Ratas gigantes africanas podrían ayudar a detectar fauna traficada ilegalmente
El comercio ilegal de vida silvestre representa una de las economías criminales más grandes del mundo, poniendo en peligro a muchas especies y sus hábitats. A medida que se buscan nuevas estrategias para combatir esta amenaza, un grupo de investigadores ha propuesto el uso de ratas gigantes africanas para detectar olores relacionados con la vida silvestre traficada.
El comercio ilegal de vida silvestre es una de las mayores economías criminales globales y amenaza directamente a las especies y sus hábitats, a la biodiversidad, e indirectamente al clima global y a las economías de los países. Los métodos actuales para combatir este flagelo se concentran en revisar contenedores de envío con herramientas como los escáneres de rayos X.
Pero, ¿sería posible usar animales detectores de olores para mejorar las tácticas de vigilancia? Un grupo de investigadores escribe en un estudio publicado en la revista Frontiers in Conservation Science que los animales pueden ser más adecuados para distinguir entre materiales orgánicos y menos susceptibles a los métodos de ocultación visual. El trabajo previo de detección de olores se ha centrado en gran medida en perros (Canis lupus familiaris). Sin embargo, los científicos presentan estudios de prueba de principio que entrenan a ratas gigantes africanas (Cricetomys ansorgei) para detectar vida silvestre traficada.
Las ratas gigantes africanas son roedores que se destacan no solo por su tamaño, sino también por su inteligencia y habilidades excepcionales. Estas ratas pueden alcanzar longitudes de hasta 80 centímetros, incluida la cola, y pesar entre 1.5 y 3.5 kilogramos. Su pelaje es generalmente de color marrón claro a gris, con un vientre más claro. Son nativas de África central y oriental, donde habitan en bosques, sabanas y zonas urbanas. Son especialmente conocidas por su agudo sentido del olfato, que les permite detectar olores a distancias significativas. En términos de comportamiento, las ratas gigantes africanas son muy sociables y suelen vivir en grupos. Tienen un ciclo de vida corto, alcanzando la madurez en unos pocos meses.
Como prueba inicial, los investigadores entrenaron a 11 ratas dentro de un entorno de laboratorio para detectar el olor de las escamas de pangolín (Manis spp.) y una madera dura africana amenazada (Dalbergia melanoxylon). En experimentos posteriores, entrenaron a estas ratas para detectar cuernos de rinoceronte (familia Rhinocerotidae) y colmillos de elefante (Loxodonta spp.).
La elección de los experimentos no fue al azar. Las escamas de pangolín, por ejemplo, son altamente valoradas en el mercado negro debido a su uso en medicina tradicional y en la fabricación de productos de lujo, lo que ha llevado a una caza intensiva de estos animales, convirtiéndolos en uno de los mamíferos más traficados del mundo. Por su parte, la madera de Dalbergia melanoxylon, también conocida como palisandro, es muy demandada por su calidad y belleza, lo que ha resultado en la sobreexplotación de esta especie, amenazando su supervivencia. Los cuernos de rinoceronte y los colmillos de elefante han sido históricamente objetos de gran valor en diversas culturas, impulsando el tráfico ilegal y la caza furtiva.
Durante las pruebas, las ratas lograron detectar correctamente el 85,71% de los objetivos y solo hicieron falsas alarmas en el 1,3% de los casos. Las ratas demostraron una excelente retención de aprendizaje, manteniendo su capacidad de detectar ciertos olores incluso después de varios meses sin exposición. Aunque su rendimiento fue comparable al de los perros, se necesitaría investigar más sobre su capacidad para generalizar olores nuevos y la influencia de las diferencias en el tratamiento de los materiales de entrenamiento. El entrenamiento de las ratas varió en duración según la especie objetivo, con sesiones que fueron desde 22 para rinoceronte hasta 172 para pangolín. Los roedores mostraron la capacidad de detectar objetivos de vida silvestre, incluso en presencia de elementos familiares y nuevos, sin que el efecto de novedad afectara significativamente su rendimiento.
La investigación, sin embargo, tiene limitaciones. En primer lugar, el entrenamiento y las pruebas de las ratas se llevaron a cabo en un entorno de laboratorio. “En última instancia, esto no refleja los entornos en los que los animales salvajes son objeto de tráfico habitual o de detección de olores. Se requieren más investigaciones para evaluar cómo pueden operar las ratas en entornos del mundo real y si mantienen su capacidad de detectar animales salvajes en condiciones menos controladas”.
