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¿Ha sentido que los minutos de excitación y alegría pueden parecer vertiginosamente más rápidos que los minutos de aburrimiento y estrés, que pueden parecer interminables? ¿Por qué, si un minuto dura 60 segundos y una hora 60 minutos para absolutamente todos? ¿Acaso estamos locos?
Lo cierto es que los seres humanos no tenemos un sentido absoluto del tiempo. Los científicos Hirohito M. Kondo (de la Facultad de Psicología de la Universidad de Chukyo, en Japón), Elena Gheorghiu (del Departamento de Psicología de la Universidad de Stirling, en Reino Unido) y Ana P. Pinheiro (de la Facultad de Psicología de la Universidad de Lisboa, en Portugal), explican algunos elementos interesantes de este tema en un editorial de la revista Nature publicado el pasado 29 de mayo. “La percepción del tiempo es fundamentalmente subjetiva y depende de las experiencias y circunstancias de cada uno”, escriben.
Por ejemplo, los estados de atención y los estados emocionales afectan a la percepción del tiempo. Cuánto más prestamos atención al reloj, percibimos que se hace más lento. Nuestra percepción del tiempo puede variar en función, además, de la edad e incluso de la educación. “Esto es probablemente consistente con la hipótesis del cambio contextual de que la duración percibida de un evento se ve afectada por el número de cambios contextuales”, escriben los tres autores del editorial. Extender esta idea puede explicar cómo los diferentes grupos de edad perciben el tiempo de manera diferente, proponen los autores. Para los niños, las aventuras de vacaciones son difíciles de conseguir. Los adultos, en cambio, tienen muchas actividades rutinarias y el tiempo para ellos parece pasar a un ritmo mucho más acelerado.
Otra explicación sencilla para esa compresión percibida del tiempo es la hipótesis de la densidad de eventos. Esta sugiere que la forma en que percibimos el tiempo depende del número de eventos o actividades que ocurren en un intervalo de tiempo. Si durante un período suceden muchas cosas, nuestro “reloj interno” parece contar más rápido, y por eso sentimos que el tiempo pasa más rápido. En cambio, si hay pocos eventos, el tiempo parece ir más despacio. Esto se debe a que, cuando estamos muy enfocados en cosas interesantes o complejas, nuestro cerebro procesa más información y eso hace que sintamos que el tiempo pasa más rápido. Por ejemplo, cuando estamos haciendo algo muy entretenido, el tiempo parece volar porque estamos registrando muchos detalles y eventos.
¿Cómo se mide el tiempo en el cerebro?
No existe un único órgano sensorial responsable de la percepción del tiempo en nuestro cerebro. Diferentes regiones cerebrales están involucradas en el procesamiento temporal, dependiendo de las escalas de tiempo, explican los científicos. Mientras el procesamiento temporal en el rango de segundos y minutos es apoyado por la corteza prefrontal y el cuerpo estriado, lo que tiene que ver con los subsegundos (intervalos de tiempo que son más cortos que un segundo) se procesa principalmente en el cerebelo.
La llegada de la tecnología digital ha tenido un impacto sin precedentes en la percepción del tiempo. “El acceso ubicuo a Internet facilita la recuperación instantánea de información y la comunicación sincrónica. Una consecuencia de esta conectividad persistente es el potencial de sobrecarga de información, de modo que la sensación de tiempo tiende a volverse ambigua. La prevalencia generalizada de las notificaciones de las redes sociales puede contribuir a la aceleración percibida del tiempo”, escriben en ese editorial.
Es decir, el constante flujo de información y las interrupciones frecuentes pueden hacer que el tiempo parezca pasar más rápidamente, ya que la atención se dispersa entre múltiples estímulos y la capacidad para registrar y procesar eventos se ve afectada. Esto puede llevar a una sensación de que el tiempo se acelera, porque la mente está continuamente ocupada con nuevas tareas e información, reduciendo la percepción de la duración real de los eventos.
Incluso, a través de estados como la meditación o de experiencia de flujo, se puede modificar la percepción del tiempo. Específicamente, una experiencia de flujo es un fenómeno simbólico de distorsión del tiempo, en el que la persona olvida el paso del tiempo al sumergirse en una determinada actividad. Las personas en un estado de flujo a menudo informan este estado como estar “en la zona”, describen los científicos en el editorial. Aunque hay informes anecdóticos de experiencias de flujo por parte de atletas, pocos estudios han capturado aspectos cuantitativos de los estados de flujo. “Una comprensión profunda de estos factores es, sin duda, crucial para el campo de investigación en curso sobre la percepción del tiempo”.