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Todas las culturas, en todos los continentes habitables y a lo largo de miles de años, idearon formas de predecir el futuro. En las antiguas civilizaciones babilónicas, chinas y egipcias, en el mundo griego y romano, en los reinos de África Occidental hasta México-Tenochtitlan y Cusco, en las caravanas nómadas Wodaabe del Sahel y en los pueblos de la lengua Tangkic del norte de Australia, los humanos se han preocupado por lo que trae el mañana. Predecir el futuro garantiza la supervivencia, ayuda a satisfacer la curiosidad humana y permite alcanzar o mantener el poder. Una de las formas más comunes de anticiparse al destino es mirando al cielo.
Nuestros días se definen por la presencia de una estrella en el firmamento, el Sol. Anticipamos que mañana el tiempo transcurrirá igual que ayer por la aparición de la luz de Sol (día) y su ausencia (noche), pero los días no siempre duran misma cantidad de tiempo ni son iguales en todas partes. En la isla de Providencia, en el extremo norte del territorio de Colombia, el Sol hoy se asoma sobre el horizonte a las 6:50 de la mañana y se oculta a las 6:13 de la tarde. En la ciudad de Leticia, sobre el río Amazonas, el sol sale hoy a las 5:35 y se pone a las 5:56. Hoy el día es más largo en Leticia, pero en seis meses será más largo en Providencia. (También puede leer: Se acerca un cometa que no se veía desde hace 50.000 años. ¿Cómo verlo?)
Para ponernos de acuerdo en la forma de contar cuanto tiempo dura un día, necesitamos una estrella que esté más lejos que el sol. Los habitantes de Providencia, Leticia o cualquier otro lugar del mundo pueden medir de la misma forma el paso del tiempo usando las estrellas. En lugar de la sucesión de luz y oscuridad, la duración de un día se define por el tiempo que transcurre para que una estrella de referencia (distinta al Sol) vuelva aparecer en la misma posición en el cielo. Al pasar varios días, inevitablemente las estrellas parecen cambiar de posición y solamente se asoman en el mismo lugar más o menos 365 días y unas horas después: esa es la definición de un año. Los primeros registros de esa forma de medir los años datan de dos milenios antes de Cristo y están escritos en tablillas encontradas en el que hoy es el territorio de Iraq y entonces era el reino de Babilonia.
Para marcar el paso del tiempo, los astrónomos babilonios usaban 12 grupos de estrellas –constelaciones- que se ven en distintas épocas del año. Estas constelaciones ocupan una banda en el cielo y lo dividen en porciones casi iguales. Su ubicación constituye el primer sistema de coordenadas celestes: el Zodiaco, que significa en griego ‘el círculo de animales’. Para las civilizaciones de la Antigüedad, la llegada de un nuevo mes estaba marcada por la posición del Sol frente a alguna de las constelaciones del Zodiaco. Algunas constelación marcaban el momento en que debían sembrarse los campos, otras la época de recoger las cosechas o preparar la casa para la llegada del frío. (Puede interesarle: Telescopio James Webb detecta galaxias antiguas que se parecen a la Vía Láctea)
En nuestros días marcamos el inicio del año en el primer día de enero, pero para los babilonios comenzaba en la fecha en que el periodo de luz y oscuridad en un dia tienen aproximadamente la misma duración en todo el planeta: el equinoccio de primavera, que sucede entre el entre el 19 y el 21 de marzo. Ese día, el Sol se aproxima a un grupo de estrellas que parecían se asemejan a la forma de un carnero: la constelación de Aries. Esa forma de leer el paso del tiempo en el cielo se desarrolló de forma independiente en la antigua China, Mesoamérica y la India. Y los observadores del cielo en todos esos lugares intentaron leer aún más que la fecha en la posición de las estrellas.
Los sacerdotes del cielo babilonios hacían referencia al Enuma Anu Enlil, una colección de setenta tablillas que contienen unas 7.000 observaciones astronómicas de planetas y estrellas relacionadas con acontecimientos terrestres del periodo de la antigua Babilonia. Una obra clásica china llamada Zi Wei Dou Shu (Astrología de la Estrella Púrpura), que data de algún momento antes del año 1000 era utilizada por el emperador para adivinar su fortuna basándose en la lectura de los “astrónomos” imperiales que interpretaban las 28 constelaciones chinas. Estas recopilaciones de datos estelares observados pueden considerarse una especie de precursoras de la astronomía moderna, aunque sus predicciones no sirvieron de mucho para evitar la caída de Babilonia o las tragedias de las dinastías que pasaron por el trono imperial chino.
La astrología hoy en día hace uso de los mismos principios: interpretar el destino de los humanos a partir de la posición de los objetos en el firmamento. Sin embargo, bastantes cosas han cambiado durante los últimos tres milenios. La primera es que sabemos que la Tierra no está en el centro del universo. La segunda es que sabemos que los planetas están mucho más cerca que las estrellas y el extraño movimiento opuesto al de las estrellas en el firmamento (retrogrado) en algunas épocas del año se debe a su movimiento con respecto a la Tierra en su órbita alrededor del Sol. La tercera es que sabemos que las estrellas que componen las constelaciones no son puntos brillantes, sino cuerpos gigantescos que emiten grandes cantidades de energía en forma de radiación electromagnética (luz). Están separadas unas de otras por enormes distancias, sólo parecen estar juntas desde nuestra perspectiva.