En segundo lugar, tanto las ratas como los perros que detectan olores tienden a generalizar, es decir, pueden reconocer diferentes variaciones de un mismo olor. Sin embargo, hay poca investigación sobre cuántos tipos de olores necesitan entrenarse para que puedan generalizar bien. Por ejemplo, se ha demostrado que los perros pueden detectar hasta seis variaciones de un olor después de entrenarse solo en dos. Esto sugiere que para que un detector de olores sea efectivo, es fundamental entrenarlo con una variedad adecuada de olores. Aunque se intentó presentar a las ratas una amplia gama de especímenes, aún no se ha comprobado si esto es suficiente para que reconozcan otros especímenes o diferentes cantidades de ellos.
Dado que el tráfico de vida silvestre a menudo involucra muchos animales, el entrenamiento realizado con un número limitado de muestras podría no ser representativo de lo que enfrentarán en la vida.
Finalmente, los resultados de la investigación sobre la detección de marfil por parte de las ratas deben tomarse con precaución. Al final del estudio, se descubrió que las muestras de marfil y las de rinoceronte estaban almacenadas juntas en la misma caja fuerte del laboratorio, lo que fue un inconveniente logístico. Además, se notó que un grupo de ratas entrenadas para detectar rinoceronte, pero no marfil, reaccionaron a las muestras de marfil cuando se les presentaron por primera vez. Esto plantea la posibilidad de que las muestras de marfil estuvieran contaminadas con olores de rinoceronte debido al almacenamiento compartido. Por lo tanto, no se puede concluir que las ratas sean capaces de detectar el olor del marfil.
Sin embargo, si las ratas efectivamente reconocieron la contaminación de rinoceronte en las muestras de marfil, esto muestra que tienen una sensibilidad notable para detectar incluso pequeñas cantidades de un olor que les resulta familiar. En resumen, aunque los resultados son interesantes y muestran la capacidad olfativa de las ratas, es crucial considerar la posibilidad de contaminación y la necesidad de más investigación para confirmar si realmente pueden identificar el marfil por sí mismo. En general, este estudio demuestra la utilidad potencial de emplear ratas gigantes africanas de bolsa para la detección de contrabando de vida silvestre, aunque se necesita más investigación para establecer la viabilidad de su implementación.
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El comercio ilegal de vida silvestre es una de las mayores economías criminales globales y amenaza directamente a las especies y sus hábitats, a la biodiversidad, e indirectamente al clima global y a las economías de los países. Los métodos actuales para combatir este flagelo se concentran en revisar contenedores de envío con herramientas como los escáneres de rayos X.
Pero, ¿sería posible usar animales detectores de olores para mejorar las tácticas de vigilancia? Un grupo de investigadores escribe en un estudio publicado en la revista Frontiers in Conservation Science que los animales pueden ser más adecuados para distinguir entre materiales orgánicos y menos susceptibles a los métodos de ocultación visual. El trabajo previo de detección de olores se ha centrado en gran medida en perros (Canis lupus familiaris). Sin embargo, los científicos presentan estudios de prueba de principio que entrenan a ratas gigantes africanas (Cricetomys ansorgei) para detectar vida silvestre traficada.
Las ratas gigantes africanas son roedores que se destacan no solo por su tamaño, sino también por su inteligencia y habilidades excepcionales. Estas ratas pueden alcanzar longitudes de hasta 80 centímetros, incluida la cola, y pesar entre 1.5 y 3.5 kilogramos. Su pelaje es generalmente de color marrón claro a gris, con un vientre más claro. Son nativas de África central y oriental, donde habitan en bosques, sabanas y zonas urbanas. Son especialmente conocidas por su agudo sentido del olfato, que les permite detectar olores a distancias significativas. En términos de comportamiento, las ratas gigantes africanas son muy sociables y suelen vivir en grupos. Tienen un ciclo de vida corto, alcanzando la madurez en unos pocos meses.
Como prueba inicial, los investigadores entrenaron a 11 ratas dentro de un entorno de laboratorio para detectar el olor de las escamas de pangolín (Manis spp.) y una madera dura africana amenazada (Dalbergia melanoxylon). En experimentos posteriores, entrenaron a estas ratas para detectar cuernos de rinoceronte (familia Rhinocerotidae) y colmillos de elefante (Loxodonta spp.).
