Nuevos datos sobre el rol de Rosalind Franklin en un descubrimiento del ADN
Por años, se había debatido sobre el rol de la científica británica en el descubrimiento de la hélice doble del ADN, atribuido a James Watson y Francis Crick. Un nuevo ensayo sostiene que Franklin fue una “contribuyente igualitaria”.
La historia del descubrimiento de la estructura del ADN es bien conocida, por una parte, por tratarse de uno de los aportes científicos más importantes del siglo XX, pero también porque ha sido, por años, uno de los ejemplos de la invisibilización del aporte de mujeres científicas, con la historia de Rosalind Franklin.
Franklin fue una química y cristalógrafa de rayos X británica, quien trabajó en la década de 1950 en King’s College London, descifrando algunas de las propiedades clave del ADN. Se dice que los datos recopilados por la científica, y especialmente la célebre fotografía 51—una imagen de difracción de rayos X—fueron piezas clave para desarrollar el primer modelo correcto de la estructura del ADN, con una doble hélice.
Este hallazgo histórico fue publicado en 1953 en la revista Nature, por los científicos James Watson y Francis Crick, quienes recibieron el premio Nobel de Medicina por su descubrimiento casi 10 años después. En el último párrafo del estudio, indicaron que se habían “estimulado por el conocimiento de la naturaleza general de los resultados experimentales y las ideas inéditas” de dos científicos del King’s College, Maurice Wilkins y Rosalind Franklin.
Pero, desde momento, empezó a surgir paulatinamente una historia distinta. En su libro “La doble hélice: Relato personal del descubrimiento del ADN”, Watson escribió que él y Crick utilizaron los datos de “Rosy” (como se refería a Franklin) sin que ella supiera. “Rosy, por supuesto, no nos dio directamente sus datos”, dijo Watson. “Por lo demás, nadie en King’s se dio cuenta de que estaban en nuestras manos”. (También puede leer: Mujeres en la ciencia en Colombia: la brecha también se nota en las publicaciones)
La narrativa, entonces, fue que Franklin fue una víctima de Watson y Crick, una “científica oprimida, brillante pero olvidada, una heroína para inspirar a una nueva generación de niñas científicas”, como escribió su hermana. La científica murió a sus 37 años, en 1958, cuatro años antes de que Watson y Crick recibieran el Nobel, sin un reconocimiento oficial por parte de ellos en la ceremonia.
Ahora, dos investigadores escriben en un ensayo, publicado en la revista Nature, que probablemente lo que sucedió fue menos malicioso de lo que se ha pensado. Matthew Cobb, zoólogo e historiador de la Universidad de Manchester que está escribiendo una biografía de Crick, y Nathaniel Comfort, historiador de la medicina de la Universidad Johns Hopkins, que está escribiendo una biografía de Watson, encontraron dos documentos del archivo de Franklin que hasta ahora habían pasado desapercibidos.
Conjuntamente, los documentos sugieren que Franklin contribuyó en igual medida a los otros científicos a comprender la estructura del ADN. “Deberíamos pensar en Rosalind Franklin, no como la víctima del ADN, sino como una colaboradora y contribuidora en pie de igualdad a la estructura”, afirmó Comfort a The New York Times.
¿Qué sucedió realmente?
Franklin se unió a Maurice Wilkins para investigar el ADN en King’s College en 1951, utilizando rayos X para crear imágenes del ADN. Al mismo tiempo, Watson y Crick trataban de descifrar el misterio de la estructura de la molécula, construyendo modelos de esta. Se conoce que Wilkins y Franklin trabajaban por separado, ya que solían tener choques personales y profesionales.
Según el relato de Watson, a principios de 1953 visitó King’s y discutió con Franklin. Escribió que, luego, Wilkins lo rescató del enfrentamiento y luego le mostró la fotografía 51, una imagen especialmente clara de la forma paracristalina del ADN, tomada 8 meses antes por Franklin y su estudiante de posgrado Raymond Gosling. (Le puede interesar: En Colombia persiste la brecha entre mujeres y hombres científicos)
Esta imagen, afirmó Watson en su libro, demostraba que una hélice de ADN “debe existir”. Por eso, contó que cuando vio la fotografía su pulso “se aceleró”. En su relato, encontrar la fotografía 51 fue una especie de momento “eureka”, la pieza faltante para descifrar la estructura del ADN.
“Pero la narración de Watson contiene una presunción absurda”, escribieron los investigadores del nuevo ensayo de opinión. “Implica que Franklin, la química experta, no podía entender sus propios datos, mientras que él, un novato en cristalografía, los aprehendió inmediatamente”.
