Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Durante la madrugada del 6 de febrero de 2023, se registraron en el sureste de Turquía dos terremotos que provocaron 53.537 muertos y 107.213 heridos. Este, anotó en ese entonces el Gobierno, había sido uno de los “terremotos más mortíferos de la historia”.
Además de lo letal que fue este terremoto, recientemente este evento lleva a los científicos a replantearse lo que conocen hasta ahora de sismología. Así lo determinó un reciente estudio publicado en la revista Science, donde un grupo de investigadores concluyó que, al parecer, estos dos sismos “movieron la corteza terrestre a centenares de kilómetros de los epicentros, y no solo en la zona de fricción”.
Estos sismos, según dice el estudio, generaron que toda la placa de Anatolia, clave en estos terremotos, se desplazara hacia el oeste. Si bien solo fue un centímetro, los investigadores advierten que “equivale a casi la mitad de la traslación de todo un año”.
La placa tectónica Anatolia, también llamada “placa turca”, comprende la mayor parte de Asia menor y limita con la placa arábiga, la placa euroasiática y la africana. A medida que se desplazan, se presentan sismos. La Autoridad para el Manejo de Desastres y Emergencias (AFAD, por sus siglas en inglés) turca registró más de 22.000 en 2022, aunque ninguno con la magnitud del que se reportó en 2023.
Sin embargo, para los investigadores, lo que pasó con los terremotos de 2023 “supera todo lo que podían prever los modelos que se emplean para anticipar el riesgo sísmico”.
De hecho, Philippe Vernant, coautor del estudio y geólogo de la Universidad de Montpellier (Francia), en entrevista con El País explicó que, generalmente, se pueden modelar los desplazamientos asociados a un terremoto con modelos elásticos. Estos modelos, añade, tienen en cuenta diversos factores, como la esfericidad de la Tierra y la geometría de la falla que se rompió.
Sin embargo, añadió el investigador francés al medio español, “lo sorprendente en esta secuencia de terremotos es que los desplazamientos de campo lejano observados en la placa de Anatolia son demasiado altos”.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores se basaron en una red sensores GNSS (sistemas de geolocalización en tierra), los cuales, entre otras albergan datos de tres de las herramientas de satélites de posicionamiento, como la estadounidense GPS, la europea Galileo y la rusa Glonass.
Los datos recopilados en esta red, mostraron que el desplazamiento de la corteza terrestre se produjo hasta a 700 kilómetros de los epicentros. Además, encontraron que el movimiento no se limitó únicamente en la zona de falla, sino que fue toda la placa de Anatolia la que se desplazó.
“La placa de Anatolia se movió más de lo que hubiéramos esperado y no así al otro lado de la falla, en la arábiga. Esto implica que la placa de Anatolia es muy específica y las rocas debajo de la corteza probablemente tienen una viscosidad baja”, agregó el investigador.
La consecuencia de este movimiento, agregó, “es que todo lo que es Asia menor se está estirando y metiendo bajo la placa del Mar Egeo y no se ve empujada por la placa arábiga”.
👩🔬📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre ciencia? Te invitamos a verlas en El Espectador. 🧪🧬