Una de las principales herramientas de la astrología moderna es la carta astral: un diagrama de las posiciones del Sol, la Luna, los planetas y sus posiciones respecto a las constelaciones del Zodiaco, asumiendo por supuesto que la Tierra esta en el centro del universo. El signo que se asigna a una persona es la constelación frente a la cual se encuentra el Sol en la fecha del nacimiento. El ascendente es la constelación que está emergiendo sobre el horizonte en el instante del nacimiento. Pero no es claro qué constelación corresponde a los signos. Por ejemplo, el Sol se encuentra frente a Escorpión durante solamente siete días por año, del 23 al 29 de noviembre, considerablemente menos tiempo y casi un mes fuera de fase con las fechas en el horóscopo. Si por fecha usted es Escorpión, lo más probable es que el Sol se encontrara frente a la constelación de Virgo en el momento de su nacimiento. Vista desde la Tierra, esta estrella pasa casi 45 días frente a esa constelación, del 16 de septiembre al 30 de octubre. (Puede leer: Contaminación lumínica de los satélites pone en riesgo descubrimientos astronómicos
La conexión entre los signos y las constelaciones es aún más crítica para quienes nacieron entre el 30 de noviembre y el 17 de diciembre. En esas fechas el sol no se encuentra frente a ninguna de las constelaciones del Zodiaco, sino frente a Ofiuco, un grupo de estrellas asociado en la antigüedad con un cazador de serpientes. No es sorprendente que hoy Ofiuco se encuentre en algunos periódicos japoneses como el decimotercer signo en los horóscopos, y otros sigan la convención de 14 signos que se hizo popular durante los 70 al incluir la constelación de Cetus, la ballena para los antiguos Griegos.
Además de los signos, los astrólogos leen la posición de los planetas en el firmamento, incluyendo algunos que no eran conocidos en la Antigüedad. El planeta Urano, que fue descubierto por el legendario astrónomo William Herschel en 1781 usando un telescopio que él mismo construyó y la invaluable asistencia de su hermana Caroline. Neptuno, fue descubierto en el siglo XIX por tres matemáticos que trabajaban en astronomía: el inglés John Couch Adams, el francés Urbain Le Verrier y el alemán Johann Galle. Y por supuesto Plutón, que no fue descubierto hasta 1930 por el astrónomo Clyde Tombaugh. Eris, Haumea, Makemake y otros planetas enanos descubiertos recientemente más allá de la órbita de Neptuno no aparecen todavía en las cartas astrales. Pero si aparece Chiron, un asteroide de unos 100 kilómetros de diámetro descubierto en 1977 que tal vez por su nombre, heredado del centauro de la mitología griega, es aún más popular que los asteroides Ceres, Vesta y Pallas, que son varias veces mayores en tamaño. Afortunadamente, tampoco aparecen los nueve asteroides que entre los años 2000 y el 2006 fueron descubiertos por el astrónomo venezolano y profesor de la Universidad de Antioquia Ignacio Ferrín.
Aún si usted ignora las constelaciones y selecciona los planetas y asteroides a su gusto, puede poner a su astrólogo de confianza en aprietos si elige nacer en el lugar equivocado. Las cartas astrales no se pueden construir para lugares por encima del circulo polar ártico o antártico. Si nació en Murmansk (Rusia), Tromsø (Noruega) o Kiruna (Suecia), usted es tan problemático para los astrólogos como lo es el método científico.
En la Antigua Grecia, hace casi dos mil años, Cicero y Plotino advertían la incongruencia de las predicciones astrológicas a través del ejemplo de gemelos, nacidos bajo el mismo signo, y con características muchas veces opuestas. Las leyes de la gravitación universal, enunciadas por primera vez por Isaac Newton en 1687 y desde entonces usadas en innumerables aplicaciones desde viajes espaciales hasta la generación de electricidad a través de las mareas, indican que la atracción gravitacional de la enfermera, el doctor o el hospital durante nuestro nacimiento es mayor que el efecto gravitacional del planeta Marte o las estrellas cualquier constelación. Sin embargo, la astrología, quienes se lucran de ella y quienes usan recursos públicos para financiarla se niegan a desaparecer. Los horóscopos y las predicciones astrológicas siguen acaparando espacio en los medios masivos y en la mente de los humanos del siglo XXI, anclados en los tiempos cuando nuestra ignorancia le daba el poder a quienes creían leer el cielo. A nadie se le niega el placer de leer su horóscopo y que a veces le salga o no, como a nadie se le niega pensar que la liga de futbol de Colombia es la mejor del mundo. Solamente esperamos que no se lo tomen muy en serio y dejen un poco de aire para quienes vemos un universo un poco más grande.
*Astrofísico colombiano, investigador en el Instituto Nacional de Astrofísica de Italia (INAF)