Comfort y Cobb sostienen que el hallazgo de la fotografía 51 fue importante, pero se trató en realidad de una especie de aparato literario para engrandecer el relato del hallazgo. Hubo otros datos, en cambio, de lo que también participó Franklin, que fueron más relevantes.
Algunos de ellos estaban en un informe sobre los resultados inéditos de la investigación de Franklin, que recibió el supervisor de Crick, el biólogo molecular Max Perutz, en diciembre de 1952. Él le entregó ese informe, conocido como informe MRC, a Watson y Crick. Allí Franklin había consignado, entre otras cosas, que la celda unitaria del ADN era enorme y había incluido datos cristalográficos clave para la forma cristalina del ADN. (Puede leer: Las mujeres investigadoras son citadas menos que los hombres, ¿por qué?)
Una carta que hallaron Comfort y Cobb “sugiere fuertemente” que Rosalind Franklin sabía que Watson y Crick tenían acceso a sus datos y “no parece haberle importado”, según Cobb. Probablemente, indicaron, lo vio como una especie de intercambio científico informal en ese momento.
Esos datos fueron importantes porque le permitieron a Watson y Crick confirmar lo que ellos mismos encontraron sobre la estructura del ADN con cálculos y modificaciones a modelos de cartón. Así que no le “robaron” los datos a Franklin y Wilkins, pero sí los utilizaron sin autorización.
El nuevo ensayo destaca que Watson y Crick intentaron aclarar la situación en un artículo publicado en 1954, pues reconocieron que, sin los datos de Franklin, “la formulación de nuestra estructura habría sido muy improbable, si no imposible” y se refirieron al informe del MRC como un “informe preliminar” en el que Franklin y Wilkins habían “sugerido independientemente que la estructura básica de la forma [B] paracristalina es helicoidal y contiene dos cadenas entrelazadas”.
El nuevo ensayo también encontró un artículo para la revista Time que nunca se publicó. Este fue escrito por Joan Bruce, una periodista londinense, quien registró que el hallazgo sobre la estructura del ADN se realizó por “dos equipos”: uno, formado por Wilkins y Franklin, que reunía pruebas experimentales mediante análisis de rayos X; “el otro”, formado por Watson y Crick, que trabajaba en la teoría.
Bruce escribió que los investigadores trabajaban de forma independiente, pero que “se relacionaban, confirmando el trabajo del otro de vez en cuando, o luchando por un problema común”. El artículo nunca se publicó, tal vez porque Franklin le indicó a Bruce que debía revisar mejor los datos científicos.
Bruce escribió que los investigadores trabajaban de forma independiente, pero que “se relacionaban, confirmando el trabajo del otro de vez en cuando, o luchando por un problema común”. El artículo nunca se publicó, tal vez porque Franklin le indicó a Bruce que debía revisar mejor los datos científicos.
¿Qué aportó Rosalind Franklin al descubrimiento de la estructura del ADN?
Una de las preguntas clave que querían responder Comfort y Cobb en su ensayo es cuál fue el aporte verdadero de Franklin al gran hallazgo sobre el ADN. Los investigadores escriben que la científica aportó “varias ideas clave”. Por ejemplo: diferenció claramente las formas A (cristalina) y B (paracristalina) del ADN, resolviendo un problema que había confundido a los investigadores anteriores; descubrió que la celda unitaria del ADN es enorme; determinó la simetría que se presentaba en esa celda; y comprendió, independientemente, cómo, en principio, el ADN podía especificar proteínas. (Le puede interesar: El grupo de colombianas que quiere desafiar la gravedad cero)
A pesar de que el nuevo ensayo enfatiza que Franklin era vista como una colaboradora en condiciones iguales por Watson y Crick, algunos científicos tienen sus dudas. Por ejemplo, Helen Berman, bióloga estructural de la Universidad de Rutgers, dijo a The New York Times que los argumentos son “un tanto extraños”. Dijo que si Franklin “era un miembro igualitario, no sé si la trataron muy bien”.
En el libro que escribió Watson, se refirió a sus “cualidades femeninas”, por ejemplo. “Aunque sus rasgos eran fuertes, no era poco atractiva y podría haber sido bastante deslumbrante si se hubiera interesado siquiera un poco por la ropa. Nunca hubo lápiz labial que contrastara con su cabello negro”, dijo.
Además, aunque Franklin murió antes de que se entregara el Premio Nobel, Nils Hansson, historiador de la medicina de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf, en Alemania, opina que se podría haber encontrado otra manera de reconocer su contribución. Hay que recordar que ni Watson ni Crick la mencionaron en esa ocasión, aunque Wilkins, quien también recibió el premio, sí lo hizo.
