¿Por qué es tan difícil curar el VIH? Una médica detrás de los intentos responde
Sharon Lewin, médica especialista en enfermedades infecciosas y ciencia básica, dirige uno de los principales centros de investigación dedicados a la búsqueda de una cura para el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH): el Instituto Peter Doherty de Infecciones e Inmunidad, en Australia. El Espectador habló con ella para comprender por qué es tan difícil encontrar una cura para el virus y qué tan cerca estamos de lograrlo.
Luisa Fernanda Orozco
Cuando hablamos de una posible cura para el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), resulta imposible no remitirse al trabajo de la australiana. Sharon Lewin, médica especialista en enfermedades infecciosas y ciencia básica, se ha dedicado a entender por qué el virus tiene la capacidad de “esconderse” en el cuerpo humano. Para ello, ha participado en estudios que intentan descubrirlo y eliminarlo. Ha publicado cerca de 360 artículos académicos en revistas científicas de renombre, entre ellas Science, Nature y Nature Medicine. Además, es profesora laureada de medicina en la Universidad de Melbourne y fue presidenta de la Sociedad Internacional de SIDA (IAS, por sus siglas en inglés), entre 2022 y 2024. Ha estado al mando del Instituto Doherty desde su creación en 2013, y continuará al frente hasta 2029.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Cuando hablamos de una posible cura para el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), resulta imposible no remitirse al trabajo de la australiana. Sharon Lewin, médica especialista en enfermedades infecciosas y ciencia básica, se ha dedicado a entender por qué el virus tiene la capacidad de “esconderse” en el cuerpo humano. Para ello, ha participado en estudios que intentan descubrirlo y eliminarlo. Ha publicado cerca de 360 artículos académicos en revistas científicas de renombre, entre ellas Science, Nature y Nature Medicine. Además, es profesora laureada de medicina en la Universidad de Melbourne y fue presidenta de la Sociedad Internacional de SIDA (IAS, por sus siglas en inglés), entre 2022 y 2024. Ha estado al mando del Instituto Doherty desde su creación en 2013, y continuará al frente hasta 2029.
Al hablar de por qué el VIH es tan difícil de curar, Lewin hace una analogía: es como si el virus fuera una aguja escondida en un pajar dentro del cuerpo humano. “No hay evidencia visible del virus en la superficie de la célula donde se esconde, por eso es tan difícil de eliminar”, dice Lewin.
El VIH ataca el sistema inmunitario. Destruye la capacidad del organismo para combatir la infección y la enfermedad al atacar los linfocitos CD4, un tipo de glóbulos blancos que son clave en la respuesta inmune contra infecciones virales, bacterianas y otros patógenos. El VIH los utiliza para reproducirse y propagarse, y esto hace que sea más fácil contraer enfermedades, otras infecciones y algunos tipos de cáncer.
Cuando el virus ha avanzado lo suficiente y el recuento de CD4 es menor a 200 células por milímetro cúbico (células/mm³) de sangre, los médicos diagnostican SIDA, la fase más avanzada de la enfermedad. Para que se haga una idea clara, una persona sana debe tener un promedio de 500 y 1,600 células/mm³.
Hasta 2023, el VIH afectaba a 39,9 millones de personas en todo el mundo, según ONU/SIDA, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA. Por eso, desde que comenzó la epidemia en los años 80, millones de dólares se han invertido en los esfuerzos por encontrar una cura, pero la inmensa capacidad de mutación del virus ha frustrado todos los intentos.
Para poner el panorama en contexto, a diferencia de otras infecciones como el covid-19, el VIH sí altera el ADN de las personas que lo contraen. Una vez ingresa al cuerpo, el virus comienza a multiplicarse. “Si fuéramos a erradicarlo realmente, tendríamos que eliminar cada una de las células infectadas”, explica Lewin. Actualmente, existen 73 estudios en curso enfocados en encontrar una cura. Sin embargo, Lewin señala que en siete pacientes se ha logrado una remisión: el virus no ha vuelto a aparecer en sus cuerpos después de una intervención médica, pero sus casos presentan particularidades significativas.
