Oumuamua y nuestro anhelo de no estar solos en el universo
Un objeto en forma de cigarrillo, pero del tamaño de la torre Colpatria de Bogotá, observado por astrónomos el año pasado ha desatado una ola de especulación mundial sobre la vida extraterrestre.
Pablo Correa
“Oumuamua” significa “primer mensajero distante” entre los aborígenes de Hawái. Fue el mejor nombre que encontraron Robert Weryk y su equipo para bautizar un raro objeto que identificaron el 19 de octubre de 2017 desde el telescopio Pan-STARRS, ubicado en el Observatorio Haleakala, en la isla Maui.
Es raro por su tamaño y forma. Es como un cigarrillo del tamaño de la torre Colpatria de Bogotá, cuando la mayoría de los asteroides tienen una relación entre su longitud y diámetro mucho menor, más parecidos a papas. Raro también por la forma en que rota. Dice el astrofísico colombiano Jorge Zuluaga, profesor de la Universidad de Antioquia, que en vez de parecer un “balón” atravesando nuestra galaxia va por el universo como “un trompo” a punto de caer. Raro además porque en vez de ir perdiendo velocidad rápidamente después de alejarse del sol, parece que algo sutil lo impulsara. Oumuamua también tiene un color “rojizo” atípico.
Pero Oumuamua se ha convertido en objeto de estudios para cientos de astrónomos alrededor del mundo por una razón más importante: es el primer “objeto” interestelar que observamos. Por primera vez en la historia de la humanidad hemos sido capaces de detectar una roca que viajó entre 4 y 12 millones de años luz desde otra estrella hasta el sistema solar. Billones de estos objetos viajan entre las estrellas y entran en nuestro sistema solar, pero observar al menos uno, por su tamaño, porque no se acercan tanto a este rincón azul, porque van tan rápido, era hasta ahora una ambición incompleta.
“Cuando se detectó Oumuamua toda la comunidad se volcó de lleno a estudiarla. No esperábamos que tuviera propiedades tan raras. Se esperaba algo típico”, comentó Zuluaga, quien ya le dedicó un artículo científico junto con sus colegas Óscar Sánchez-Hernández, Mario Sucerquia e Ignacio Ferrín y publicado en el Astronomical Journal. Entre los cuatro intentaron plantear posibles orígenes de Oumuamua.
Esta semana el objeto interestelar volvió a acaparar la atención mundial por cuenta de un artículo publicado por dos investigadores, Shmuel Bialy y Abraham Loeb, del Harvard Smithsonian Center for Astrophysics. El artículo plantea que la radiación solar podría explicar su peculiar aceleración. El problema, o la virtud si se quiere, del artículo es que en la última sección se atrevieron a plantear una hipótesis sobre su origen, un “escenario exótico”: “Oumuamua puede ser una sonda totalmente operacional enviada intencionalmente a las proximidades de la Tierra por una civilización alienígena”.
Ahí comenzaron los malentendidos. Como el juego del teléfono roto la noticia empezó a circular en revistas, periódicos, noticieros y redes sociales hasta rayar en la exageración. Entre ellos, un titular de una nota digital de El Espectador con un título para salir corriendo a esconderse en un búnker: “Es posible que hayamos sido visitados por extraterrestres”.
“Como humanos curiosos tenemos una tendencia natural a encontrarnos reflejados en las estrellas, y por eso las historias de extraterrestres causan tanta curiosidad”, reflexiona Juan Rafael Martinez-Galarza, astrofísico colombiano en el Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics. “Creo que esa curiosidad es provechosa en el público en general, pero debe ser guiada adecuadamente por científicos y comunicadores. Y, con frecuencia, ni los unos ni los otros somos capaces de librarnos de ese impulso natural de plasmar nuestros deseos en nuestras conclusiones”.
Para el colombiano, los autores debieron ser más rigurosos en explicar a la prensa los verdaderos alcances de su hipótesis, y algunos medios debieron haber consultado otras fuentes antes de proclamar al mundo la primera visita conocida a la Tierra por parte de viajeros interestelares.
“Los autores de paper lo que hacen es comprobar que la fuerza directa de presión de radiación solar puede explicar la aceleración de Oumuamua, pero para ello sus cálculos requieren un objeto muy delgado, como una hoja de papel. A partir de esta idea especulan que podría tratarse de una vela solar, similar a las velas solares que están comenzando a ser diseñadas en la Tierra”, explica Martínez.
Para su colega Zuluaga, Oumuamua es importante porque “nos pone un límite sobre la especulación alrededor de cuántos de estos objetos entran en nuestro sistema solar”. Y, jugando a soñar otras posibilidades, Zuluaga cree que si somos capaces de detectar otro objeto similar antes de que se acerque a nosotros podríamos “eventualmente” enviar una nave espacial. “Sería como recibir una muñeca matrioshka cuando uno no puede ir hasta Rusia. Sería lo más parecido a viajar a otra estrella. A mí me emociona mucho todo esto”.
