¿Por qué cuando escuchamos nuestra voz en grabadoras o videos nos suena extraña?
Que nuestra voz suene “extraña” cuando la escuchamos en un video puede parecer algo común, pero no lo es para grupos de científicos de todo el mundo. Entender por qué sucede esto podría ayudar a comprender algunos mecanismos claves del cerebro.
Es posible que todos hayamos sentido extrañeza cuando escuchamos nuestra propia voz en videos o grabadoras. Aunque es una sensación bastante común, lo cierto es que en realidad es muy sorprendente que suceda eso, pues seguramente no hay voz que escuchemos más en el día a día que la propia. ¿Por qué, entonces, nos resulta extraña? Aunque no lo crea, científicos de todo el mundo llevan preguntándose esto mismo hace mucho tiempo.
Resulta que los mecanismos específicos de la percepción de la voz propia han sido sorprendentemente poco investigados. Preguntas sobre cómo el cerebro diferencia la voz propia de la de otras personas (desconocidas o familiares), y porqué a veces las confunde, siguen trasnochando a los investigadores. Es un tema cuyas respuestas podrían ser aprovechadas en muchos campos, incluso, en el de algunas enfermedades clínicas.
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Hay hipótesis que apuntan a esa confusión (que la voz propia se sienta como la voz de alguien desconocido o extraño) como el origen de alucinaciones auditivas (es decir, ‘escuchar voces’) o incluso de alucinaciones en un trastorno psiquiátrico mayor, la esquizofrenia. Esas hipótesis señalan que es posible que lo que estén escuchando esas personas sean sus pensamientos, “disfrazados” con la voz de otra persona.
Esa, por supuesto, es apenas una hipótesis porque en realidad sobre lo que hay certeza es que hay mucho que investigar sobre el tema. Un reciente estudio, publicado el pasado 15 de febrero en la revista Royal Society Open Science, buscó precisamente sumar información a ese vacío. Lo primero que se preguntó el grupo de científicos es por qué nos resulta extraña nuestra propia voz.
Sucede que cuando escuchamos nuestra voz en una grabadora, el sonido se transmite a través del aire, pero cuando escuchamos nuestra voz en nuestra cabeza, ese sonido se transmite invariablemente a través del cráneo. Y eso altera la percepción de la propia voz de dos maneras en particular.
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En primer lugar, la conducción ósea transforma el sonido de nuestra voz, llevándola a una baja frecuencia. Los científicos encontraron, entonces, que en nuestra cabeza escuchamos nuestra voz más grave en comparación con cómo suena nuestra voz para los demás.
Pero no solo eso. Además de transformar el sonido de nuestra voz, la conducción ósea transmite información sensorial adicional. Es decir, no solo escuchamos, también sentimos nuestra voz porque produce vibraciones del cráneo y deformación de la piel. Esto es igual de importante porque significa que en nuestra cabeza la voz no es solo una percepción auditiva, sino multimodal, es decir, que involucra diferentes modalidades sensoriales además de la auditiva.
Por esas dos razones, dicen los investigadores, nuestra voz en las grabadoras nos suena extraña a cómo la escuchamos en nuestra cabeza. Y también por esas dos razones es que ha sido difícil investigar este tema, pues emular esas condiciones en entornos externos ha sido muy complejo.
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“Sin conducción ósea, los estudios previos de la voz propia contienen inevitablemente un desajuste de percepción entre los estímulos experimentales de la voz propia y la voz propia real”, escriben los autores en el estudio. Pero por eso, el grupo propone una manera de superar ese escollo.
Los científicos reclutaron un grupo de personas, a sus amigos y a desconocidos, y evaluaron si podían reconocer sus voces con mayor precisión al usar audífonos de conducción ósea, que transmiten el sonido a través de la vibración. Las voces de los participantes se grabaron antes mientras vocalizaban el fonema /a/ durante aproximadamente 1 a 2 segundos, sin ruido de ambiente.
Después, los voluntarios se dividieron en tres grupos. Uno de ellos utilizó audífonos normales, otro utilizó parlantes de computador y un tercero utilizó audífonos de conducción ósea. Todos escucharon sus propias voces junto a otra serie de sonidos. El equipo encontró que quienes usaron audífonos de conducción ósea tuvieron más probabilidad de reconocer e identificar su propia voz.
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Cuando los científicos repitieron el experimento, pero en esta ocasión le pidieron a las personas identificar la voz de familiares o amigos, ningún grupo vio mayor facilidad en hacerlo, lo que le indicó a los investigadores que los audífonos de conducción ósea solo supusieron una diferencia cuando se trata de reconocer la propia voz, es decir, que estos aparatos pueden estar simulando algo de lo que sentimos y escuchamos en nuestra cabeza mientras hablamos.