A las siete personas se les otorgó nombres de ciudades para proteger su identidad y, en su lugar, referirse al sitio donde ocurrió su tratamiento o se hizo público el resultado. El primer caso se registró en 2008 con el Paciente de Berlín, quien más tarde fue identificado como Timothy Ray Brown, quien, además de tener VIH, había sido diagnosticado con un tipo de cáncer de sangre sumamente agresivo. Su tratamiento consistió en recibir células madre a través de un trasplante de médula ósea. La particularidad era que el donante de Brown tenía una mutación genética, llamada CCR5-Δ32, que hace que las células del sistema inmunológico sean resistentes a la mayoría de las cepas del VIH. Esto hizo que el virus desapareciera por completo de su cuerpo, lo que lo convirtió en la primera persona oficialmente curada.Una historia similar se repitió con los otros seis casos: a todos les hicieron trasplante de células madre ante el panorama de un cáncer que amenazaba sus vidas.
Pero, ¿puede ser este enfoque aplicado a todas las personas con VIH? De no ser así, ¿a qué otros tratamientos se debería apuntar? Sobre estas y otras inquietudes, El Espectador habló con Lewin.
¿Qué tan posible sería replicar el trasplante de células madre en otros pacientes?
Básicamente, el trasplante de células madre no puede hacerse en todas las personas porque tiene una alta mortalidad, de aproximadamente el 25 %, y además es un tratamiento muy costoso y muy tóxico. Solo se ha hecho en estas 7 personas porque, además de VIH, también tenían un tipo de cáncer de sangre que podría haberlos matado.
La mutación CCR5-Δ32 bloquea la proteína CCR5, que es una puerta de entrada para la mayoría de las cepas del virus. Lo que podemos aprender de estos casos es que igualmente podemos remover el CCR5 con una técnica, llamada “tijeras de gen”. Luego, podemos volver a poner las células otra vez en el cuerpo de la persona. Sin embargo, esto no se puede hacer en el 100 % de las células, sino entre el 6 % y 10 %.
Han sido siete casos de personas en remisión. Sin embargo, en los últimos dos, aunque los donantes no tenían la mutación genética, los pacientes igualmente se curaron. ¿Cómo explicamos eso?
Sí, se trató del Paciente de Ginebra (que fue presentado en Brisbane, Australia, el año pasado) y el Paciente de Berlín (que fue presentado en Múnich, Alemania, este año). Por su parte, el Paciente de Berlín recibió el trasplante de un paciente con una particularidad: expresaba la proteína CCR5, que utiliza el VIH para ingresar en las células, pero en un nivel mucho menor. Lo que esto puede decirnos es que el CCR5 no es toda la historia para encontrar una cura, sino una de las tantas partes.
Lo que podemos aprender de los siete casos es que no tener CCR5 te da mayores oportunidades de lograr una cura, pero no es esencial. Sabemos, a través de estudios con monos, que cuando le trasplantas una médula ósea regular que no tiene la mutación, cerca del 15 % de los monos se curan, no un 100 %.
Por ejemplo, otra parte fundamental para comprender la cura es que hay ocasiones en que las células trasplantadas atacan al huésped. Esto ocurre entre un 60 % y 80 % de los casos y se llama enfermedad injerto contra huésped. Este ataque puede incluir las reservas virales donde el VIH está “escondido”, lo que contribuye a eliminar el virus.
Sin embargo, desarrollar la enfermedad no es un factor determinante para la cura, porque otras cosas pueden estar en juego, como el pre-tratamiento que reciben algunos pacientes antes del trasplante, a través de radioterapia o quimioterapia, por poner algunos ejemplos, que se emplean para eliminar las células nocivas y hacer espacio para las nuevas.
¿De qué hablamos cuando mencionamos la necesidad de eliminar las reservas del virus en el cuerpo humano? ¿Por qué es importante esto para encontrar una cura?
Es más fácil explicarlo con un ejemplo: solo hace falta una célula con el virus entre 1.000 que no, para que este pueda reaparecer y multiplicarse en el cuerpo. A eso le llamamos reserva, que puede tratarse de mucho más que una sola célula con el virus. Tras múltiples tratamientos para reducirla, en el 99 % de las personas, el VIH vuelve a surgir en dos o tres semanas. Por eso, entender dónde se esconden esas células, cómo encontrarlas y cuáles son los componentes que las hacen únicas es una parte clave de la investigación para obtener pistas cruciales sobre cómo eliminarlas.
¿Qué otras particularidades en pacientes se están estudiando para contribuir al hallazgo de una cura?
