“Todos somos científicos, pero el sistema lo vuelve aburrido”, Michio Kaku
En su visita a Colombia, el físico teórico estadounidense habló con El Espectador sobre la educación científica, los computadores cuánticos y, entre otros, de los viajes a través del tiempo.
Fernan Fortich
El colegio Lunita de Chía, en el centro de Cundinamarca, recibió recientemente a uno de los más famosos divulgadores e investigadores de las lógicas del universo. A sus instalaciones llegó, con un traje y con bolso de mano negro, el físico teórico Michio Kaku.
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El colegio Lunita de Chía, en el centro de Cundinamarca, recibió recientemente a uno de los más famosos divulgadores e investigadores de las lógicas del universo. A sus instalaciones llegó, con un traje y con bolso de mano negro, el físico teórico Michio Kaku.
De ascendencia japonesa y nacionalidad estadounidense, Kaku tomó prominencia en el campo científico por el desarrollo de la Teoría de las Cuerdas (String Teory). Esta explica que el universo está compuesto por nanopartículas (que se asemejan a cuerdas). Estas cuerdas, similares a las notas musicales en un instrumento, pueden vibrar en diferentes patrones, generando así distintas partículas y las fuerzas que observamos en el universo.
La Teoría de las Cuerdas ha fascinado a muchos físicos durante décadas debido a su potencial para explicar todas las fuerzas de la naturaleza en un único marco teórico. Pero si se siente abrumado por ella y con dificultades para visualizar un electrón o neutrino vibrando como una cuerda, sepa que no es el único. Niels Bohr, pionero de la teoría cuántica y uno de los físicos más eminentes del siglo XX, decía con gracia que si había una persona que no se sintiera mareada con este tipo de ideas (en ese momento se refería especialmente a la rareza cuántica), era sencillamente porque no las había entendido.
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Hay un elemento en particular de la Teoría de las Cuerdas, sin embargo, que seguramente sí ha escuchado: la posibilidad de los multiversos, y con ellos, del viaje a través del tiempo. En esta idea son claves los llamados agujeros de gusano, le explicó Kaku a El Espectador en entrevista: “Para imaginar este concepto, es útil el espejo de Alicia en el País de las Maravillas, en el que la protagonista entra a otro mundo al cruzar por un espejo, que conecta al País de las Maravillas con Oxford”. Como un atajo o un portal, estos agujeros podrían conectar diferentes regiones del espacio-tiempo, permitiendo viajes entre universos y el tiempo.
Pero eso es solo un supuesto teórico. Nadie ha comprobado la existencia de un agujero de gusano. Y aun si existieran, agrega Kaku, habría que preguntarse si son lo suficientemente estables para permitir viajar a través de ellos (es decir, si no colapsan rápidamente).
“Los físicos jugamos con estas ideas, pero necesitamos teorías más grandes para determinar si van a colapsar. Stephen Hawking, por ejemplo, pensaba que los agujeros podían llevarnos a otros lugares del universo, pero pensaba que ir al pasado no era posible. Yo creo que estaba equivocado, ya que al viajar al tiempo solo se hace un recorrido, y no infinitos, pues al ir al pasado, o cambia. Aun así, es una pregunta abierta”, dice Kaku.
Esta duda, que trasnocha a físicos alrededor del mundo, no ha sido impedimento para que la humanidad haya desarrollado películas, libros y relatos de ciencia ficción en donde los protagonistas viven entre el pasado, el presente y el futuro. Como Marty McFly en “Volver al Futuro”, una saga de películas lanzadas entre los años 80 y principios de los 90 en donde un adolescente viaja accidentalmente en el tiempo modificando los acontecimientos y provocando cambios en su vida. La máquina del tiempo que usa es un DeLorean, un vehículo de puertas que se abren hacia arriba, en un estilo similar a las alas de una gaviota, que se ha vuelto ícono cultural y que Kaku encontró en el colegio Lunita de Chía.
Los estudiantes, muchos de ellos de escasos recursos, migrantes y de comunidades indígenas, decoraron la sede de su colegio con un DeLorean de cartulina y otros elementos alusivos a la ciencia, como un cohete que apuntaba hacia el cielo, listo para despegar, en uno de los patios de la institución. Estos símbolos, que en ocasiones mezclan lo real y comprobado, con lo supuesto y la ciencia ficción, son claves, asevera Kaku, pues alimentan la chispa por la curiosidad del universo e inspiran inventos y teorías aún por hacerse.
