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Ser científica y mamá en Colombia: la desventaja que no queremos ver

Con ocasión del Día Internacional de las Niñas y las Mujeres en la Ciencia, las mujeres se preguntan cómo ser científicas y madres, sin que eso les quite oportunidades de crecer como investigadoras, y cómo integrar a las niñas a la ciencia del país. ¿La respuesta? Políticas públicas que apoyen sus decisiones.

Helena Calle
11 de febrero de 2021 - 08:20 p. m.
Colombia tardaría 170 años en cerrar la brecha de género en Ingeniería, según un estudio de 2019.
Colombia tardaría 170 años en cerrar la brecha de género en Ingeniería, según un estudio de 2019.
Foto: Smithsonian
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Lina Caballero es botánica y doctora en genética y biología molecular, y coordinadora de Parent In Science Colombia, un colectivo por ahora muy nuevo que quiere hacer énfasis en los tratos diferenciales que deberían tener madres y padres que se dedican a la academia y a la ciencia en Colombia.

Entre el 9 y el 12 de febrero, la Red Colombiana de Mujeres Científicas está llevando a cabo una serie de eventos virtuales para destacar el papel de las niñas y las mujeres en la ciencia de hoy. Uno de los asuntos más relevantes por estos días de pandemia, es hacer visible el tema de la maternidad en la academia y la ciencia colombiana.

En una de las conversaciones de la Red sobre mujeres científicas y maternidades, Caballero citó un estudio del ecólogo Camilo López Aguirre, ecólogo colombiano en la Universidad de New Wales (Australia), quien se dio a la tarea de calcular cuánto duraría Colombia en cerrar la brecha de género en las ciencias colombianas. En promedio, analizando seis áreas —Humanidades, Ingeniería, Ciencias Sociales, Ciencias Médicas, Agrícolas y Naturales—, las proyecciones indican que restan 25 años para alcanzar la paridad.

Para humanidades puede tardar tres años, 15 para ciencias naturales, 25 para ciencias sociales y agrícolas, y 170 para ingeniería. Casi dos siglos. El estudio fue publicado en 2019, y según los cálculos, la presencia de mujeres en la ciencia colombiana aumentó un 4.69%, pero las mujeres eran minoría (38.4% para 2015) en la cohorte de investigadores e investigadoras en el país.

Una de las particularidades de las mujeres que investigan, y que nadie está teniendo en cuenta, es que eligen ser madres. “Lo que está pasando es que, aunque más mujeres están ingresando más a los pregrados, la continuación de su formación se va disminuyendo. El efecto de llama “efecto tijera” o “tubería en fuga””, dice Caballero. (Le puede interesar: Las colombianas que la están rompiendo en su campo)

Según datos del Observatorio de Ciencia y Tecnología (OCyT) sobre las mujeres en la academia colombiana, superan en porcentaje a los hombres en pregrados como medicina y ciencias de la salud (71% de mujeres), matemáticas y ciencias naturales (52.4% de mujeres), economía y administración (63.6%) y ciencias de la educación (66.1%), pero en el doctorado es cuando la brecha se hace más evidente: en ciencias de la educación el 54.6% de graduados son hombres, en economía y administración, el 74%, en artes, el 60%.

Para el año 2009 a 2018, el OCyT encontró que a pesar de que Colciencias apoya más a jóvenes investigadoras, solo el 37% de investigadores senior en Colombia son mujeres. ¿Qué está pasando entonces para que las mujeres no continúen sus estudios, o los interrumpan?

Según Caballero, por los estereotipos de género para hombres y mujeres, las responsabilidades del hogar (lo que llaman “triple jornada”: ser madre, esposa y trabajadora), la falta de representatividad en posiciones de mayor rango. (En contexto: Ser mujer e investigar en Colombia, un camino que se va estrechando)

Camila Infanger, científica y parte del grupo Parent in Science, en Brasil, compartió un poco de las conversaciones de pasillo que ha escuchado sobre ser científica y además, ser madre: “¡Recién contratada y ya va a tener un hijo!”; “¿Seis meses de vacaciones, no?” (refiriéndose a la licencia de maternidad); “Es ridícula la historia del impacto de la maternidad en la carrera”. “Yo lo logré sin ninguna ayuda especial, ¿ustedes por qué no lo logran?” (esta frase vino de una investigadora de edad).

Infanger dice –mientras amamanta a su bebé– que hay una estructura en la ciencia que replica a la de la sociedad, y que exige de las mujeres dividir su tiempo entre la casa, los hijos, el marido y la ciencia que hacen. Como la sociedad se replica en la ciencia, pues la situación se agrava para científicas jovenes, negras, indígenas, populares, migrantes, con discapacidad o enfermedades crónicas o diagnósticos de enfermedad mental.

