luna llena que estará en uno de los puntos más cercanos a la Tierra. El perigeo es como lo llaman en el argot científico. (Lea La primera imagen detallada de un cinturón de radiación fuera del Sistema Solar)
Dicho esto, vale la pena hacer una pausa el miércoles para observar este fenómeno. Con algo de suerte, se podrá observar en el cielo, si las nubes lo permiten. No necesitará ni un telescopio ni binoculares.
Como se lee en un artículo del blog de la Nasa, esta luna en realidad no es azul, sino que su color es el producto de ciertas partículas arrojadas a la atmósfera, como cenizas de un volcán o humo. También puede ser el resultado de gotas de agua en el aire. (Lea ADN revela que miles de personas tienen antepasados que fueron esclavos en el siglo XVIII)
De hecho, se lee, las “lunas azules” son extremadamente raras y no tienen nada que ver con el calendario o las fases de la Luna. Tampoco son, necesariamente, lunas llenas. La primera que se observó fue un año después de la erupción de un volcán indonesio llamado Krakatoa en 1883.
Su nombre, incluso, parece haberse popularizado por un error de interpretación que hizo un aficionado en la década de 1940 y que empezó a tomar fuerza en medios de comunicación, como explicaba el profesor Philip Hiscock en Sky & Telescope.
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