Un documental para conocer a uno de los padres de la antropología colombiana
“Doble yo”, dirigido por Felipe Rugeles, intenta relatar la vida de Gregorio Hernández de Alba, padre de la etnología en Colombia, al tiempo que cuestiona el encuentro con el otro, con los indígenas. Será estrenado el jueves 20 de junio en la Cinemateca Distrital.
- Redacción Ciencia
Gregorio Hernández de Alba es un nombre popular entre los antropólogos y los arqueólogos. Su vida, que transcurrió a lo largo del siglo XX, ha sido estudiada con cierta intensidad. Libros, artículos académicos y exposiciones fotográficas son algunos de los caminos con los que muchos autores han intentado analizar los pasos del primer etnólogo que tuvo Colombia. “Un personaje polémico, debatido y criticado (…) Una figura de referencia en el desarrollo de la antropología colombiana”, apuntó hace un poco más de una década la antropóloga Jimena Perry.
Bogotano, fundador del movimiento indigenista en el país, del Instituto Etnológico Nacional (hoy Instituto Colombiano de Antropología e Historia) y del Servicio Arqueológico Nacional, Hernández de Alba fue también un amante de las imágenes. A medida que viajaba y descubría territorios indígenas aún distantes y desconocidos para las élites del centro país, capturaba fotografías y breves películas en 8 milímetros. En ellas dejó el retrato de sus primeros encuentros con los pobladores de La Guajira, de San Agustín y de Tierra Adentro.
Se trata de un inmenso archivo que se encuentra en dos lugares: en la colección de Libros raros y manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango y en la casa de Carlos, uno de los hijos de Hernández de Alba. “Un gran tesoro”, dice Felipe Rugeles.
Rugeles es cineasta y tuvo la fortuna de escudriñar en los miles de negativos y cartas que Carlos custodiaba. A ellos llegó casi por casualidad hace unos seis años y, desde entonces, entendió que la mejor manera de presentárselos al público era a través del cine; de un documental con tintes de ficción que tituló “Doble yo”. Luego de pasar por varios festivales será estrenado este jueves 20 de junio en la nueva sede de la Cinemateca Distrital.
El largometraje, que será proyectado a las 8 p.m., no es, únicamente, una película sobre la vida de Hernández de Alba. Como cuenta Rugeles, a medida que se sumergía en los viajes del antropólogo, comprendió que el documental debía ser también una exploración sobre su intención como cineasta, sobre la relación que surge a la hora de indagar sobre el otro.
“La película tiene que ver con ese encuentro”, dice. “Sobre las distintas formas de representación. Por eso retomo las figuras del conquistador, del antropólogo, del cineasta, del indígena. No quise filmar al indígena sino al que lo está filmando. Podría decir que es una etnografía del etnógrafo”.
A lo que se refiere Rugeles es a que en los 80 minutos del documental quiso explorar también su rol de director. A medida que entendía el papel de Hernández de Alba entendió también que, de alguna manera, él hacía parte de quienes suelen estudiar, fotografiar o filmar al “otro” bajo unos imaginarios de lo exótico y lo primitivo.
Una escena resume la violencia de lo que significa ese encuentro: disfrazado de conquistador español, un actor intenta a explicarle a un viejo indígena colombiano lo que significó la llegada de los españoles a América: “Cuénteme qué piensa de los españoles”, le pregunta. “¿Le parece bien que estemos acá?”. Su interlocutor apenas lo mira con intriga y responde con un “gracias; gracias por venir”. “Pero dígame que somos una porquería; lo lógico sería que usted nos deteste”, le replica, pero Alberto, el indígena, no entiende de qué se trata ese show con cámaras y disfraces y apenas sonríe.
La escena, a todas luces incómoda, tiene, explica Rugeles, un propósito: “Es una acción violenta que busca poner en evidencia quien está filmando e irrumpe en esos lugares desde una superioridad y desde una absoluta torpeza. Es una acción violenta en contra de don Alberto (el indígena). Tiene que ver con lo que representó la llegada de los conquistadores, pero también con cómo me siento yo cuando voy a filmar a esos lugares”.
Entre los hallazgos que hizo Rugeles en el archivo de Gregorio Hernández de Alba hubo un texto que lo cautivó y fue, de alguna manera, uno de los hilos de su documental. “Estampas de la conquista” relataba la travesía de Pero López, un español que fue liberado de la cárcel con la condición de sumarse a las tropas colonizadoras. Sus viajes mostraban la postura de los conquistadores al encontrar poblaciones de indígenas en el nuevo mundo.
“La conquista”, aseguró Rugeles en una entrevista a la Radio Nacional de Colombia, “solo la puedo interpretar como un genocidio que se ejecutó por la negación del otro, un otro indígena visto como un ser inferior, sin alma y antropófago a quien era justo someter y dominar”.
Se trató de una visión que prevaleció por décadas en el territorio colombiano y que se manifestó de muchas maneras. Negación de costumbres, desaparición de culturas, usurpación de tierras e imposición de una sola lengua y de una sola religión fueron solo algunas de las consecuencias que resultaron de ese encuentro que aún continúa siendo motivo de reflexión en el cine, la literatura y la academia.
Rugeles, a medida que superpone las miles de imágenes que capturó Gregorio Hernández de Alba con su voz, con fragmentos del diálogo que tuvo con Carlos, el hijo, y con algunas entrevistas, también quiere reflexionar sobre lo que implica ese choque que aún no cesa. El resultado es, para él, casi un “ensayo” que por momentos coquetea con la ficción, pero que, en el fondo, no deja de ser un vivo retrato de una Colombia compleja.