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La historia del descubrimiento de la estructura del ADN es bien conocida, por una parte, por tratarse de uno de los aportes científicos más importantes del siglo XX, pero también porque ha sido, por años, uno de los ejemplos de la invisibilización del aporte de mujeres científicas, con la historia de Rosalind Franklin.
Franklin fue una química y cristalógrafa de rayos X británica, quien trabajó en la década de 1950 en King’s College London, descifrando algunas de las propiedades clave del ADN. Se dice que los datos recopilados por la científica, y especialmente la célebre fotografía 51—una imagen de difracción de rayos X—fueron piezas clave para desarrollar el primer modelo correcto de la estructura del ADN, con una doble hélice.
Este hallazgo histórico fue publicado en 1953 en la revista Nature, por los científicos James Watson y Francis Crick, quienes recibieron el premio Nobel de Medicina por su descubrimiento casi 10 años después. En el último párrafo del estudio, indicaron que se habían “estimulado por el conocimiento de la naturaleza general de los resultados experimentales y las ideas inéditas” de dos científicos del King’s College, Maurice Wilkins y Rosalind Franklin.
Pero, desde momento, empezó a surgir paulatinamente una historia distinta. En su libro “La doble hélice: Relato personal del descubrimiento del ADN”, Watson escribió que él y Crick utilizaron los datos de “Rosy” (como se refería a Franklin) sin que ella supiera. “Rosy, por supuesto, no nos dio directamente sus datos”, dijo Watson. “Por lo demás, nadie en King’s se dio cuenta de que estaban en nuestras manos”. (También puede leer: Mujeres en la ciencia en Colombia: la brecha también se nota en las publicaciones)
La narrativa, entonces, fue que Franklin fue una víctima de Watson y Crick, una “científica oprimida, brillante pero olvidada, una heroína para inspirar a una nueva generación de niñas científicas”, como escribió su hermana. La científica murió a sus 37 años, en 1958, cuatro años antes de que Watson y Crick recibieran el Nobel, sin un reconocimiento oficial por parte de ellos en la ceremonia.
Ahora, dos investigadores escriben en un ensayo, publicado en la revista Nature, que probablemente lo que sucedió fue menos malicioso de lo que se ha pensado. Matthew Cobb, zoólogo e historiador de la Universidad de Manchester que está escribiendo una biografía de Crick, y Nathaniel Comfort, historiador de la medicina de la Universidad Johns Hopkins, que está escribiendo una biografía de Watson, encontraron dos documentos del archivo de Franklin que hasta ahora habían pasado desapercibidos.
Conjuntamente, los documentos sugieren que Franklin contribuyó en igual medida a los otros científicos a comprender la estructura del ADN. “Deberíamos pensar en Rosalind Franklin, no como la víctima del ADN, sino como una colaboradora y contribuidora en pie de igualdad a la estructura”, afirmó Comfort a The New York Times.
¿Qué sucedió realmente?
Franklin se unió a Maurice Wilkins para investigar el ADN en King’s College en 1951, utilizando rayos X para crear imágenes del ADN. Al mismo tiempo, Watson y Crick trataban de descifrar el misterio de la estructura de la molécula, construyendo modelos de esta. Se conoce que Wilkins y Franklin trabajaban por separado, ya que solían tener choques personales y profesionales.
Según el relato de Watson, a principios de 1953 visitó King’s y discutió con Franklin. Escribió que, luego, Wilkins lo rescató del enfrentamiento y luego le mostró la fotografía 51, una imagen especialmente clara de la forma paracristalina del ADN, tomada 8 meses antes por Franklin y su estudiante de posgrado Raymond Gosling. (Le puede interesar: En Colombia persiste la brecha entre mujeres y hombres científicos)
Esta imagen, afirmó Watson en su libro, demostraba que una hélice de ADN “debe existir”. Por eso, contó que cuando vio la fotografía su pulso “se aceleró”. En su relato, encontrar la fotografía 51 fue una especie de momento “eureka”, la pieza faltante para descifrar la estructura del ADN.
“Pero la narración de Watson contiene una presunción absurda”, escribieron los investigadores del nuevo ensayo de opinión. “Implica que Franklin, la química experta, no podía entender sus propios datos, mientras que él, un novato en cristalografía, los aprehendió inmediatamente”.
