Todos hablamos de volcanes, pero, ¿qué opinan quienes viven cerca?
Desde el norte de Manizales hasta el límite con Ecuador, en el país se han identificado al menos 25 volcanes activos. Vivir cerca de estos lugares representa un riesgo, pero también una posibilidad para las comunidades. ¿Por qué? Estuvimos con varias de ellas.
“El ambiente era tenso. Al piso de nuestra casa le salieron grietas porque hasta ahí llegan las ‘raíces’ del volcán. Se oían como muchos truenos por debajo de la tierra. Lo primero que hacíamos al levantarnos era mirarlo para ver si estaba botando la fumarola. En las noches antes de dormir corríamos a mirar el pico y veíamos una luz reflejada en el cielo. Nosotros decíamos ‘le está saliendo candela’, pero por fortuna no fue así”, recuerda María Viviana Gálvez, quien vive a 15 kilómetros del volcán Nevado del Ruiz, en la vereda Playa Larga, de Villa María, Caldas, una zona de alto riesgo volcánico. (Puede leer: Descubren un sistema solar con seis planetas que orbitan en “perfecta sincronía”)
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“El ambiente era tenso. Al piso de nuestra casa le salieron grietas porque hasta ahí llegan las ‘raíces’ del volcán. Se oían como muchos truenos por debajo de la tierra. Lo primero que hacíamos al levantarnos era mirarlo para ver si estaba botando la fumarola. En las noches antes de dormir corríamos a mirar el pico y veíamos una luz reflejada en el cielo. Nosotros decíamos ‘le está saliendo candela’, pero por fortuna no fue así”, recuerda María Viviana Gálvez, quien vive a 15 kilómetros del volcán Nevado del Ruiz, en la vereda Playa Larga, de Villa María, Caldas, una zona de alto riesgo volcánico. (Puede leer: Descubren un sistema solar con seis planetas que orbitan en “perfecta sincronía”)
Durante los meses en los que la actividad del volcán estuvo en alerta naranja, Viviana decidió trasladar a sus tres hijos, dos de 12 y 7 años diagnosticados con autismo, y el mayor de 16 años, que padece síndrome de Asperger, a Neira, Caldas, donde su abuela.
Las comunidades que viven cerca del volcán lo consideran como su amigo, su vecino e incluso su compadre, como le dice el esposo de Viviana. Sin embargo, durante la alerta naranja fue inevitable no sentir miedo. “Por primera vez sentíamos que había peligro, porque nosotros siempre vemos el volcán como algo hermoso. La belleza es tanta, que no parece peligroso”, dice Deiver Andrés González, el hijo mayor de Viviana.
Aunque parece tranquilo la mayoría del tiempo, quienes están en la zona saben los riesgos que se corren. “En la escuela nos enseñan sobre tipos de erupciones, el color de la lava, el peligro e incluso sobre la historia del volcán. Mientras que en el colegio nos enseñan lo asociado a la evacuación”, cuenta Deiver.
Como Viviana y su familia, miles de personas se encuentran en zonas de riesgo por la presencia de volcanes en Colombia. Más de 400 municipios del país viven en algún tipo de riesgo (alto, medio o bajo) por esta condición, pues el Nevado del Ruiz es solo uno de los 25 campos o estructuras volcánicas activas que se han identificado en el país, es decir, que han hecho al menos una erupción en los últimos 10.000 años.
“Puede que sean más, porque ya hay unos extintos de los que no tenemos registro”, explica John Makario Londoño Bonilla, director técnico de Geoamenazas, del Servicio Geológico Colombiano (SGC). Esta entidad, encargada de monitorear, entre otras cosas, los volcanes que hay en Colombia, reunió por séptima vez a 28 delegaciones conformadas por niños, niñas y jóvenes de siete departamentos que viven en zonas de riesgo volcánico. (Le puede interesar: Científicos desarrollan robot autónomo que puede extraer oxígeno del agua en Marte)
Alrededor de 300 estudiantes de Caldas, Quindío, Tolima, Cauca, Huila, Nariño y Putumayo estuvieron en Sibundoy, Alto Putumayo, a inicios de noviembre, compartiendo sus experiencias de cómo es vivir en un volcán y cómo manejan el peligro.
“Este evento es una oportunidad de generar y afianzar un proceso de conocimiento volcánico y de la gestión del riesgo, para que en caso de que tengan que enfrentar una situación de este tipo, lo hagan con conocimiento y de una manera más apropiada”, sostiene Diego Gómez Martínez, funcionario del SGC, quien fundó en 2011 la “Bienal Nacional de Niños, Niñas y Jóvenes que Viven en Zonas de Riesgo Volcánico”.
Las personas que se reunieron tienen algo en común: la manera de percibir el hecho de vivir en un volcán. Algunos los describen como un símbolo de fuerza y armonía, otros como “una fuente de vida” y la gran mayoría lo consideran parte de su historia e identidad.
