¿Y si las mujeres hubieran sido las primeras en llegar al espacio?
En 1969, los humanos llegaron por primera vez a la Luna a bordo de la misión Apolo. En la nave había solo tres hombres. ¿Qué hubiera ocurrido si en la tripulación hubiera estado una mujer? El Planetario de Medellín nos invita a resolver esa y otras inquietudes a través de “El Espacio que somos”, una exposición que mezcla arte y ciencia a través de la propuesta de cuatro artistas.
Luisa Fernanda Orozco
Una mujer vestida con un casco transparente y un traje color naranja que, en forma de velo, le cubre todo el cuerpo; un diario de viaje que narra la experiencia de dejar la tierra, y fotografías al interior de una nave que avanza para llegar a la luna. Esas son algunas de las imágenes, expuestas en el Planetario de Medellín, que se atreven a imaginar un pasado en el que hubiéramos sido nosotras, las mujeres, las primeras en llegar al espacio para luego aparecer en portadas de prensa.
Esta propuesta se llama “Elena I” y hace parte de la exposición “El espacio que somos”, que, además, está compuesta de otras tres exhibiciones que cuestionan lo que podría ser un sistema judicial futuro, la idea de abandonar la tierra como un supuesto progreso capitalista, y la representación de las violencias del pasado a través de las constelaciones.
Su inauguración fue el 13 de diciembre del 2022, y aunque su fecha de finalización no está muy clara, se espera que dure hasta abril del 2023. Sus cuatro artistas fueron elegidos entre 47 postulaciones públicas, y luego de ser seleccionados tuvieron una residencia de más de dos meses en la que fueron asesorados por un equipo multidisciplinar para conformar lo que hoy se conoce como “El espacio que somos”.
El Espectador recorrió las salas de la exposición junto a su curadora y coordinadora de contenidos del Parque Explora, Carolina Chacón, quien destaca que algunos de sus apartados solo son posibles allí, en el Planetario de Medellín.
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Las primeras en llegar a la luna
“Un paso para las mujeres, un gran paso para la humanidad”. Así se lee en uno de los muros que se encuentra en la propuesta de la publicista y fotógrafa Juliana Gómez, quien se imaginó un pasado donde las mujeres hubieran sido las primeras en llegar a la luna con la misión titulada Elena I.
Una de las partes centrales de la exposición se basó en la revisión de más de 15 mil imágenes de la NASA y su primera misión de alunizaje en 1967, el Apolo I, compuesta en su totalidad por hombres.
Luego de hacer una selección, Juliana intervino ese material con fotos que tomó de seis mujeres que, cuando eran niñas, soñaban con ser astronautas. “Hice una convocatoria pública y al final elegí a seis de ellas con quienes construimos la exposición”, le contó la artista a El Espectador. Entre ellas, por ejemplo, se encuentra también una mujer trans. “Después de ver las imágenes oficiales de la NASA, que fueron tomadas por hombres, me pregunté por cómo hubieran sido capturadas por las mujeres. Por eso quise llevarlas a la luna a través de mis fotografías”, le dijo Juliana a El Espectador.
Ellas fueron inspiración para una puesta en escena de la que hizo parte Camilo Álvarez, diseñador de vestuario paisa, quien colaboró con Juliana para hacer un traje inspirado en las mujeres astronautas: está compuesto por un velo naranja que se extiende por todo el cuerpo, casi traslúcido, y un casco blanco que cubre la cabeza y deja el rostro descubierto.
Una de las excusas que los estadounidenses utilizaron para no llevar a las mujeres a la luna fue la incapacidad para construir trajes acordes a su cuerpo. Es por eso que el vestuario construido para Elena I no representa feminidad sino política. En eso coincide Carolina Chacón, quien comentó que “en uno de los talleres, surgió un comentario muy bonito y es eso de que el traje fuera un velo, casi transparente, por donde el espacio entra en la piel de las mujeres”.
También hay otra parte de la exposición, un diario, que fue creado con la escritora Lina María Parra, en el que se narra en primera persona la experiencia de una mujer en el espacio: desde el despegue hasta el alunizaje.