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“Todos nacemos científicos. Queremos saber de dónde vienen los bebés o por qué titilan las estrellas. Nos hacemos estas y muchas más preguntas hasta que las enterramos alrededor de la escuela secundaria, donde todo acaba porque vuelven la ciencia aburrida y un proceso de memorizar conceptos. Enseñamos a la gente a aprender los nombres de una flor o de una planta y pensamos que eso es ciencia, pero no es así”, dice Kaku.
Para Kaku, en lugar de enseñar ciencia a través de la memorización de términos y modelos, este proceso debería centrarse en presentar conceptos que cambian la manera en que vemos la vida y el universo, y permitir la libre iniciativa de los individuos como personas educadas”
Como un inspector juicioso, el físico visitó las maquetas y experimentos de los estudiantes sobre los orígenes y las dinámicas del universo. Con nudos en la garganta, miradas nerviosas y cómplices, risas y, en algunos casos, con sus rostros detrás de disfraces, todos ellos le explicaron al científico el funcionamiento de las estrellas, los campos magnéticos y, entre otros, las máquinas que exploran otros planetas como los ‘rovers’ y los telescopios.
En una de las intervenciones de estudiantes y maestros, se le pidió al profesor de física teórica que hiciera una pregunta a un computador que respondería utilizando Inteligencia Artificial. Kaku preguntó: “¿En qué punto las máquinas se vuelven conscientes?”. Aunque no estuvo de acuerdo con la respuesta, el físico indicó que eran muy buenos e interesantes los trabajos de los estudiantes.
“Muchos de estos niños vienen de resguardos indígenas de la zona, otros han perdido a sus madres, vienen de otros países con sus familias o tienen, en algunos casos, autismo. Realmente, se ve la energía y personalidad de cada uno. Esta fue una oportunidad enorme para potenciarlos”, explicó la profesora Elizabeth Barrera, quien organizó la visita del científico. Siendo también un adolescente, Kaku se enamoró de la ciencia cuando se enteró de la muerte de Albert Einstein. La imagen del físico judío en su escritorio dejó fascinado a Kaku al saber que había fallecido sin completar la llamada “Teoría del Todo”.
Desde entonces, Kaku ha dedicado su vida a terminar esta labor y lograr sintetizar el eje rector del universo a través de una ecuación de un renglón. “La tesis que he intentado impulsar es que la ciencia y la tecnología son el origen de la riqueza. Si nos ponemos a ver, tenemos todos estos millonarios y estos proyectos enormes, que no vienen de los impuestos o de grandes legislaciones, sino de la ciencia. Así que, si usted quiere ser parte del futuro, hay que estar involucrado el campo científico”, dice el físico estadounidense.
Su preocupación por motivar el ingreso a la ciencia de nuevas generaciones no es una ansiedad pasajera. Como describe en el prólogo de uno de sus libros más recientes, ‘El Futuro de la Humanidad’, hace más de 75.000 años la humanidad casi desaparece tras una explosión de un volcán en Indonesia (Asia) que levantó un gran manto de cenizas, humo y escombros que cubrió miles de kilómetros. Se cree que el fenómeno fue el evento volcánico más potente reportado en los últimos 25 millones de años; cuyo humo y polvo tóxico acabaron sobrevolando África. Kaku asegura que las leyes de la física indican que sin duda la humanidad se enfrentará otra vez a algún tipo de evento de este nivel de extinción.
Pero, se pregunta, ¿tendremos, como nuestros antepasados, el empuje y la determinación para sobrevivir e incluso prosperar? Aunque se mantiene optimista, para responderla, y además de los nuevos y futuros científicos, Kaku cree que será clave la nueva generación de computadores cuánticos.
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Estas máquinas usan algo llamado “bits cuánticos” en lugar de los “bits” normales que usan las computadoras regulares. Estos bits cuánticos son diferentes porque permiten hacer muchas más cosas a la vez, lo que hace que los computadores sean mucho más rápidos para resolver ciertos tipos de problemas difíciles. Todo esto, finaliza Kaku, “nos puede permitir avanzar en las investigaciones contra el cáncer y el Parkinson, por ejemplo. Puede ayudar, también, a resolver la teoría del todo, y lograr esa ecuación de menos de tres centímetros que nos permita desbloquear los secretos del tiempo y el espacio”.
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