“Oumuamua” significa “primer mensajero distante” entre los aborígenes de Hawái. Fue el mejor nombre que encontraron Robert Weryk y su equipo para bautizar un raro objeto que identificaron el 19 de octubre de 2017 desde el telescopio Pan-STARRS, ubicado en el Observatorio Haleakala, en la isla Maui.
Es raro por su tamaño y forma. Es como un cigarrillo del tamaño de la torre Colpatria de Bogotá, cuando la mayoría de los asteroides tienen una relación entre su longitud y diámetro mucho menor, más parecidos a papas. Raro también por la forma en que rota. Dice el astrofísico colombiano Jorge Zuluaga, profesor de la Universidad de Antioquia, que en vez de parecer un “balón” atravesando nuestra galaxia va por el universo como “un trompo” a punto de caer. Raro además porque en vez de ir perdiendo velocidad rápidamente después de alejarse del sol, parece que algo sutil lo impulsara. Oumuamua también tiene un color “rojizo” atípico.
Pero Oumuamua se ha convertido en objeto de estudios para cientos de astrónomos alrededor del mundo por una razón más importante: es el primer “objeto” interestelar que observamos. Por primera vez en la historia de la humanidad hemos sido capaces de detectar una roca que viajó entre 4 y 12 millones de años luz desde otra estrella hasta el sistema solar. Billones de estos objetos viajan entre las estrellas y entran en nuestro sistema solar, pero observar al menos uno, por su tamaño, porque no se acercan tanto a este rincón azul, porque van tan rápido, era hasta ahora una ambición incompleta.
“Cuando se detectó Oumuamua toda la comunidad se volcó de lleno a estudiarla. No esperábamos que tuviera propiedades tan raras. Se esperaba algo típico”, comentó Zuluaga, quien ya le dedicó un artículo científico junto con sus colegas Óscar Sánchez-Hernández, Mario Sucerquia e Ignacio Ferrín y publicado en el Astronomical Journal. Entre los cuatro intentaron plantear posibles orígenes de Oumuamua.
Esta semana el objeto interestelar volvió a acaparar la atención mundial por cuenta de un artículo publicado por dos investigadores, Shmuel Bialy y Abraham Loeb, del Harvard Smithsonian Center for Astrophysics. El artículo plantea que la radiación solar podría explicar su peculiar aceleración. El problema, o la virtud si se quiere, del artículo es que en la última sección se atrevieron a plantear una hipótesis sobre su origen, un “escenario exótico”: “Oumuamua puede ser una sonda totalmente operacional enviada intencionalmente a las proximidades de la Tierra por una civilización alienígena”.
Ahí comenzaron los malentendidos. Como el juego del teléfono roto la noticia empezó a circular en revistas, periódicos, noticieros y redes sociales hasta rayar en la exageración. Entre ellos, un titular de una nota digital de El Espectador con un título para salir corriendo a esconderse en un búnker: “Es posible que hayamos sido visitados por extraterrestres”.
“Como humanos curiosos tenemos una tendencia natural a encontrarnos reflejados en las estrellas, y por eso las historias de extraterrestres causan tanta curiosidad”, reflexiona Juan Rafael Martinez-Galarza, astrofísico colombiano en el Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics. “Creo que esa curiosidad es provechosa en el público en general, pero debe ser guiada adecuadamente por científicos y comunicadores. Y, con frecuencia, ni los unos ni los otros somos capaces de librarnos de ese impulso natural de plasmar nuestros deseos en nuestras conclusiones”.
Para el colombiano, los autores debieron ser más rigurosos en explicar a la prensa los verdaderos alcances de su hipótesis, y algunos medios debieron haber consultado otras fuentes antes de proclamar al mundo la primera visita conocida a la Tierra por parte de viajeros interestelares.
“Los autores de paper lo que hacen es comprobar que la fuerza directa de presión de radiación solar puede explicar la aceleración de Oumuamua, pero para ello sus cálculos requieren un objeto muy delgado, como una hoja de papel. A partir de esta idea especulan que podría tratarse de una vela solar, similar a las velas solares que están comenzando a ser diseñadas en la Tierra”, explica Martínez.
Para su colega Zuluaga, Oumuamua es importante porque “nos pone un límite sobre la especulación alrededor de cuántos de estos objetos entran en nuestro sistema solar”. Y, jugando a soñar otras posibilidades, Zuluaga cree que si somos capaces de detectar otro objeto similar antes de que se acerque a nosotros podríamos “eventualmente” enviar una nave espacial. “Sería como recibir una muñeca matrioshka cuando uno no puede ir hasta Rusia. Sería lo más parecido a viajar a otra estrella. A mí me emociona mucho todo esto”.