Fácilmente, la exposición podría confundirse con la realidad al mezclar con archivos fotográficos, documentales, prensa y fragmentos de video. “Pero no”, dijo Chacón, “porque, incluso hoy en día, la posibilidad de que una mujer colombiana viaje al espacio como astronauta es ínfima”.
Sin embargo, las niñas que visitan la exposición todavía no saben eso. En medio de su visita, se escucha cómo le preguntan a sus padres, con curiosidad, qué es eso de ser una astronauta.
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Un sistema judicial que no repita las fallas humanas
La propuesta del abogado y artista, Santiago Herrera, está llena de cartelismo. En ella, se lee “Derecho a la imperfección”, “¿Desarrollo?” y “Se arriendan, venden o permutan lotes en Marte”.
Un mural, por ejemplo, está lleno de lo que Carolina Chacón describió como frases intervenidas de movimientos sociales alrededor del mundo: en la propuesta de Herrera, por ejemplo, el “#BlackLivesMatter” se convirtió en “#AllSpeciesMatter”. También hay símbolos LGBTIQ+, prohibiciones a la basura espacial, y anuncios de la parte central de la exposición, titulada “El proyecto DUDI (Declaración Universal de los Derechos Interestelares de los Seres Cósmicos y sus Hábitats)
Está compuesta de un listado que se divide en dos partes: una para seres cósmicos y otra para hábitats. Para definir las consignas de cada una, se trabajó durante semanas con un equipo multidisciplinar que, en cada sesión, debatía sobre un tema diferente: la conservación del medio ambiente, el género, las posibilidades de amar y demás. “La principal pregunta”, continuó Chacón, “giró en torno a cómo no repetir las mismas fallas del sistema judicial humano en uno de otros planetas. Después, Santiago se encargó de decantar lo debatido en los consejos y el resultado fue la declaración que está exhibida”.
Así, a lo largo del recorrido se pueden leer preguntas de tipo ético que no ponen a los seres humanos en el centro, sino también a otras especies.
No se pierda: Al 60 % de menores de edad LGBTIQ+ les pidieron cambiar su orientación sexual.
Otro universo narrado en el cielo
¿Qué sucedía en las constelaciones cuando se vivieron hechos violentos en Medellín? Esta es una de las preguntas base que Harold Ortiz Sandoval, autor de “El otro universo”, se planteó para estudiar lo que él denomina “ecosistemas ilícitos” a través de las constelaciones, la historia, la música, el arte y demás.
“Los ecosistemas ilícitos son una suerte de elementos que conviven entre sí. Lo que hoy puede estar por fuera de la ley mañana podría incluirse, porque lo ilícito cambia conforme va cambiando la sociedad”, le explicó Harold a El Espectador, quien además ha abordado este tema desde hace varios años junto a un colega, Santiago Rueda, que es curador en Bogotá.
“Durante pandemia, estuvimos conversando sobre a dónde podría expandirse este universo que es el ilícito, y ahí se nos ocurrió trasladar nuestra investigación al universo observable: la bóveda del universo celeste invertida”, continuó Harold.
Según él, pareciera que el horizonte ya se hubiera invertido de por sí en la capital paisa, pues las luces de la ciudad, sus edificios y carreteras, pueden hacer las veces de una especie de cielo si se invierte el sentido del horizonte.
La exposición está compuesta entonces de seis constelaciones: Andrómeda, Pegaso, Orión, Géminis, Águila, Sagitario, que hacen alusión a seis hechos violentos ocurridos entre 1980 y 1992 en Medellín. Andrómeda, por ejemplo, hace alusión al secuestro de Martha Nieves Ochoa y el asesinato de miembros del M-19, entre otros. En la sala del Planetario, se pueden observar cuadros con cada una de ellas que hacen referencia a la cultura popular y frases mimetizadas.
Escogieron comenzar en 1980 porque allí comenzó el auge del narcotráfico y va hasta 1992, cuando sucedió un apagón en varias ciudades de Colombia y, según Harold, las luces de la ciudad desaparecieron para poder observar las estrellas.
