Una guerra nuclear entre EE. UU. y Rusia causaría una hambruna mundial
El enfriamiento terrestre que provocarían las guerras nucleares causaría limitaciones de temperatura para los cultivos, lo que lleva a un retraso en la madurez fisiológica y al estrés por frío adicional. Entre dos mil y cinco mil millones de personas morirían en diversos escenarios de conflicto nuclear.
En 1985 los líderes de las dos naciones más poderosas del mundo, Estados Unidos y la Unión Soviética, se reunieron en una cumbre en Ginebra. En medio de la guerra fría y del temor a una confrontación global, el presidente norteamericano Ronald Reagan y el secretario general soviético Mikhail Gorbachev enviaron un mensaje claro: “una guerra nuclear no se puede ganar y nunca se debe librar”. Científicos de la Universidad de Rutgers, en EE.UU. acaban de retomar esa declaración histórica para demostrar cuán desastroso sería hoy una guerra nuclear.
Los académicos revisaron varios escenarios: una guerra nuclear entre Rusia y Estados Unidos, el de más relevancia hoy en día dado la guerra en Ucrania, pero también, por ejemplo, una confrontación nuclear entre India y Pakistán. Utilizaron modelos de clima, cultivos y pesca para estimar los impactos en la oferta de alimentos por la inyección de hollín estratosférico. ¿Su conclusión? Solo el conflicto entre India y Pakistán provocaría la muerte de dos mil millones de personas. La cifra se eleva a cinco mil si se enfrentaran rusos y estadounidenses.
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El enfriamiento de la Tierra debido a los aerosoles de ácido sulfúrico en la estratosfera es algo que ya ha sucedido. Las erupciones de los volcanes Laki y Tambora en 1783 y 1815 respectivamente provocaron hambrunas severas e inestabilidad política. En una guerra nuclear, sin embargo, habría consideraciones de más. Por ejemplo, las bombas caerían en ciudades y áreas industriales iniciando grandes incendios que expulsarían aún más hollín en la atmósfera superior, que se extendería por todo el mundo y enfriaría rápidamente el planeta.
Esas cargas de hollín provocarían alteraciones en el clima de la Tierra, lo que afectaría a los sistemas de producción de alimentos en la tierra y en los océanos. Los científicos estiman que una guerra entre India y Pakistán, por ejemplo, podría producir una carga estratosférica de 5 a 47 millones de toneladas de hollín. Un conflicto entre Rusia y EE.UU., que concentran más del 90% del arsenal nuclear mundial, podría producir más de 150 millones de toneladas de hollín y un invierno nuclear. Cada escenario que los científicos estimaron supone una guerra nuclear de una semana.
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La guerra nuclear contaminaría principalmente el suelo y el agua cerca de donde se usaron las armas nucleares. Los impactos climáticos durarían alrededor de una década, pero alcanzarían su punto máximo en los primeros años. La producción media mundial de calorías de los cultivos disminuiría un 7 % en los años 1 a 5 después de la guerra, incluso en el escenario de hollín más pequeño de 5 millones de toneladas. En el caso del hollín de 150 millones de toneladas, la producción media global de calorías disminuiría alrededor de un 90 % durante los 3 o 4 años después de la guerra nuclear. Nada de lo que podría hacer la humanidad ayudaría mucho.
Por ejemplo, el uso de cultivos para alimentar al ganado como alimento humano podría compensar las pérdidas de alimentos a nivel local, pero tendría un impacto limitado en la cantidad total de alimentos disponibles a nivel mundial. Reducir el desperdicio de alimentos en los hogares podría ayudar en los casos de guerra nuclear pequeña, pero no en las guerras nucleares más grandes debido a la gran reducción en la producción general impulsada por el clima. En todas estas estimaciones los científicos no tienen en cuenta elementos importantes que podrían hacer aún la situación más grave.
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Es el caso de las poblaciones humanas reducidas debido a la mortalidad directa o indirecta de la guerra y la posible tasa de natalidad reducida. El número total y la composición de los cambios de población afectarían la mano de obra disponible, la producción y distribución de calorías.En conclusión, dicen los científicos, la reducción de la luz, el enfriamiento global y las probables restricciones comerciales después de las guerras nucleares serían una catástrofe global para la seguridad alimentaria.
A algunas naciones les iría mejor que a otras. Un caso interesante es Australia. Ese país debe la mayor parte de su consumo calórico al trigo, un cultivo que crece relativamente bien en el clima más frío inducido por el hollín atmosférico. El parón del comercio mundial que podría desatar la guerra afectaría, en cambio, a países como Reino Unido, que normalmente deben importar alimentación en sus épocas de invierno.
En 1985 los líderes de las dos naciones más poderosas del mundo, Estados Unidos y la Unión Soviética, se reunieron en una cumbre en Ginebra. En medio de la guerra fría y del temor a una confrontación global, el presidente norteamericano Ronald Reagan y el secretario general soviético Mikhail Gorbachev enviaron un mensaje claro: “una guerra nuclear no se puede ganar y nunca se debe librar”. Científicos de la Universidad de Rutgers, en EE.UU. acaban de retomar esa declaración histórica para demostrar cuán desastroso sería hoy una guerra nuclear.
Los académicos revisaron varios escenarios: una guerra nuclear entre Rusia y Estados Unidos, el de más relevancia hoy en día dado la guerra en Ucrania, pero también, por ejemplo, una confrontación nuclear entre India y Pakistán. Utilizaron modelos de clima, cultivos y pesca para estimar los impactos en la oferta de alimentos por la inyección de hollín estratosférico. ¿Su conclusión? Solo el conflicto entre India y Pakistán provocaría la muerte de dos mil millones de personas. La cifra se eleva a cinco mil si se enfrentaran rusos y estadounidenses.
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El enfriamiento de la Tierra debido a los aerosoles de ácido sulfúrico en la estratosfera es algo que ya ha sucedido. Las erupciones de los volcanes Laki y Tambora en 1783 y 1815 respectivamente provocaron hambrunas severas e inestabilidad política. En una guerra nuclear, sin embargo, habría consideraciones de más. Por ejemplo, las bombas caerían en ciudades y áreas industriales iniciando grandes incendios que expulsarían aún más hollín en la atmósfera superior, que se extendería por todo el mundo y enfriaría rápidamente el planeta.
Esas cargas de hollín provocarían alteraciones en el clima de la Tierra, lo que afectaría a los sistemas de producción de alimentos en la tierra y en los océanos. Los científicos estiman que una guerra entre India y Pakistán, por ejemplo, podría producir una carga estratosférica de 5 a 47 millones de toneladas de hollín. Un conflicto entre Rusia y EE.UU., que concentran más del 90% del arsenal nuclear mundial, podría producir más de 150 millones de toneladas de hollín y un invierno nuclear. Cada escenario que los científicos estimaron supone una guerra nuclear de una semana.
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Por ejemplo, el uso de cultivos para alimentar al ganado como alimento humano podría compensar las pérdidas de alimentos a nivel local, pero tendría un impacto limitado en la cantidad total de alimentos disponibles a nivel mundial. Reducir el desperdicio de alimentos en los hogares podría ayudar en los casos de guerra nuclear pequeña, pero no en las guerras nucleares más grandes debido a la gran reducción en la producción general impulsada por el clima. En todas estas estimaciones los científicos no tienen en cuenta elementos importantes que podrían hacer aún la situación más grave.
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