Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La semana pasada, Colombia fue protagonista con un discurso histórico sobre la estrategia bélica y las consecuencias del sistema de prohibición de drogas durante la 66° Comisión de Estupefacientes (CND) celebrada en Viena, Austria. Las palabras de Laura Gil, hasta entonces Viceministra de Asuntos Multilaterales, en la sede de Naciones Unidas nos emocionaron a muchas y muchos de los que asistimos a la plenaria, marcaron oportunidades únicas de liderazgo en el cambio de la política a nivel internacional y visibilizaron la urgencia de materializar el discurso a nivel nacional.
La CND es el principal órgano regulador en materia de política de drogas a nivel mundial. Su mandato está concentrado en dar cumplimiento a las convenciones internacionales en la materia, tomar decisiones relacionadas con la clasificación de las sustancias declaradas lícitas e ilícitas, promover el debate entre los Estados sobre la situación de drogas en el mundo y emitir resoluciones al respecto.
Durante su reunión anual en el Centro Internacional de Viena, a través de las sesiones en plenaria, los debates internos entre las delegaciones de los Estados y los eventos paralelos, convivieron el sistema de prohibición que busca a toda costa mantenerse intacto y el movimiento de reforma a la política de drogas que apuesta por un sistema internacional con enfoque de derechos humanos y justicia social.
El primer día de la CND marcó la pauta de la participación de Colombia. En el discurso del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, se destacó la propuesta de regulación del presidente Gustavo Petro para dejar la prohibición como paradigma dominante de la política. Posteriormente, el vicepresidente de Bolivia visibilizó el error histórico que ha significado la prohibición y estigmatización de la hoja de coca en la región andina.
El discurso estelar sin duda estuvo a cargo de Laura Gil quien, además de destacar el fracaso de la mal llamada guerra contra las drogas en costos humanos y económicos, posicionó en un escenario de corte prohibicionista y como ningún país productor lo había hecho antes, cuatro puntos clave de transformación: i) las políticas de alternatividad penal para superar la criminalización; ii) la solicitud expresa de reclasificar la hoja de coca; iii) la regulación justa y responsable del cannabis y la hoja de coca y, iv) la transformación cultural en materia de política de drogas. A dicho discurso se sumó la decisión del gobierno colombiano de liderar una conferencia regional en Latinoamérica a celebrarse en agosto para construir una agenda en común a nivel internacional. Durante la semana en la plenaria de la CND se sumaron a dicha iniciativa países como Bolivia, Brasil y México, lo que confirma la tesis de que el consenso de la prohibición está roto.
A esta ola de cambio de paradigma se sumó una sociedad civil nutrida y diversa que desde hace varios meses ha construido propuestas para la estrategia del gobierno del presidente Petro a nivel internacional e impulsar cambios a nivel local. Distintas organizaciones asistimos para generar debates técnicos y políticos sobre las consecuencias de la prohibición y sobre alternativas novedosas a la misma.
Durante los eventos paralelos se problematizó sobre la relación entre la política de paz total y la política de drogas, los retos de la regulación del cannabis, la relevancia de los procesos de reparación de las víctimas de la guerra contra las drogas, los impactos del sistema de la prohibición en el medio ambiente y el potencial de los usos alimenticios de la hoja de coca, entre otros. A la par, en los pasillos de la CND se expusieron proyectos de arte y textiles hechos con tintura de hoja de coca que llamaron la atención de persona de todo el mundo. Por primera vez, Colombia brilló desde la esperanza del cambio de paradigma y nos desde el estigma de la prohibición.
¿Cómo aterrizar estos mensajes en una política exterior consistente y en una política nacional viable?
Si bien el discurso de Laura Gil emocionó y generó movimiento en el escenario de Naciones Unidas, igualmente causó preocupación y desconcierto su salida a media semana. ¿Cómo liderar el bloque latinoamericano y la reforma a nivel internacional sin afianzar la estrategia de política exterior a nivel interno?
La articulación interinstitucional y la priorización de la política de drogas en la agenda de la Cancillería es fundamental para materializar el discurso que desde la toma de posesión lidera el presidente Petro y tomarse en serio el momento histórico en el que nos encontramos. No basta con que ya no haya consenso en torno a la prohibición, urge construir un consenso hacia la regulación.
De igual forma, hay un reto en la construcción articulada e interinstitucional de una política de drogas a nivel nacional que tenga como ejes transversales, la protección de derechos humanos, la justicia social y la reparación del daño. Hay mucho por cambiar y poco tiempo para diseñar e implementar.
Darle coherencia al mensaje que se está dando en sede internacional implica blindar jurídicamente los pasos a nivel interno y priorizar en algunas temáticas como, por ejemplo, apostar por la renovación justa y realista del programa de sustitución de cultivos que beneficie integralmente a la población cultivadora, una regulación de cannabis como garantía de no repetición y no como el negocio de unos cuantos, políticas que permitan desarrollar investigaciones sobre la hoja de coca y sus usos, además de una política de justicia restaurativa en favor de aquellas personas afectadas por el enfoque punitivo de la prohibición. Después de esta CND, el balón está en la cancha de Colombia con una sociedad civil dispuesta a ayudar.