También tiene una proyección en el domo del planetario, en su formato de “El cielo esta noche”, donde se hace una navegación guiada por el universo junto a narraciones que hacen relaciones entre hechos de la ciencia y la astronomía con acontecimientos históricos que componen los hechos que seleccionaron para “El otro universo”. “Este es un proyecto que solo funciona en el Planetario de Medellín”, dice Carolina Chacón.
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¿Qué significa realmente el progreso?
¿Cómo habitamos la tierra los seres humanos? Esa fue la pregunta que Paulina Aguirre, artista y docente de la Universidad Nacional –sede Medellín- se hizo al comienzo de su exposición, “Algún deseo dirigiéndose hacia el fin”.
Hay dos movimientos clave: el primero es una línea ascendente que está atada a la idea del progreso. “El capitalismo siempre ha pensado en ir más allá, más lejos, y eso ha causado muchos estragos. La línea hacia arriba es equiparable con millonarios que actualmente quieren visitar el espacio turísticamente, como Elon Musk”, le dijo Paulina a El Espectador.
El otro movimiento es natural en la tierra: el elíptico, o sea el que va en círculos. “Ese representa no ir más lejos de los mismos ciclos que mantiene nuestro planeta. ¿Qué pasaría si en vez de mirar hacia arriba miráramos hacia la misma tierra y lo que desconocemos acá?”.
Paulina realizó su exposición en conjunto con sus estudiantes de la Universidad Nacional, y además está compuesta por textos, videos, imágenes y piedras escultóricas. También hay un performance que Paulina hizo durante la inauguración y que espera repetir según la programación del planetario.
Las piezas, por su parte, son juguetes hechos de barro y cerámica: trompos, “ula-ulas” y demás elementos que tienen movimiento circular.
También se aborda la futura llegada a Marte, que ha representado fascinación y aventura para la ciencia ficción. “Esa es la expresión máxima del deseo futuro de los humanos, de la ensoñación y de la futura colonización para fundar un nuevo mundo en un planeta que es inhóspito”, dijo Paulina.
Algunos de sus estudiantes participaron en la creación de la exposición y, según ella, ahí está la clave para la preservación de la tierra. “Esta generación se está imaginando cosas diferentes que tienen que ver con nuestra relación como humanos con otras especies. Ahí debería estar el futuro, no en el abandono, sino en la permanencia”, concluyó Paulina.
Una mujer vestida con un casco transparente y un traje color naranja que, en forma de velo, le cubre todo el cuerpo; un diario de viaje que narra la experiencia de dejar la tierra, y fotografías al interior de una nave que avanza para llegar a la luna. Esas son algunas de las imágenes, expuestas en el Planetario de Medellín, que se atreven a imaginar un pasado en el que hubiéramos sido nosotras, las mujeres, las primeras en llegar al espacio para luego aparecer en portadas de prensa.
Esta propuesta se llama “Elena I” y hace parte de la exposición “El espacio que somos”, que, además, está compuesta de otras tres exhibiciones que cuestionan lo que podría ser un sistema judicial futuro, la idea de abandonar la tierra como un supuesto progreso capitalista, y la representación de las violencias del pasado a través de las constelaciones.
Su inauguración fue el 13 de diciembre del 2022, y aunque su fecha de finalización no está muy clara, se espera que dure hasta abril del 2023. Sus cuatro artistas fueron elegidos entre 47 postulaciones públicas, y luego de ser seleccionados tuvieron una residencia de más de dos meses en la que fueron asesorados por un equipo multidisciplinar para conformar lo que hoy se conoce como “El espacio que somos”.
El Espectador recorrió las salas de la exposición junto a su curadora y coordinadora de contenidos del Parque Explora, Carolina Chacón, quien destaca que algunos de sus apartados solo son posibles allí, en el Planetario de Medellín.
Lea también: Un cometa no visto desde la Edad de Piedra sobrevolará el cielo. Así puede verlo.
Las primeras en llegar a la luna
“Un paso para las mujeres, un gran paso para la humanidad”. Así se lee en uno de los muros que se encuentra en la propuesta de la publicista y fotógrafa Juliana Gómez, quien se imaginó un pasado donde las mujeres hubieran sido las primeras en llegar a la luna con la misión titulada Elena I.