Sabemos que un 1 % de personas hacen parte del grupo de control de élite, que son quienes logran controlar el virus de forma natural (sin los medicamentos). En otro panorama, están quienes, al ser diagnosticados temprano y comenzar rápidamente con el tratamiento antiviral, se convierten en parte del 10 % de quienes logran controlar el virus (incluso después de dejar de tomar el tratamiento).
Lo que estamos intentando lograr ahora es alcanzar ese nivel de control a través de intervenciones que han demostrado ser posibles en algunas pruebas clínicas. Sin embargo, el problema con ese enfoque es cuán duradero será y todavía no tenemos la respuesta para eso. La mayoría de pruebas se realizan durante seis meses y algunos pacientes han logrado mantener un número viral muy bajo por no más de ese periodo de tiempo. Ahí es donde estamos con la cura. Lo que necesitamos entender es por qué algunas personas pueden ser inducidas a controlar el virus, por qué otras no, y cómo podemos generar ese efecto por más tiempo.
¿Qué otras particularidades de pacientes están siendo estudiadas para encontrar una cura?
Están las personas que logran tener un control del virus que se conoce como control post-tratamiento, también llamado post-ART. Eso ocurre en algunas personas que están en tratamiento antiviral por un tiempo limitado, entre dos o tres años, y, al detenerse, parecen haber controlado el virus. El problema es que esto no es común. Por ejemplo, en las personas que comienzan la terapia antiviral con un VIH crónico, las posibilidades de que eso les pase son muy bajas, entre 3 o 4 %. Pero si comienzan el tratamiento antiviral muy pronto después de la infección, entre los seis meses después de recibir su diagnóstico, la posibilidad de lograr un control post-tratamiento aumenta entre un 12 % y 13 %.
Aunque todavía no podemos emocionarnos con esto, sí nos permite comprender mejor a las personas que logran un control post-tratamiento. A través de ellas, podemos comprender mejor cuáles componentes del virus son importantes para otras intervenciones que queramos estudiar, porque lo que queremos es una cura que pueda inducir un control del virus en más del 80 % de las personas infectadas, no solo entre un pequeño porcentaje de ellos.
Pasando a otro tema, también se ha hablado de que, mientras se encuentran nuevos enfoques para una cura, se puede avanzar en tratamientos que no erradiquen del todo el virus, pero que sí fortalezcan el sistema inmune de las personas. ¿Qué avances se han logrado al respecto?
Sí. Solamente con enfoques como el post-ART no vamos a lograr una cura. El otro acercamiento es trabajar con el sistema inmune para reducir lo que más se pueda la reserva de células que contienen el VIH. Esto, por ejemplo, se ha intentado hacer a través de vacunas terapéuticas que, en su mayoría, no han funcionado. Ellas no se aplican para prevenir la infección, sino a personas que ya están infectadas con el virus. También se ha hablado de otros enfoques, como los anticuerpos y las drogas contra el cáncer. Algunos han probado aumentar el sistema inmune en varias pruebas clínicas.
En el Instituto Doherty están trabajando con terapias para el VIH. ¿Cómo están llevando a cabo la investigación?
El enfoque que estamos usando es que estamos haciendo mucho trabajo con mRNA (una molécula clave en el cuerpo porque traduce la información genética en las proteínas que necesitamos para funcionar). También estamos trabajando con nano-partículas líquidas, no como una vacuna, sino como una terapia.
¿Qué tan lejos estamos de una cura y cómo están trabajando con estas nano-partículas líquidas?
Las estamos inyectando no en el músculo, sino intravenosamente, para que se distribuyan en todo el cuerpo y ataquen el virus. Al ARN lo estamos usando para disminuir la reserva de VIH en el cuerpo.
Imaginemos que, en un panorama hipotético, cuando inyectas una vacuna lo haces en el músculo. Pero, en nuestro caso, queremos llevar a las nano-partículas líquidas al lugar adecuado, que, en el caso del VIH, es llevarlas hasta el virus que está dentro de las células T. Las nano-partículas son burbujas de grasa que usamos para proteger al ARN y que logre llegar hasta el interior de las células. Para esto, hemos desarrollado muchas metodologías, como usar diferentes tipos de burbujas de grasa o poner señales en ellas para que rastreen las células T y encuentren el virus. Esta es una nueva tecnología muy emocionante para nosotros que, esperamos, pueda beneficiar al hallazgo de una cura.
Este artículo fue posible gracias a una beca para periodistas comunitarios de Family Planning News Network (FPNN) de la Universidad John’s Hopkins de Estados Unidos.