Si no, se espera de ellas postergar sus planes de maternar hasta después del posgrado, ua exigencia que no se hace a los hombres a la hora de decidir ser padres. “Más en pandemia, los investigadores no siempre están disponibles, pero la ciencia y nuestro trabajo ha invadido nuestras casas. En los ambientes que tenemos para nuestras familias tenemos que compartir con la ciencia porque no hay una división real”. Por otro lado, está el “cuerpo maternal”: cuando la imagen física de una mujer cambia, el tratamiento de colegas también. Su vientre abultado hace que, de golpe, pase de científica a madre.

“La ley de los hombres crea dinámicas distintas para las madres en la ciencia”, dice Infanger. La cosa comienza así: la mayoría de mujeres del siglo XXI tienen un conflicto entre trabajo y familia. “Más en pandemia, en donde debemos estar disponibles 24/7, entonces sus colegas la leen como “ausente” porque no siempre está disponible para la ciencia. Tiene una doble jornada como cuidadora y como científica (además que los horarios de laboratorio o investigación de campo no siempre coinciden con los horarios del colegio, por ejemplo)”, agrega.

A pesar de esto, los criterios del “mérito” aún se mantienen en la academia, pero quienes pueden hacer más y mejor son, sin duda, los hombres que no tienen estas responsabilidades. Esto explicaría que las mujeres alcancen los puestos de poder pero mucho más tarde que los hombres (cuando tienen más edad), o que nunca lleguen allí.

Aún no hay datos sobre ser madre y científica en Colombia, pero estudios internacionales han demostrado que la pandemia causada por el COVID-19 ha hecho que ser madre y científica se vuelva aún más complejo.

Una carta titulada “Impactos del COVID-19 en madres académicas”, publicada en la revista Science por científicas brasileras, advertía desde mayo de 2020 (apenas unos meses entradas en las semanas) que “las mujeres científicas s corren el riesgo de sufrir otra pena de maternidad. En lugar de escribir artículos, es probable que dediquen tiempo a educar a los niños en el hogar y hacer las tareas del hogar. Estos meses de deberes más pesados pueden aumentar la distancia entre ellos y sus compañeros masculinos y sin hijos. La desigualdad de género en la ciencia es un problema urgente y la maternidad juega un papel importante en él”.

Otro estudio, publicado en febrero de 2021 en la revista Science, demostró que la proporción de autoras en preimpresiones, manuscritos enviados y artículos publicados disminuyó durante los primeros meses de la pandemia. Las madres también sufrieron una caída un 33% mayor en las horas de investigación en comparación con los padres, según una encuesta mundial de 20.000 personas con títulos doctorales. La encuesta, realizada de mayo a julio de 2020, también encontró que las madres asumían más tareas domésticas y de cuidado infantil que los padres.

Hay soluciones. El Instituto Canadiense de Investigación en Salud abrió una convocatoria para investigación sobre COVID-19. La fecha límite para inscripciones era 8 días y de los inscritos, solo el 29% eran mujeres, según Science. Cuando la agencia volvió a abrir la misma convocatoria, dio un plazo de 19 días y acortó el papeleo: 39% de mujeres se inscribieron, según cuentan en un estudio en la revista PNAS.

La propuesta de Parent In Science Colombia es compleja de alcanzar: tener datos sobre el impacto de la maternidad y la paternidad en la academia, revisar las licencias de maternidad y paternidad; que en el CVLAC se incluya si una investigadora es madre (si ella quiere) para que los periodos de ausencia de la academia o la investigación sean leídos como una causa justa para la llamada “baja productividad”, y generar buenas prácticas y políticas de apoyo a la maternidad y la paternidad en la ciencia colombiana. Para recoger estos datos están haciendo una encuesta para docentes e investigadoras, que puede llenar aquí.

“Buena parte de las comunidades científicas usualmente se auto-perciben como meritocráticas, libres de sesgos, discriminaciones e inequidades de género, y por lo tanto, hacerse la pregunta por el género en sus prácticas resulta trivial a primera vista. Esta situación se agrava dadas las enormes carencias y desigualdades que vive la región, en particular las mujeres de los sectores más excluídos (…) La igualdad en la participación de las mujeres en la producción científico tecnológica suele ser considerada una preocupación para un sector élite”, dicen Tania Pérez Bustos y Sandra Daza, en el artículo “Contando mujeres, una reflexión sobre indicadores de género y ciencia en Colombia”, publicado en la revista Viraje, de la Universidad de Caldas, en 2015.

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