Esto abre una puerta muy emocionante, describía el principal autor del estudio, el Dr. Pavo Orepic, en The New York Times. Entender cómo el cerebro construye el concepto de sí mismo a partir del sonido, decía Orepic, podría contribuir a descubrir qué es diferente en las personas que escuchan voces en sus cabezas que en realidad no son las suyas. En el futuro, una herramienta creada a partir de esto podría vincularse y ayudar a los médicos a hacer diagnósticos de trastornos psiquiátricos.
Es posible que todos hayamos sentido extrañeza cuando escuchamos nuestra propia voz en videos o grabadoras. Aunque es una sensación bastante común, lo cierto es que en realidad es muy sorprendente que suceda eso, pues seguramente no hay voz que escuchemos más en el día a día que la propia. ¿Por qué, entonces, nos resulta extraña? Aunque no lo crea, científicos de todo el mundo llevan preguntándose esto mismo hace mucho tiempo.
Resulta que los mecanismos específicos de la percepción de la voz propia han sido sorprendentemente poco investigados. Preguntas sobre cómo el cerebro diferencia la voz propia de la de otras personas (desconocidas o familiares), y porqué a veces las confunde, siguen trasnochando a los investigadores. Es un tema cuyas respuestas podrían ser aprovechadas en muchos campos, incluso, en el de algunas enfermedades clínicas.
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Hay hipótesis que apuntan a esa confusión (que la voz propia se sienta como la voz de alguien desconocido o extraño) como el origen de alucinaciones auditivas (es decir, ‘escuchar voces’) o incluso de alucinaciones en un trastorno psiquiátrico mayor, la esquizofrenia. Esas hipótesis señalan que es posible que lo que estén escuchando esas personas sean sus pensamientos, “disfrazados” con la voz de otra persona.
Esa, por supuesto, es apenas una hipótesis porque en realidad sobre lo que hay certeza es que hay mucho que investigar sobre el tema. Un reciente estudio, publicado el pasado 15 de febrero en la revista Royal Society Open Science, buscó precisamente sumar información a ese vacío. Lo primero que se preguntó el grupo de científicos es por qué nos resulta extraña nuestra propia voz.
Sucede que cuando escuchamos nuestra voz en una grabadora, el sonido se transmite a través del aire, pero cuando escuchamos nuestra voz en nuestra cabeza, ese sonido se transmite invariablemente a través del cráneo. Y eso altera la percepción de la propia voz de dos maneras en particular.
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En primer lugar, la conducción ósea transforma el sonido de nuestra voz, llevándola a una baja frecuencia. Los científicos encontraron, entonces, que en nuestra cabeza escuchamos nuestra voz más grave en comparación con cómo suena nuestra voz para los demás.
Pero no solo eso. Además de transformar el sonido de nuestra voz, la conducción ósea transmite información sensorial adicional. Es decir, no solo escuchamos, también sentimos nuestra voz porque produce vibraciones del cráneo y deformación de la piel. Esto es igual de importante porque significa que en nuestra cabeza la voz no es solo una percepción auditiva, sino multimodal, es decir, que involucra diferentes modalidades sensoriales además de la auditiva.
Por esas dos razones, dicen los investigadores, nuestra voz en las grabadoras nos suena extraña a cómo la escuchamos en nuestra cabeza. Y también por esas dos razones es que ha sido difícil investigar este tema, pues emular esas condiciones en entornos externos ha sido muy complejo.
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Los científicos reclutaron un grupo de personas, a sus amigos y a desconocidos, y evaluaron si podían reconocer sus voces con mayor precisión al usar audífonos de conducción ósea, que transmiten el sonido a través de la vibración. Las voces de los participantes se grabaron antes mientras vocalizaban el fonema /a/ durante aproximadamente 1 a 2 segundos, sin ruido de ambiente.
Después, los voluntarios se dividieron en tres grupos. Uno de ellos utilizó audífonos normales, otro utilizó parlantes de computador y un tercero utilizó audífonos de conducción ósea. Todos escucharon sus propias voces junto a otra serie de sonidos. El equipo encontró que quienes usaron audífonos de conducción ósea tuvieron más probabilidad de reconocer e identificar su propia voz.
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Esto abre una puerta muy emocionante, describía el principal autor del estudio, el Dr. Pavo Orepic, en The New York Times. Entender cómo el cerebro construye el concepto de sí mismo a partir del sonido, decía Orepic, podría contribuir a descubrir qué es diferente en las personas que escuchan voces en sus cabezas que en realidad no son las suyas. En el futuro, una herramienta creada a partir de esto podría vincularse y ayudar a los médicos a hacer diagnósticos de trastornos psiquiátricos.