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Hace tres años, la segunda semana de abril de 2019, una imagen le dio la vuelta al mundo. En una rueda de prensa, los líderes del proyecto Event Horizon Telescope (EHT), que reunía ocho radiotelescopios en todo el mundo, presentaron una imagen que la humanidad nunca había visto. Era una circunferencia naranja imperfecta que mostraba, por primera vez, cómo lucía un agujero negro, un concepto que ha puesto a volar la imaginación de guionistas y cineastas. “Es como asomarse a las puertas del infierno, el fin del espacio y el tiempo”, dijo entonces Heino Falcke, científico del EHT desde Bruselas (Bélgica).
Ayer la historia volvió a repetirse, pero en nuestro vecindario. Si la “foto” capturada en 2019 nos permitió conocer cómo era un agujero negro en la galaxia Mesier 87, a 55 millones de años luz de nuestro planeta, la imagen que circuló ayer en medios y redes sociales nos mostró cómo luce un agujero negro que está en la Vía Láctea. “Sagitarius A*” es el nombre con el que bautizaron Bruce Balick y Robert Brown a este cuerpo, cuando lo descubrieron en 1974.
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Ambas fotos son similares y confirman la idea que rondaba en la cabeza de los astrónomos y astrofísicos sobre cómo podría verse un agujero negro. Desde que Albert Einstein propuso su existencia, los científicos los habían estado recreando de varias maneras. Lo que presentaron ayer en horas de la mañana, en seis conferencias de prensa simultáneas, confirma que se parece más a una “rosquilla” naranja que en el centro (donde se ubica el agujero) es completamente oscura y está rodeada de un anillo brillante. Ese brillo no es otra cosa que la luz que desvía la poderosa gravedad, pues, paradójicamente, a pesar de tragarse todo, expulsa parte de esa materia a enormes presiones.
“Nos sorprendió lo bien que el tamaño del anillo concordaba con las predicciones de la Teoría de la Relatividad General de Einstein”, señaló Geoffrey Bower, científico del proyecto EHT, del Institute of Astronomy and Astrophysics, Academia Sinica, Taipei.
Ahorrándonos varios detalles técnicos, a lo que se refería Bower es que, para Einstein, el “espacio-tiempo” podía doblarse, expandirse e incluso desaparecer en una entidad donde la gravedad es tan fuerte, tan abrumadora, que ni siquiera la luz puede escapar. Esa “entidad” era el agujero negro.
La idea había resultado perturbadora para el mismo Einstein. Se mostró reacio a aceptarla ante la imposibilidad de comprobar su existencia. Pero los tiempos han cambiado y, como explicaron ayer los científicos del EHT, ahora tenemos la evidencia más convincente hasta el momento de que el objeto compacto supermasivo que está en el centro de la Vía Láctea es, efectivamente, un agujero negro. Su masa equivale a la de unos cuatro millones de soles y está a 26.000 años luz de la Tierra.
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Eso lo sabemos gracias a un esfuerzo de más de 300 investigadores de 80 institutos de varios países que se unieron en la colaboración EHT, que es la unión de 11 radiotelescopios que están en distintas partes del planeta, pero que juntos pueden formar un gran telescopio del tamaño de la Tierra. En 2017 todos apuntaron a Sagitario A* y, durante muchas seguidas, capturaron datos que luego procesaron en supercomputadoras. Tardaron cinco años en ese trabajo, en el que también compilaron una suerte de “biblioteca” sin precedentes de agujeros negros.
Los que encontró ese consorcio muestra que este agujero negro es mucho más pequeño que el de la imagen de 2019, llamado M87. Para ser precisos, es más de mil veces más pequeño y mucho menos masivo.
“Tenemos dos tipos completamente distintos de galaxias y dos masas de agujeros negros muy diferentes, pero cerca del borde de estos agujeros negros se ven increíblemente similares”, aseveró Sera Markoff, copresidente del Consejo de Ciencias de EHT y profesor de astrofísica teórica en la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos). “Esto nos dice que la relatividad general gobierna estos objetos de cerca”.
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Por si algún motivo, esa noticia le hizo preguntarse qué pasará en el futuro con esta entidad que está en nuestra galaxia y traga todo lo que se le acerca, puede estar tranquilo. Como anotaba en Twitter la astrofísica colombiana Andrea Guzmán, si tuviéramos, como humanos, la misma “dieta” de Sagitario A*, eso querría decir que tendríamos que comer un grano de arroz cada millón de años.
En otras palabras, nuestra interacción terrorífica con los agujeros negros puede continuar por muchísimo tiempo en el terreno de la ciencia ficción.