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La mañana: noticias sobre líderes o lideresas asesinadas, víctimas de atentados o amenazas, miles de personas en situación de desplazamiento en zonas alejadas de Bogotá; cifras alarmantes de feminicidios o mujeres víctimas de violencias; altos cargos implicados en corrupción, justicia que no llega, otra que llega tarde…y un presidente que no gobierna.
Sales de prisa y corriendo en un día cualquiera de lunes a viernes para la estación de Transmilenio (si tienes carro cuenta con trancón) y ya están los vendedores ambulantes en plena acción de rebusque (es posible que el DANE lo denomine empleo). Un hombre lava su ropa en el llamado Eje ambiental con el agua que simbólicamente recuerda al río San Francisco, no importa que esté sucia. ¿Para cuando la vivienda digna?
Una vez te encuentras en la estación no puedes entrar, hay muchas personas que buscan llegar a tiempo a su destino pero dentro no hay señalización y las mujeres y uno que otro hombre corre de aquí para allá con un niño, una niña en brazos preguntando dónde se coge esta o aquella ruta y por la puerta (que no existe), por donde se ingresa de la estación al bus, se cuela uno que otro pasajero.
La espera del bus parece interminable, pasa uno y no puedes entrar. A los 15 minutos o 20 pasa otro en el que tampoco puedes subirte. Es posible que ocurra en el tercero o siguiente y a empujones y una vez dentro quedas como queso en prensa o una lata de sardinas con pasajeros con gripa, olores poco agradables y los abusadores que no faltan para tocar a las mujeres algunas de las cuales llegan al final del trayecto con su ropa mojada y no precisamente de sudor. ¿Entendido? Esto se llama “derecho a una vida libre de violencias”.
De alguna manera llegas al lugar de trabajo, de reunión, de estudio o lo que sea. Al mediodía la mayoría de las personas que trabajan salen a almorzar un “corrientazo” que puede ser muy casero y cuidado o un recalentado de dos días o, en el mejor de los casos, llevan lo que coloquialmente llaman coca, y en el peor, no se almuerza.
Llegas a casa en la noche, recoges recibos, pegas un grito porque la cifra se pasa de lo que has gastado, la empresa de internet y televisión ha subido pero no te responden el teléfono, alguien se enfermó y llegar a urgencias parece un campo de guerra. Disculpen, ¿a esto le llaman Estado Social de Derecho?
Ahora el turno es para los noticieros de televisión sin contexto en la información ni diversidad de fuentes…en fin, alguno se salva. ¡Ah! y que no falte la narco-tele-novela, y si de variar se trata, entonces tocará ver las turcas que llevan al siglo XVII o a lo más retrógrado del mundo árabe en la vida de las mujeres.
Parece que solo veo lo malo de esta querida Bogotá. Ni mucho menos, esta es la capital política de Colombia y en pleno centro vive el Jefe del Estado que en lugar de hacer una alocución envía un vídeo para referirse a la renuncia de un señor fiscal que aprovechó el momento, pescó en río revuelto después “de servir a la patria”...y se fue. Todo lo que hay que ver y oír. Pero además esta forma de dirigirse al país, evitaba que la oposición respondiera desde los medios. No importa, estamos en democracia e igual lo hicieron por redes sociales.
En un azaroso día no hay tiempo ni plata (si para una minoría) para ir al cine, una exposición, conferencia o un spa, es decir el derecho al ocio y la pereza, o mejor, el derecho a no hacer nada se evapora con los deseos. La noche no es para caminar Bogotá y menos aún para las mujeres. La sensación de inseguridad aumenta.
Nuestra poeta María Mercedes Carranza escribió el poema Bogotá 1982: Nadie mira a nadie de frente, / de norte a sur la desconfianza, el recelo / entre sonrisas y cuidadas cortesías. / Turbios el aire y el miedo / en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Quiero decir entonces que se fueron estos cuatro años y vuelven otra vez las elecciones, las promesas, las mentiras, los acuerdos entre partidos…En fin, por lo pronto a trabajar para que las mujeres conscientes de sus derechos queden en listas, sean candidatas, que en las propuestas incluyan la creación de las Secretarías de la mujer donde no existen y con presupuesto a la altura de las necesidades y de las otras secretarías.
“En las calles empinadas y siempre crepusculares, / luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro, / ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor; / estas calles son el laberinto donde he de andar y desandar”.