Una de las partes centrales de la exposición se basó en la revisión de más de 15 mil imágenes de la NASA y su primera misión de alunizaje en 1967, el Apolo I, compuesta en su totalidad por hombres.
Luego de hacer una selección, Juliana intervino ese material con fotos que tomó de seis mujeres que, cuando eran niñas, soñaban con ser astronautas. “Hice una convocatoria pública y al final elegí a seis de ellas con quienes construimos la exposición”, le contó la artista a El Espectador. Entre ellas, por ejemplo, se encuentra también una mujer trans. “Después de ver las imágenes oficiales de la NASA, que fueron tomadas por hombres, me pregunté por cómo hubieran sido capturadas por las mujeres. Por eso quise llevarlas a la luna a través de mis fotografías”, le dijo Juliana a El Espectador.
Ellas fueron inspiración para una puesta en escena de la que hizo parte Camilo Álvarez, diseñador de vestuario paisa, quien colaboró con Juliana para hacer un traje inspirado en las mujeres astronautas: está compuesto por un velo naranja que se extiende por todo el cuerpo, casi traslúcido, y un casco blanco que cubre la cabeza y deja el rostro descubierto.
Una de las excusas que los estadounidenses utilizaron para no llevar a las mujeres a la luna fue la incapacidad para construir trajes acordes a su cuerpo. Es por eso que el vestuario construido para Elena I no representa feminidad sino política. En eso coincide Carolina Chacón, quien comentó que “en uno de los talleres, surgió un comentario muy bonito y es eso de que el traje fuera un velo, casi transparente, por donde el espacio entra en la piel de las mujeres”.
También hay otra parte de la exposición, un diario, que fue creado con la escritora Lina María Parra, en el que se narra en primera persona la experiencia de una mujer en el espacio: desde el despegue hasta el alunizaje.
Fácilmente, la exposición podría confundirse con la realidad al mezclar con archivos fotográficos, documentales, prensa y fragmentos de video. “Pero no”, dijo Chacón, “porque, incluso hoy en día, la posibilidad de que una mujer colombiana viaje al espacio como astronauta es ínfima”.
Sin embargo, las niñas que visitan la exposición todavía no saben eso. En medio de su visita, se escucha cómo le preguntan a sus padres, con curiosidad, qué es eso de ser una astronauta.
Lea también: ¿Por qué deberían ser prohibidas las “terapias de conversión” en Colombia?
Un sistema judicial que no repita las fallas humanas
La propuesta del abogado y artista, Santiago Herrera, está llena de cartelismo. En ella, se lee “Derecho a la imperfección”, “¿Desarrollo?” y “Se arriendan, venden o permutan lotes en Marte”.
Un mural, por ejemplo, está lleno de lo que Carolina Chacón describió como frases intervenidas de movimientos sociales alrededor del mundo: en la propuesta de Herrera, por ejemplo, el “#BlackLivesMatter” se convirtió en “#AllSpeciesMatter”. También hay símbolos LGBTIQ+, prohibiciones a la basura espacial, y anuncios de la parte central de la exposición, titulada “El proyecto DUDI (Declaración Universal de los Derechos Interestelares de los Seres Cósmicos y sus Hábitats)
Está compuesta de un listado que se divide en dos partes: una para seres cósmicos y otra para hábitats. Para definir las consignas de cada una, se trabajó durante semanas con un equipo multidisciplinar que, en cada sesión, debatía sobre un tema diferente: la conservación del medio ambiente, el género, las posibilidades de amar y demás. “La principal pregunta”, continuó Chacón, “giró en torno a cómo no repetir las mismas fallas del sistema judicial humano en uno de otros planetas. Después, Santiago se encargó de decantar lo debatido en los consejos y el resultado fue la declaración que está exhibida”.
Así, a lo largo del recorrido se pueden leer preguntas de tipo ético que no ponen a los seres humanos en el centro, sino también a otras especies.
No se pierda: Al 60 % de menores de edad LGBTIQ+ les pidieron cambiar su orientación sexual.
Otro universo narrado en el cielo
¿Qué sucedía en las constelaciones cuando se vivieron hechos violentos en Medellín? Esta es una de las preguntas base que Harold Ortiz Sandoval, autor de “El otro universo”, se planteó para estudiar lo que él denomina “ecosistemas ilícitos” a través de las constelaciones, la historia, la música, el arte y demás.
