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Hace unos 50 años un grupo de jóvenes estudiantes conocidos como “los Waldos” popularizó el hábito de reunirse para fumar cannabis* y pasar tiempo de esparcimiento a las 4:20 de la tarde en la estatua de Louis Pasteur en California. Luego, la combinación numérica 4.20 transitó por los movimientos de contracultura, entornos audiovisuales, escenarios musicales, y fue apropiada por figuras públicas hasta establecerse como un símbolo universal del cannabis en occidente.
En los últimos tiempos, la comunidad cannábica ha adoptado el 20 de abril como el “día mundial de la marihuana”. Una fecha para reivindicar el derecho a consumir cannabis de forma libre y segura, pero también, para conmemorar la lucha por un cambio del paradigma prohibicionista y construir horizontes de políticas menos restrictivas con la planta y más humanas con sus usuarios y usuarias.
En Colombia, hablar de una celebración del 4.20 adquiere un matiz significativo por las históricas y estructurales formas de estigmatización, violencia y discriminación sobre quienes consumen marihuana, que han sido acentuadas por surgir de entre los cimientos de una sociedad conservadora y moralista, en medio de un país experto en utilizar la bota militar a todos los asuntos relacionados con drogas.
Ya la Comisión de la Verdad (CEV) relató en su informe “De la guerra contra las drogas a la guerra en las drogas”, la manera en que a través de una cruzada moral impulsada por el Estado, los consumidores de drogas fueron etiquetados como criminales, drogadictos o desechables y el modo en que esto llevó a consecuencias violentas, que iban desde el estigma hasta la eliminación física. Según la CEV, esta retórica justificó la violación sistemática de los derechos humanos de los usuarios de sustancias y promovió una “injusticia acallada” sobre unos muertos que resultaban válidos.
En la misma vía, el profesor Adrián Restrepo, en su libro “Ciudadanos Consumidores de Cannabis”, corroboró que la marihuanofobia y el menosprecio hacia los y las consumidoras de marihuana en Colombia condujo a una pérdida sistemática de su estatus de ciudadanía y las llevó a ser perseguidas y castigadas, incluso en entornos cotidianos como los hogares y las universidades.
En este contexto, la presencia de los ciudadanos cannábicos en calles, parques y plazas de Colombia compartiendo el ritual de pegar y rotar porros, y levantando consignas como “soberanía para la maría” o “cultiva tus derechos, siembra tu salud”, representa un movimiento ciudadano que, a cambio de presos, persecuciones, clandestinización y muertes, ha ganado la apertura del debate público sobre el uso de la planta y los derechos de sus usuarios. Como señala Restrepo, es el mismo escenario de violencia que ha llevado a los y las cannábicas a canalizar su indignación en digna acción.
Gracias a este camino construido, hoy son cientos de colectivos, mesas de trabajo técnico, asambleas de discusión, ONG’s de derechos humanos, clubes de autocultivadores, y empresarios, que se dedican a la promoción del uso adulto y responsable del cannabis y la defensa de la dignidad de las usuarias.
Estas organizaciones han denunciado las violaciones a los derechos humanos que se han cometido en contra de las personas que consumen marihuana. Además, han llevado a cabo manifestaciones, foros, debates y campañas informativas para sensibilizar a la opinión pública sobre las problemáticas del prohibicionismo, y le han plantado un debate de tú a tú a los tomadores de decisión y los legisladores. También, han creado espacios de encuentro en los que se comparten conocimientos sobre variedades, formas de cultivo y consumo de cannabis, fomentando la cultura cannábica y promoviendo valores como la solidaridad y el cuidado.
A pesar de estos logros, la lucha de la ciudadanía cannábica aún enfrenta grandes desafíos. Principalmente, que por medios vinculantes se reconozca su papel e importancia para la construcción de una nueva política de drogas que abra las puertas hacia una regulación responsable de la planta, que repare los daños de la prohibición, y que no profundice la criminalización sobre las personas que ya hacen parte del mercado de cannabis que opera al margen del crimen organizado. Adicionalmente, el reto de seguir luchando contra la criminalización administrativa del uso y la posesión del cannabis, y la estigmatización y sus implicaciones sobre los derechos.
En menos de una semana tendrá lugar el sexto debate del Proyecto de Acto Legislativo que busca eliminar la prohibición del uso de cannabis por parte de adultos en la constitución y permitir su regulación. Este 4.20, más que una fecha común y corriente, es el momento de celebrar el papel fundamental que han desempeñado las comunidades que defienden el uso de la marihuana y su organización en la lucha contra la agenda prohibicionista. Además, es una oportunidad para honrar a quienes han sido encarcelados o han perdido la vida debido a esta prohibición injusta. E indispensablemente, es el escenario para afianzar la unidad necesaria de la ciudadanía cannábica frente a los desafíos que se avecinan con miras a lograr el fin último: un pleno goce de derechos sin miedo a la violencia.
*Se usa a lo largo del escrito consumidores o usuarios, así como, cannabis, marihuana o planta de manera intercambiable e indiferente, aunque se reconocen que hay diferentes interpretaciones, connotaciones e historias detrás de cada una de las palabras.
**Agradecimientos por sus aportes a: Carmen Ruderalis, Edwin y Willy de la Mesa Distrital Cannábica de Bogotá.