Comfort y Cobb sostienen que el hallazgo de la fotografía 51 fue importante, pero se trató en realidad de una especie de aparato literario para engrandecer el relato del hallazgo. Hubo otros datos, en cambio, de lo que también participó Franklin, que fueron más relevantes.
Algunos de ellos estaban en un informe sobre los resultados inéditos de la investigación de Franklin, que recibió el supervisor de Crick, el biólogo molecular Max Perutz, en diciembre de 1952. Él le entregó ese informe, conocido como informe MRC, a Watson y Crick. Allí Franklin había consignado, entre otras cosas, que la celda unitaria del ADN era enorme y había incluido datos cristalográficos clave para la forma cristalina del ADN. (Puede leer: Las mujeres investigadoras son citadas menos que los hombres, ¿por qué?)
Una carta que hallaron Comfort y Cobb “sugiere fuertemente” que Rosalind Franklin sabía que Watson y Crick tenían acceso a sus datos y “no parece haberle importado”, según Cobb. Probablemente, indicaron, lo vio como una especie de intercambio científico informal en ese momento.
Esos datos fueron importantes porque le permitieron a Watson y Crick confirmar lo que ellos mismos encontraron sobre la estructura del ADN con cálculos y modificaciones a modelos de cartón. Así que no le “robaron” los datos a Franklin y Wilkins, pero sí los utilizaron sin autorización.
El nuevo ensayo destaca que Watson y Crick intentaron aclarar la situación en un artículo publicado en 1954, pues reconocieron que, sin los datos de Franklin, “la formulación de nuestra estructura habría sido muy improbable, si no imposible” y se refirieron al informe del MRC como un “informe preliminar” en el que Franklin y Wilkins habían “sugerido independientemente que la estructura básica de la forma [B] paracristalina es helicoidal y contiene dos cadenas entrelazadas”.
El nuevo ensayo también encontró un artículo para la revista Time que nunca se publicó. Este fue escrito por Joan Bruce, una periodista londinense, quien registró que el hallazgo sobre la estructura del ADN se realizó por “dos equipos”: uno, formado por Wilkins y Franklin, que reunía pruebas experimentales mediante análisis de rayos X; “el otro”, formado por Watson y Crick, que trabajaba en la teoría.
Bruce escribió que los investigadores trabajaban de forma independiente, pero que “se relacionaban, confirmando el trabajo del otro de vez en cuando, o luchando por un problema común”. El artículo nunca se publicó, tal vez porque Franklin le indicó a Bruce que debía revisar mejor los datos científicos.
Bruce escribió que los investigadores trabajaban de forma independiente, pero que “se relacionaban, confirmando el trabajo del otro de vez en cuando, o luchando por un problema común”. El artículo nunca se publicó, tal vez porque Franklin le indicó a Bruce que debía revisar mejor los datos científicos.
¿Qué aportó Rosalind Franklin al descubrimiento de la estructura del ADN?
Una de las preguntas clave que querían responder Comfort y Cobb en su ensayo es cuál fue el aporte verdadero de Franklin al gran hallazgo sobre el ADN. Los investigadores escriben que la científica aportó “varias ideas clave”. Por ejemplo: diferenció claramente las formas A (cristalina) y B (paracristalina) del ADN, resolviendo un problema que había confundido a los investigadores anteriores; descubrió que la celda unitaria del ADN es enorme; determinó la simetría que se presentaba en esa celda; y comprendió, independientemente, cómo, en principio, el ADN podía especificar proteínas. (Le puede interesar: El grupo de colombianas que quiere desafiar la gravedad cero)
A pesar de que el nuevo ensayo enfatiza que Franklin era vista como una colaboradora en condiciones iguales por Watson y Crick, algunos científicos tienen sus dudas. Por ejemplo, Helen Berman, bióloga estructural de la Universidad de Rutgers, dijo a The New York Times que los argumentos son “un tanto extraños”. Dijo que si Franklin “era un miembro igualitario, no sé si la trataron muy bien”.
En el libro que escribió Watson, se refirió a sus “cualidades femeninas”, por ejemplo. “Aunque sus rasgos eran fuertes, no era poco atractiva y podría haber sido bastante deslumbrante si se hubiera interesado siquiera un poco por la ropa. Nunca hubo lápiz labial que contrastara con su cabello negro”, dijo.
Además, aunque Franklin murió antes de que se entregara el Premio Nobel, Nils Hansson, historiador de la medicina de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf, en Alemania, opina que se podría haber encontrado otra manera de reconocer su contribución. Hay que recordar que ni Watson ni Crick la mencionaron en esa ocasión, aunque Wilkins, quien también recibió el premio, sí lo hizo.
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