“Los ecosistemas ilícitos son una suerte de elementos que conviven entre sí. Lo que hoy puede estar por fuera de la ley mañana podría incluirse, porque lo ilícito cambia conforme va cambiando la sociedad”, le explicó Harold a El Espectador, quien además ha abordado este tema desde hace varios años junto a un colega, Santiago Rueda, que es curador en Bogotá.
“Durante pandemia, estuvimos conversando sobre a dónde podría expandirse este universo que es el ilícito, y ahí se nos ocurrió trasladar nuestra investigación al universo observable: la bóveda del universo celeste invertida”, continuó Harold.
Según él, pareciera que el horizonte ya se hubiera invertido de por sí en la capital paisa, pues las luces de la ciudad, sus edificios y carreteras, pueden hacer las veces de una especie de cielo si se invierte el sentido del horizonte.
La exposición está compuesta entonces de seis constelaciones: Andrómeda, Pegaso, Orión, Géminis, Águila, Sagitario, que hacen alusión a seis hechos violentos ocurridos entre 1980 y 1992 en Medellín. Andrómeda, por ejemplo, hace alusión al secuestro de Martha Nieves Ochoa y el asesinato de miembros del M-19, entre otros. En la sala del Planetario, se pueden observar cuadros con cada una de ellas que hacen referencia a la cultura popular y frases mimetizadas.
Escogieron comenzar en 1980 porque allí comenzó el auge del narcotráfico y va hasta 1992, cuando sucedió un apagón en varias ciudades de Colombia y, según Harold, las luces de la ciudad desaparecieron para poder observar las estrellas.
También tiene una proyección en el domo del planetario, en su formato de “El cielo esta noche”, donde se hace una navegación guiada por el universo junto a narraciones que hacen relaciones entre hechos de la ciencia y la astronomía con acontecimientos históricos que componen los hechos que seleccionaron para “El otro universo”. “Este es un proyecto que solo funciona en el Planetario de Medellín”, dice Carolina Chacón.
Lea también: El telescopio James Webb confirma su primer exoplaneta del tamaño de la Tierra.
¿Qué significa realmente el progreso?
¿Cómo habitamos la tierra los seres humanos? Esa fue la pregunta que Paulina Aguirre, artista y docente de la Universidad Nacional –sede Medellín- se hizo al comienzo de su exposición, “Algún deseo dirigiéndose hacia el fin”.
Hay dos movimientos clave: el primero es una línea ascendente que está atada a la idea del progreso. “El capitalismo siempre ha pensado en ir más allá, más lejos, y eso ha causado muchos estragos. La línea hacia arriba es equiparable con millonarios que actualmente quieren visitar el espacio turísticamente, como Elon Musk”, le dijo Paulina a El Espectador.
El otro movimiento es natural en la tierra: el elíptico, o sea el que va en círculos. “Ese representa no ir más lejos de los mismos ciclos que mantiene nuestro planeta. ¿Qué pasaría si en vez de mirar hacia arriba miráramos hacia la misma tierra y lo que desconocemos acá?”.
Paulina realizó su exposición en conjunto con sus estudiantes de la Universidad Nacional, y además está compuesta por textos, videos, imágenes y piedras escultóricas. También hay un performance que Paulina hizo durante la inauguración y que espera repetir según la programación del planetario.
Las piezas, por su parte, son juguetes hechos de barro y cerámica: trompos, “ula-ulas” y demás elementos que tienen movimiento circular.
También se aborda la futura llegada a Marte, que ha representado fascinación y aventura para la ciencia ficción. “Esa es la expresión máxima del deseo futuro de los humanos, de la ensoñación y de la futura colonización para fundar un nuevo mundo en un planeta que es inhóspito”, dijo Paulina.
Algunos de sus estudiantes participaron en la creación de la exposición y, según ella, ahí está la clave para la preservación de la tierra. “Esta generación se está imaginando cosas diferentes que tienen que ver con nuestra relación como humanos con otras especies. Ahí debería estar el futuro, no en el abandono, sino en la permanencia”, concluyó Paulina.