La elección de los experimentos no fue al azar. Las escamas de pangolín, por ejemplo, son altamente valoradas en el mercado negro debido a su uso en medicina tradicional y en la fabricación de productos de lujo, lo que ha llevado a una caza intensiva de estos animales, convirtiéndolos en uno de los mamíferos más traficados del mundo. Por su parte, la madera de Dalbergia melanoxylon, también conocida como palisandro, es muy demandada por su calidad y belleza, lo que ha resultado en la sobreexplotación de esta especie, amenazando su supervivencia. Los cuernos de rinoceronte y los colmillos de elefante han sido históricamente objetos de gran valor en diversas culturas, impulsando el tráfico ilegal y la caza furtiva.
Durante las pruebas, las ratas lograron detectar correctamente el 85,71% de los objetivos y solo hicieron falsas alarmas en el 1,3% de los casos. Las ratas demostraron una excelente retención de aprendizaje, manteniendo su capacidad de detectar ciertos olores incluso después de varios meses sin exposición. Aunque su rendimiento fue comparable al de los perros, se necesitaría investigar más sobre su capacidad para generalizar olores nuevos y la influencia de las diferencias en el tratamiento de los materiales de entrenamiento. El entrenamiento de las ratas varió en duración según la especie objetivo, con sesiones que fueron desde 22 para rinoceronte hasta 172 para pangolín. Los roedores mostraron la capacidad de detectar objetivos de vida silvestre, incluso en presencia de elementos familiares y nuevos, sin que el efecto de novedad afectara significativamente su rendimiento.
La investigación, sin embargo, tiene limitaciones. En primer lugar, el entrenamiento y las pruebas de las ratas se llevaron a cabo en un entorno de laboratorio. “En última instancia, esto no refleja los entornos en los que los animales salvajes son objeto de tráfico habitual o de detección de olores. Se requieren más investigaciones para evaluar cómo pueden operar las ratas en entornos del mundo real y si mantienen su capacidad de detectar animales salvajes en condiciones menos controladas”.
En segundo lugar, tanto las ratas como los perros que detectan olores tienden a generalizar, es decir, pueden reconocer diferentes variaciones de un mismo olor. Sin embargo, hay poca investigación sobre cuántos tipos de olores necesitan entrenarse para que puedan generalizar bien. Por ejemplo, se ha demostrado que los perros pueden detectar hasta seis variaciones de un olor después de entrenarse solo en dos. Esto sugiere que para que un detector de olores sea efectivo, es fundamental entrenarlo con una variedad adecuada de olores. Aunque se intentó presentar a las ratas una amplia gama de especímenes, aún no se ha comprobado si esto es suficiente para que reconozcan otros especímenes o diferentes cantidades de ellos.
Dado que el tráfico de vida silvestre a menudo involucra muchos animales, el entrenamiento realizado con un número limitado de muestras podría no ser representativo de lo que enfrentarán en la vida.
Finalmente, los resultados de la investigación sobre la detección de marfil por parte de las ratas deben tomarse con precaución. Al final del estudio, se descubrió que las muestras de marfil y las de rinoceronte estaban almacenadas juntas en la misma caja fuerte del laboratorio, lo que fue un inconveniente logístico. Además, se notó que un grupo de ratas entrenadas para detectar rinoceronte, pero no marfil, reaccionaron a las muestras de marfil cuando se les presentaron por primera vez. Esto plantea la posibilidad de que las muestras de marfil estuvieran contaminadas con olores de rinoceronte debido al almacenamiento compartido. Por lo tanto, no se puede concluir que las ratas sean capaces de detectar el olor del marfil.
Sin embargo, si las ratas efectivamente reconocieron la contaminación de rinoceronte en las muestras de marfil, esto muestra que tienen una sensibilidad notable para detectar incluso pequeñas cantidades de un olor que les resulta familiar. En resumen, aunque los resultados son interesantes y muestran la capacidad olfativa de las ratas, es crucial considerar la posibilidad de contaminación y la necesidad de más investigación para confirmar si realmente pueden identificar el marfil por sí mismo. En general, este estudio demuestra la utilidad potencial de emplear ratas gigantes africanas de bolsa para la detección de contrabando de vida silvestre, aunque se necesita más investigación para establecer la viabilidad de su implementación.
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