“Ellos nos muestran los beneficios ambientales, naturales, paisajísticos y de productividad, pero también saben que hay que estar preparados por si el volcán entra en erupción”, agrega Gómez. (También puede leer: Después de 50 años, una misión de Estados Unidos regresará a la Luna)
Aprender a vivir con un volcán desde las aulas
Es por esto que en La Florida, Nariño, uno de los 50 municipios en amenaza por el volcán Galeras, desde 2006 se empezó a incluir la gestión del riesgo como un área transversal en la educación de los estudiantes de la institución San Bartolomé. Esta decisión surgió de la necesidad de saber cómo actuar ante eventos como el del 14 de enero de 1993, día en que el Galeras hizo erupción y dejó como saldo nueve personas muertas.
En 2014, la institución se convirtió en la primera a nivel nacional en incluir el área de gestión de riesgo y cambio climático en su currículum. “Ahí trabajamos una serie de proyectos, estrategias y acciones para crear una cultura de gestión del riesgo que permita conocer los fenómenos amenazantes, tomar las medidas necesarias y devolver a la naturaleza un poco de lo que le hemos quitado, pues de este volcán se desprenden 125 quebradas”, indica el docente Néstor Aurelio Muñoz.
Todos los estudiantes, desde transición hasta grado 11, ven esta área. La institución realiza dos simulacros de evacuación al año y lidera procesos de reforestación, de recolección de residuos sólidos y, además, realizan procesos de investigación y robótica aplicada a la gestión de riesgo. Estudiantes de décimo grado, por ejemplo, crearon un prototipo para monitorear la actividad del volcán, especialmente los sismos.
El modelo pedagógico de este colegio ha sido replicado en otras instituciones del departamento e incluso en otros países. “Desde hace tres años estamos vinculados con un proceso en la Universidad de La Frontera, de Chile. Ellos conocieron nuestra experiencia, la incorporaron y desde entonces somos parte de un encuentro a nivel de Latinoamérica donde intercambiamos saberes”, agrega el profesor. (Puede interesarle: Las abejas con cerebros más grandes toleran mejor vivir en ciudades)
Para estudiantes como Nina Ramos, de grado sexto, vivir cerca del volcán Galeras, más que una amenaza, es una oportunidad de conocer esta estructura de primera mano. “Nos permite hacer este tipo de proyectos y de contar ese tipo de experiencias”, dice la estudiante de 12 años.
Pero casos como el de San Bartolomé no son comunes en todo el país. A Santiago Barón Rincón, un joven de 16 años que vive en Cajamarca, Tolima, le preocupa que, en este municipio de alta amenaza ubicado a 7 km en línea recta del volcán Cerro Machín, hay muchas personas que no saben de la presencia de esta estructura.
“El volcán es fuente de vida, ahí hay escuelas, casas, cultivos. De hecho, Cajamarca es la despensa agrícola de Colombia gracias a todos los minerales que tenemos en nuestras tierras, producto de las erupciones del volcán. Sin embargo, muchos no saben que él está ahí, o sí saben, pero no dimensionan todo lo que conlleva exactamente”, dice el joven.
Por esta razón, hace cinco años nació el proyecto Michín Machín, del que hacen parte 100 personas del municipio, especialmente jóvenes, quienes se identifican como brigadistas de gestión del riesgo volcánico. “Intentamos buscar todos los recursos para enseñarle a la comunidad a manejar el riesgo. Realizamos videos, caminatas, salidas pedagógicas, porque lo que buscamos es que el territorio se apersone del volcán”, explica Santiago, uno de los líderes del proyecto. (Puede leer: Desentierran momias con “cabezas falsas” en Perú)
Con ayuda de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, Cruz Roja, Defensa Civil y el Servicio Geológico Colombiano, estas personas recorren el municipio para “educomunicar”, es decir, transmitir el conocimiento que han ido adquiriendo sobre el Cerro Machín. Hasta el momento se han vinculado con dos de las cinco instituciones del municipio y ya iniciaron el proceso para hacerlo con las tres restantes. Pero el objetivo es poder llegar a los 25 municipios de los tres departamentos (Quindío, Tolima, Cundinamarca) que están en alta amenaza volcánica por el Cerro Machín.
“La gestión de riesgo es un proceso social, de manera que todo el mundo está involucrado: las comunidades, las autoridades, tomadores de decisiones, las familias y cada persona. Siempre vamos a estar sometidos a riesgos en todo sentido, y más si son de origen natural como sismos, volcanes, movimientos en masa”, resalta Makario, del SGC.
Por esto, el conocimiento es la base para acostumbrarse a vivir en una zona volcánica. Las personas primero, dice Makario, deben conocer qué es un volcán, cómo actúa y tener preparativos para saber qué hacer cuando haya una erupción, a dónde tiene que evacuar, cuáles son las rutas que tiene que tomar.