Gregorio Hernández de Alba es un nombre popular entre los antropólogos y los arqueólogos. Su vida, que transcurrió a lo largo del siglo XX, ha sido estudiada con cierta intensidad. Libros, artículos académicos y exposiciones fotográficas son algunos de los caminos con los que muchos autores han intentado analizar los pasos del primer etnólogo que tuvo Colombia. “Un personaje polémico, debatido y criticado (…) Una figura de referencia en el desarrollo de la antropología colombiana”, apuntó hace un poco más de una década la antropóloga Jimena Perry.
Bogotano, fundador del movimiento indigenista en el país, del Instituto Etnológico Nacional (hoy Instituto Colombiano de Antropología e Historia) y del Servicio Arqueológico Nacional, Hernández de Alba fue también un amante de las imágenes. A medida que viajaba y descubría territorios indígenas aún distantes y desconocidos para las élites del centro país, capturaba fotografías y breves películas en 8 milímetros. En ellas dejó el retrato de sus primeros encuentros con los pobladores de La Guajira, de San Agustín y de Tierra Adentro.
Se trata de un inmenso archivo que se encuentra en dos lugares: en la colección de Libros raros y manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango y en la casa de Carlos, uno de los hijos de Hernández de Alba. “Un gran tesoro”, dice Felipe Rugeles.
Rugeles es cineasta y tuvo la fortuna de escudriñar en los miles de negativos y cartas que Carlos custodiaba. A ellos llegó casi por casualidad hace unos seis años y, desde entonces, entendió que la mejor manera de presentárselos al público era a través del cine; de un documental con tintes de ficción que tituló “Doble yo”. Luego de pasar por varios festivales será estrenado este jueves 20 de junio en la nueva sede de la Cinemateca Distrital.
El largometraje, que será proyectado a las 8 p.m., no es, únicamente, una película sobre la vida de Hernández de Alba. Como cuenta Rugeles, a medida que se sumergía en los viajes del antropólogo, comprendió que el documental debía ser también una exploración sobre su intención como cineasta, sobre la relación que surge a la hora de indagar sobre el otro.
“La película tiene que ver con ese encuentro”, dice. “Sobre las distintas formas de representación. Por eso retomo las figuras del conquistador, del antropólogo, del cineasta, del indígena. No quise filmar al indígena sino al que lo está filmando. Podría decir que es una etnografía del etnógrafo”.
A lo que se refiere Rugeles es a que en los 80 minutos del documental quiso explorar también su rol de director. A medida que entendía el papel de Hernández de Alba entendió también que, de alguna manera, él hacía parte de quienes suelen estudiar, fotografiar o filmar al “otro” bajo unos imaginarios de lo exótico y lo primitivo.
Una escena resume la violencia de lo que significa ese encuentro: disfrazado de conquistador español, un actor intenta a explicarle a un viejo indígena colombiano lo que significó la llegada de los españoles a América: “Cuénteme qué piensa de los españoles”, le pregunta. “¿Le parece bien que estemos acá?”. Su interlocutor apenas lo mira con intriga y responde con un “gracias; gracias por venir”. “Pero dígame que somos una porquería; lo lógico sería que usted nos deteste”, le replica, pero Alberto, el indígena, no entiende de qué se trata ese show con cámaras y disfraces y apenas sonríe.
La escena, a todas luces incómoda, tiene, explica Rugeles, un propósito: “Es una acción violenta que busca poner en evidencia quien está filmando e irrumpe en esos lugares desde una superioridad y desde una absoluta torpeza. Es una acción violenta en contra de don Alberto (el indígena). Tiene que ver con lo que representó la llegada de los conquistadores, pero también con cómo me siento yo cuando voy a filmar a esos lugares”.
Entre los hallazgos que hizo Rugeles en el archivo de Gregorio Hernández de Alba hubo un texto que lo cautivó y fue, de alguna manera, uno de los hilos de su documental. “Estampas de la conquista” relataba la travesía de Pero López, un español que fue liberado de la cárcel con la condición de sumarse a las tropas colonizadoras. Sus viajes mostraban la postura de los conquistadores al encontrar poblaciones de indígenas en el nuevo mundo.
“La conquista”, aseguró Rugeles en una entrevista a la Radio Nacional de Colombia, “solo la puedo interpretar como un genocidio que se ejecutó por la negación del otro, un otro indígena visto como un ser inferior, sin alma y antropófago a quien era justo someter y dominar”.
Se trató de una visión que prevaleció por décadas en el territorio colombiano y que se manifestó de muchas maneras. Negación de costumbres, desaparición de culturas, usurpación de tierras e imposición de una sola lengua y de una sola religión fueron solo algunas de las consecuencias que resultaron de ese encuentro que aún continúa siendo motivo de reflexión en el cine, la literatura y la academia.
Rugeles, a medida que superpone las miles de imágenes que capturó Gregorio Hernández de Alba con su voz, con fragmentos del diálogo que tuvo con Carlos, el hijo, y con algunas entrevistas, también quiere reflexionar sobre lo que implica ese choque que aún no cesa. El resultado es, para él, casi un “ensayo” que por momentos coquetea con la ficción, pero que, en el fondo, no deja de ser un vivo retrato de una Colombia compleja.